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lunes, 12 de febrero de 2024

BOSQUEJO HISTÓRICO / Rafael Urista de Hoyos

 


QUINCUAGÉSIMO SEPTIMO PRESIDENTE DE MÉXICO

LICENCIADO ADOLFO LÓPEZ MATEOS

Presidente Constitucional: de Dic. 1º de 1958 a Nov. 30 de 1964.

  Presidente nacido en Atizapán de Zaragoza, Estado de México, el 26 de mayo de 1910.  Estudió la primaria en el Colegio Francés de la ciudad de México y la secundaria en un plantel del gobierno.  Después del estudio trabajaba cuatro horas diarias como ayudante de bibliotecario; ya en la preparatoria logró colocarse como secretario del gobernador del Estado de México, coronel Filiberto Gómez.  Luego, en 1934, fue secretario particular del influyente político Carlos Riva Palacio presidente del Partido Nacional revolucionario (PNR); ya entonces estudiaba en la facultad de jurisprudencia de la UNAM.

   En 1929 y atraído por el vasconcelismo renunció al PNR (antecesor del PRI), y tras el fracaso de Vasconcelos se autoexilió en Guatemala y después de unos meses regresó a la UNAM para recibir su título de abogado.  En la preparatoria había conocido a la normalista Eva Sámano Bishop, con la cual se casó.

  Mas adelante, y perdonado y readmitido por el PNR, obtuvo algunos empleos modestos hasta llegar a director del Instituto Científico y Literario de Toluca  (la futura universidad del Estado de México), y en 1946, con la protección de Isidro Favela, patriarca del famoso grupo  Atlacomulco, llegó a senador.  Después de encabezar la campaña electoral de Adolfo Ruiz Cortines, en 1952 se convirtió en su Secretario del Trabajo y Previsión Social. 

  Cuando el presidente Ruiz Cortines dio “el dedazo” para “destapar” a su secretario del trabajo, Adolfo López Mateos, muchos vieron el proceso como un triunfo de la democracia, ya que antes que éste esperaban en la fila de aspirantes tres o cuatro gallones priistas ya listos para saltar a la grande.  Después de la clásica y acostumbrada elección de Estado, López  Mateos asumió la Presidencia de la República el 1º de diciembre de 1958.

  Durante su administración impulsó la educación pública, creo el Instituto Nacional de Protección a la infancia antecesor del DIF nacional y el Instituto de Seguridad Social de los trabajadores del Estado (ISSSTE); se estableció el régimen de los diputados de partido (los plurinominales) y la participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas. Tuvo una activa participación internacional al viajar con frecuencia a diferentes países del mundo a diferencia de los anteriores mandatarios que sólo iban a los Estados Unidos a congraciarse con el jefe de los angloamericanos (los gringos).

  Uno de los mayores logros de su sexenio fue ponerle fin a un conflicto que tenía más de cien años, logrando que el gobierno de los Estados Unidos devolviera a México el territorio de “El Chamizal”, el cual el vecino se había apropiado injustamente tras un cambio de curso del Río Bravo, frontera entre las dos naciones.

  Los dueños de la generación de electricidad en México vieron la oportunidad de hacer un buen negocio entregando sus “fierros viejos” que conformaban lo que llamaban “industria eléctrica” apresurándose  a vender todas sus acciones al acomodaticio gobierno mexicano, lo que aprovechó el presidente López Mateos para hacer demagogia presentando lo que era un mal negocio como la “nacionalización de la industria eléctrica” y festinándolo como un gran triunfo para el país.

  La estabilidad cambiaria se logró sin aumentar la carga impositiva gracias a la contratación de deuda externa, la cual paso de 602 millones de dólares en 1958 a 1,723 millones de dólares en 1964; pero como era autofinanciable, no preocupaba gran cosa.  Los precios aumentaron sólo el 14% en el sexenio lopezmateista y los salarios un espectacular 97%, además que se concedió a los trabajadores la participación en las ganancias de las empresas.

  La ciudad de México, gobernada por el “regente de hierro” Ernesto P. Uruchurtu, adquirió visos de gran urbe, bien pavimentada, con magnifica iluminación y dotada de mercados limpios y jardines cubiertos de flores.  La seguridad pública adquirió un nivel envidiable.  En el extranjero se hablaba del “milagro mexicano”, y muchos pensaron que el país estaba a punto de incorporarse al primer mundo.

  Sin dificultad, López Mateos consiguió la sede de los juegos olímpicos de 1968 de la decima novena olimpiada en 1968 y la del campeonato mundial de futbol en 1970.  Veintiséis jefes de Estado viajaron a México para felicitarlo por sus logros, entre ellos: Dwight D. Eisenhower y John F. Kennedy de Estados Unidos;  Charles de Gaulle, de Francia; Jawaharlal Nerhu, de La India; Josyp Bros Tito, de Yugoeslavia; la reina Juliana de los Países Bajos, el príncipe Akihito, de Japón y el caudillo indonesio Sukarno.  Con esto llegó al cenit el prestigio internacional de México.

  La política exterior de México también vivió sus mejores años al mantener una posición de independencia y enarbolar la bandera de la autodeterminación de los pueblos frente a Estados Unidos, que a toda costa quería intervenir en la Cuba de Fidel Castro.  Sin embargo, la simpatía de ciertos sectores mexicanos por el régimen marxista cubano inquietó a buena parte de la sociedad.  Temerosa de una nueva reforma educativa, la sociedad media mexicana se manifestó  al grito de “cristianismo si, comunismo no”, que se apagó al ver que el gobierno era tan conservador como una buena parte de la sociedad.  Los empresarios encontraron tranquilidad una vez que López Mateos se comprometió a sostener el proteccionismo, los bajos salarios, los sindicatos “charros” y la política de represión a todo intento de desestabilizar económica o políticamente a la nación; todos quedaron satisfechos.

  Pero la gran obra de López Mateos sufrió un gran tropiezo al llegar el momento del “destape”, cuando otorgó con el “dedazo” al secretario de gobernación Gustavo Díaz Ordaz.  Tal vez había perdido ya la facultad de pensar acertadamente.  Desde su llegada a la Presidencia comenzó a sufrir fuertes dolores de cabeza, al grado de que uno de sus ayudantes recibió el encargo de llevar siempre consigo un puñado de aspirinas para mitigar en arte esos dolores.  Al finalizar el sexenio se le agudizó el padecimiento y los neurólogos Gregorio González Mariscal y Bertrán Goñi diagnosticaron aneurisma cerebral.

  El doctor William Poppen, eminencia en la materia, quien en aquella época ejercía en Boston, fue llamado a México para operar al enfermo, y le encontró no uno, sino siete aneurismas ( el aneurisma es la dilatación o aumento de volumen de un vaso sanguíneo).  Primero se le cayó a López Mateos el parpado izquierdo; se le inmovilizaron la pierna y el brazo izquierdos y luego se le entorpecieron los movimientos del pie y la mano derecha; para caminar tenía que usar aparatos ortopédicos.

  Su matrimonio con doña Eva Sámano había naufragado desde mediados de su sexenio.  Vivió desde entonces con la guapa educadora Angelina Gutiérrez Sarduni que le dio dos hijos, Adolfo y Elena.  “Avecita” la única hija que tuvo con doña Eva, ha dirigido una escuela de la ciudad de México y vive modestamente en su casa al lado de su esposo, el pastelero italiano Carlo Zolla (datos del año 1985).

  Adolfo López Mateos murió el 29 de septiembre de 1969.  Al morir no tenía siquiera una cuenta bancaria y los únicos valores que se le conocieron fueron un bono del Ahorro Nacional por ciento veinte mil pesos, más dinero en efectivo que guardaba en un buró de la recamara de su casa particular. También poseía una casa en Ixtapan de la Sal, otra en Valle de Bravo y una más en Cozumel.

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