Día 9 de Febrero de 1913
Esta madrugada, los alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes, (escuela fundada para formar soldados de honor y leales a las instituciones de la nación pero convertidos ahora en miserables traidores), salieron de su sede en Tlalpan y se posesionaron del Palacio Nacional.
De Tacubaya 300 Dragones del 1er. Regimiento y 400 del 2º y 5º de artillerÌa, se encaminaron hacia el Cuartel de La Libertad, donde se les unieron 100 soldados, y siguieron hacia la prisión militar de Santiago Tlaltelolco.
Allí el corrupto y ladrón general Manuel Mondragón, jefe de los sublevados, liberó al general Bernardo Reyes que ya los esperaba. Continuaron hacia la Penitenciaría donde liberaron también al general Félix Díaz y prosiguieron hacia el Palacio Nacional que pensaban estaba en su poder, pero el general Lauro Villar, comandante militar de la plaza, había ya recuperado el Palacio desalojando a los traidores aspirantes, y liberando al señor Gustavo A. Madero, quien confiadamente había llegado para enterarse de los acontecimientos.
El primero de los jefes infidentes en presentarse ante el Palacio fue el diputado y general Gregorio Ruiz, que fue hecho prisionero. Luego el general Bernardo Reyes, ansioso de demostrar su valor, espoleó su caballo y se lanzó al asalto, y como su hijo Rodolfo tratara de detenerlo indicándole que lo matarían, exclamó que no sería por la espalda e inmediatamente una descarga de ametralladoras leales acabó con su vida.
En el combate murieron cerca de 500 curiosos casi en su totalidad.
Mientras tanto en el Castillo de Chapultepec, residencia oficial del Presidente, al ser enterado de los acontecimientos salió en su caballo blanco por el Paseo de La Reforma con dirección al Palacio Nacional escoltado por los cadetes del Colegio Militar.
Los generales traidores Diaz y Mondragón,
viéndose perdidos, tomaron el rumbo de La Ciudadela, una recia fortaleza
militar, la cual ocuparon luego de una corta resistencia del jefe de la misma
general Rafael Dávila.
Dia 9 de Febrero 1929
Hoy se efectuó la ejecución del asesino de Álvaro Obregón, José de León Toral a las doce y media horas, en el interior de la Penitenciaría. Eran exactamente las doce horas con quince minutos cuando cruzaron por el polígono del penal con dirección a la hortaliza de Lecumberri, donde se había improvisado un paredòn.
En presencia de los señores coronel Felipe Islas, Director de la Penitenciaría; licenciado Manuel Múzquiz Blanco, Armando Correa Bastar, el agente del Ministerio Público licenciado Daniel Franco Lòpez; de los generalez Lucas González y Mijares Palencia; el jefe de vigilancia del penal, capitán Cirilo Vieyra; de los doctores, Lozano Garza y Torres Torija; así como de algunos periodistas, se llevó a cabo la ejecución.
El capitán Rodríguez Rabiela, comandante del
pelotón, ordenó con voz firme a los soldados: ¡Preparen. . . ¡ y acto seguido
se escuchó el ruido del cerrojo de los máuseres . . . ¡apunten¡ . . .¡fuego¡ en el instante en que se escuchó la descarga,
José de Leòn Toral gritò: <Viva. . . >, pero las balas disparadas por sus
ejecutores apagaron en su garganta sus últimas palabras. Unos camilleros
recogieron el cadáver, conduciéndolo al anfiteatro para después entregarlo a
sus familiares.
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