EL HOMBRE ROBUSTO, de vestimenta que lo confunde con la
gente que lo rodea, está sentado en la banqueta.
Sobre las rodillas, tiene un abultado paquete de papeles que
revisa minuciosamente. Los ojea una y otra vez. Apenas y mueve de un lado a
otro la cabeza poblada de cabello entrecano.
Con frecuencia lleva
la mano derecha a la sien del mismo lado. Dos motivos son por los que sus dedos
se colocan en esa parte del cráneo.
Ahí, entre la parte...