QUINCUAGESIMO NOVENO PRESIDENTE DE MÉXICO
LICENCIADO LUIS
ECHEVERRÍA ÁLVAREZ
Presidente
Constitucional de dic. 1º de 1970 a Nov. 30 de 1976.
Luis Echeverría Álvarez nació en la
ciudad de México el 17 de enero de 1922.
A los veintidós años de edad, mientras terminaba la tesis para recibirse
de abogado en la Escuela de Jurisprudencia de la UNAM, Echeverría inició su
carrera política como secretario del general Rodolfo Sánchez Taboada, quien era
presidente del PRI y apadrinó al joven secretario hasta hacerlo oficial mayor
del partido, luego director de administración de la Secretaría de Marina y
Oficial Mayor de Educación.
Echeverría había
casado con María Esther Zuno, hija del cacique jalisciense José Guadalupe Zuno,
y el apoyo del suegro le sirvió para colocarse como Subsecretario de
Gobernación, bajo el mando del presidente Díaz Ordaz y, luego cuando éste llegó
a presidente, ascender a Secretario de Gobernación. Candidato del PRI a la presidencia de la
República por órdenes de Díaz Ordaz. A
pesar del repudio nacional que envolvió a Díaz Ordaz por la masacre del 68, el
partido consiguió el 84% de los votos para Luis Echeverría contra el 13.4% que
obtuvo su único contrincante, Efraín González Morfín, el mejor hombre que le
pudo oponer el Partido Acción Nacional (PAN).
En los doce años que
pasó en Gobernación, Echeverría adquirió fama de ser el subordinado perfecto:
siempre llegaba a la oficina media hora antes que el jefe, y nunca se retiraba
hasta no tener permiso para hacerlo; estoicamente soportó los estallidos
tiránicos y los caprichos de la superioridad, y parece que esa mansedumbre
contribuyó en mucho para ganarle le presidencia, aunque algunos rumores afirman
que su destape se debió a que Díaz Ordaz sabía que iba a ser un pésimo
presidente y lo favoreció con el “dedazo” para vengarse del país.
Los primeros años de
su gobierno se caracterizaron por una “atonía económica” es decir, elevación
rápida y desordenada de los precios y tendencia al desempleo, a la no inversión
y escasez de circulante, situación que se agravó posteriormente por la crisis
internacional. En lo que se refiere a su
política internacional se preocupó por expresar ante las Naciones Unidas (ONU)
y otros foros mundiales la condición de México como país en proceso de
desarrollo. Su mayor esfuerzo
diplomático se centró en el impulso a la “carta de los deberes y derechos
económicos de las naciones” aprobada por la Asamblea General de la ONU en el
otoño de 1974.
Entre las entidades
oficiales que se formaron durante su gestión se encuentran “El Infonavit”, “El
Conacyt y el Instituto mexicano de comercio exterior (IMCE). Se empeñó en revivir la Reforma Agraria y en
extender y modernizar la educación, se crearon así muchas instituciones de
educación media agropecuaria y
tecnológica, el Colegio de Bachilleres, la Universidad Autónoma Metropolitana. Durante su gobierno se iniciaron las obras de
infraestructura para la explotación del petróleo en el sureste. Fue embajador en misión especial (1977),
representante de México ante la UNESCO y embajador en Australia (1978).
En su sexenio empezó
el largo período de las crisis económicas.
Al asumir el poder, el movimiento del 68 estaba todavía presente en la
conciencia social; por tanto, se esperaba que el nuevo presidente fuera un
hombre sensato y prudente. Pero
Echeverría era todo lo contrario:
locuaz, hiperactivo, demagógico y populista. Hecho para la retórica y la palabrería. No medía jamás las consecuencias de sus actos
y con sus decisiones, normalmente espontaneas e improvisadas, arrastró tras de
sí al país entero; o sea “un López Obrador cualquiera”.
A todas luces, el
presidente pretendía rescatar el nacionalismo cardenista de los años treinta
aprovechando la reciente muerte del general Lázaro Cárdenas acaecida el 19 de
octubre de 1970; Y la moda mexicanista pudo percibirse en todo su esplendor. En algunas reuniones, Esther Zuno, la primera
dama, aparecía vestida como tehuana, y como “dama de compañía” de su marido el
presidente, quien lucía vistosas guayaberas.
Desde luego, a nadie extrañó que la residencia oficial de Los Pinos
retornara al más puro estilo mexicano.
Echeverría ejerció el
poder llevando el autoritarismo hasta sus últimas consecuencias. Durante su régimen se desató la llamada
guerra sucia contra los opositores al régimen que habían decidido tomar el
rumbo de la guerrilla. Hubo decenas de
desaparecidos, la tortura estaba a la orden del día y la represión seguía
siendo un instrumento para mantener la paz social: el 10 de junio de 1971 , jueves de corpus,
una manifestación de estudiantes fue agredida salvajemente por un grupo
paramilitar denominada “los halcones” muriendo en la refriega una veintena de
estudiantes. Por la noche Echeverría
anuncio el inicio de las indagaciones conducentes a localizar a los culpables
de la matanza y castigarlos conforme a la ley.
Anticipó que los agresores emisarios del pasado, o sea, diazordacistas. Jamás se informó al respecto ni hubo quien
reclamara. El “chivo expiatorio” resultó
ser el jefe del Departamento Central del Distrito Federal Alfonso Martínez
Domínguez, a quien Echeverría culpó de los acontecimientos destituyéndolo y
obligándolo a no hacer declaraciones hasta un sexenio más adelante que
premiaron su sacrificio haciéndolo gobernador del Estado de Nuevo León.
Durante la
administración de Echeverría el modelo económico se agotó y para disponer de
dinero el gobierno recurrió al endeudamiento y a la emisión desordenada de
billetes. Para activar el desarrollo
nacional y canalizar los millones de millones de pesos que emitía el Banco de
México, se impulsaron fideicomisos y empresas paraestatales. Algunos prosperaron, como el desarrollo
turístico de Cancún, en Quintana Roo, pero otros sólo alentaron la corrupción.
Con todo y los
desplantes demagógicos y populistas ---que distanciaron al presidente de los
empresarios, quienes lo veían con recelo por su cercanía con regímenes comunistas
como el de Salvador Allende en Chile y el de Fidel Castro en Cuba--- la
política exterior vivió un buen momento.
El ejemplo más claro fue el proselitismo internacional que personalmente
encabezó Echeverría en favor del llamado tercer mundo, aunque no faltó “el
negrito en el arroz” al pretender absurdamente en convertirse en el dirigente
de las Naciones Unidas.
Pero ni el populismo
y ni la demagogia de Echeverría impidieron que estallara la crisis. Su sexenio había sido un fracaso: el peso se
desplomó de 12,50 hasta 25 pesos por dólar; la deuda externa se triplicó, de
ocho mil millones a veintiséis millones de dólares; el salario real cayó a la
mitad; la inútil y deficiente burocracia creció de 430,482 a 1,086,872
vividores; la mayor parte “aviadores” y la democracia era un término
inexistente en el sistema político mexicano.
El país se iniciaba en el largo y cíclico camino de las crisis
sexenales.
Al dejar la
presidencia Echeverría fue enviado a París en calidad de representante de la
UNESCO y como seguía causando problemas, se le nombró embajador en Australia. Como tampoco eso no le gustó mucho, fue
trasladado a la embajada en Nueva Zelanda para finalmente quedar en las Islas
Fidji. Al regresar a México quiso
dirigir el Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo,
institución creada por él mismo y financiada por el gobierno, pero López
Portillo suspendió los subsidios y determinó la desaparición de esa inútil representación
de la megalomanía de Echeverría.
Al expresidente se le
atribuyen extensas propiedades territoriales ubicadas en Cuernavaca, Ixtapa-Zihuatanejo
y Cancún, además es el verdadero dueño de la cadena de periódicos administrada
por Mario Vázquez Raña. Quiso pasar a la historia como un gran estadista, pero
fracasó trastornado por el poder absoluto que se confería a los presidentes
surgidos del PRI.
Luis Echeverría
Álvarez murió en su residencia particular de la ciudad de México donde cumplía
una condena de prisión domiciliaria debido a su actuación genocida en la
masacre de Tlaltelolco de octubre de 1968.
Tenía cien años de edad al momento de su fallecimiento el 8 de julio de
2022 y la causa nunca fue totalmente
determinada; simplemente “dejó de respirar”.
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