Día 22 de Febrero 1913
Esta mañana se celebró una Junta de Ministros para tratar la
suerte de Madero y Pino Suárez, a la que asistieron también Huerta, Félix Díaz
y Blanquet. Huerta, aludiendo a su “honor” militar dijo que no podía participar
en las decisiones de la Junta y se retiró del lugar.
Después de que se oyeron varias ponencias, finalmente se decidió
por la idea de Blanquet, el que de acuerdo con instrucciones dadas de antemano
por Huerta, sugirió la traslación de los prisioneros a la penitenciaría para
simular un asalto de supuestos maderistas en el trayecto y simular que en el tiroteo
murieron los dos presos.
Esta “sugerencia” de Huerta por mediación de Blanquet fue
aceptada por todos los presentes; terminando la reunión el católico Sr. De la
Barra con esta indigna y sacrílega frase: “Que sea lo que Dios quiera”.
Para llevar a cabo la espeluznante tarea se echó mano de dos
probados asesinos: el capitán de rurales Francisco Cárdenas y el cabo Rafael
Pimenta.
Eran las once de la noche cuando los asesinos se presentaron
con Madero indicándole que iban a ser trasladados a la penitenciaría por su
propia seguridad.
Se vistieron apresuradamente y se despidieron del General
Felipe Ángeles que también estaba preso con ellos, contestándoles éste
tristemente pues presentía lo que iba a suceder.
El señor Madero y Francisco Cárdenas abordaron un automóvil
marca “Protos” propiedad del señor Alberto Murphy y manejado por su chofere
Ricardo Romero, en tanto el licenciado Pino Suárez y el asesino Pimienta subieron
a un auto marca “Packard” propiedad del señor Ignacio de la Torre y Mier (el
famoso yerno de don Porfirio joto número 41), manejado por el chofer Ricardo de
Hoyos.
Es de justicia mencionar que los dos choferes no estaban enterados
de la trama asesina ni sabían a donde iban ni a que iban, no así sus patrones
Murphy y De la Torre que eran parte de la conspiración.
Al llegar a la penitenciaría se dirigieron a la parte trasera
de la misma donde se detuvieron ordenándole Cárdenas al señor Madero que bajara
del auto y éste obedeció al mismo tiempo que preguntaba ¿Aquí es donde nos van
a matar?, en el instante mismo que recibió un tiro a quemarropa en la nuca muriendo
instantáneamente.
En ese momento el licenciado Pino Suárez, que ya estaba fuera
del automóvil, trato de huir siendo acribillado por el otro asesino. Se remató
a las víctimas inhumanamente, se envolvieron los cadáveres en dos cobertores y
se procedió a enterrarlos dentro de uno de los patios de la prisión.
DÍA 22 DE FEBRERO 1927
La Comisión de Obispos Mexicanos residente en Roma, González y
Valencia, Emeterio Valencia y Téllez y Genaro Méndez del Río, declaran hoy a
los reporteros yanquis que, después de precisar las causas del conflicto
religioso en México (la guerra de los cristeros), hasta ahora no habían querido
hablar para no precipitar los acontecimientos .
“Más una vez que Calles mismo -agregan-, empuja a los
ciudadanos a la defensa armada, debemos decir que los católicos en México, como
todo ser humano, gozan en toda su amplitud del derecho natural e inalienable de
la defensa contra los injustos agresores, y es absolutamente cierto que Calles
y los suyos son injustos y agresores.
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