AGUSTÍN DE ITURBIDE – EMPERADOR DE MÉXICO.
Mayo 21 de 1822 a marzo 19 de 1823.
Mayo 18 = Hoy por la noche, el sargento Pio Marcha y el coronel de granaderos Epitacio Sánchez hicieron tomar las armas a algunos grupos de soldados, y poniéndose al frente del populacho de los barrios bajos de la ciudad de México, se dirigieron al centro, al grito de: “¡Viva Agustín I, emperador de México!” parándose frente a la casa de Iturbide.
El caudillo aparentó sorprenderse; pero la circunstancia de que instantáneamente se iluminaran y adornaran los principales edificios y se repicaran las campanas de todos los templos de la capital, indicaba que se trataba de ejecutar un plan preparado y concertado de antemano.
Mayo 19 = Obligado por el motín iturbidista del día de ayer, el Congreso efectuó hoy una sesión con los diputados iturbidistas y algunos de otros partidos, pero sin los republicanos ni los borbonistas que no se presentaron. A pesar de la presión ejercida por el populacho, sólo 67 diputados presentes votaron por Iturbide habiendo 15 que votaron en contra y 74 abstenciones.
La proclamación de Iturbide era ilegal, pues no había quorum en el Congreso, ya que las dos terceras partes de él eran 104 diputados, debiendo advertirse que, a los borbonistas y republicanos, les había mandado decir Iturbide, que no concurrieran a la sesión, porque él no respondía de sus vidas.
La gran popularidad del llamado consumador de la independencia, y ciertas condiciones establecidas en los Tratados de Córdoba, le abrieron a Iturbide la posibilidad de convertirse en emperador. Con un motín de fieles soldados y el apoyo de un Congreso coaccionado, el libertador fue ungido como Agustín I el 21 de julio de 1822, dos meses después de que fuera proclamado emperador.
Desde un principio la situación no marchó bien. El poder lo cegó. Quiso enaltecer a su familia y no se conformó con designar emperatriz a su esposa y príncipe imperial heredero de la corona a su hijo mayor. Designó princesa a
su hermana y hasta a su padre le dio tratamiento real. La sociedad repudió esos nombramientos.
Cuando los miembros del Congreso despertaron a la realidad y ya libres de la extorsión imperial, comenzaron a obstaculizar las iniciativas de Iturbide y a criticarlo severamente. La escasa experiencia política del emperador se hizo evidente cuando no pudo conciliar con el Congreso asuntos de relevancia nacional, como la reconstrucción de la economía nacional y el arreglo de la Hacienda pública. Como el emperador no tuvo la capacidad ni la voluntad para negociar con el Congreso, le pareció fácil encarcelar a varios diputados y luego disolver todo el Congreso.
Se hicieron reclamaciones en el Congreso, se levantó el general Felipe de la Garza en el norte pidiendo la libertad de los diputados, y, no pudiendo llegar a un arreglo, y ahondándose cada día más la división entre Iturbide y los diputados, mal aconsejado y con el pretexto de que no se le concedió por el Congreso el recurso de veto a las leyes que éste expidiera, Iturbide ordenó la disolución del Congreso ejecutándose con lujo de fuerza tal ordenamiento por el general Luis Cortázar. Este auténtico golpe de Estado fue el primer gran error de Iturbide quien, motu proprio, procedió a formar un nuevo cuerpo legislativo, al que llamó Junta Constituyente, formado por sus amigos y partidarios, quien debía ser la que dictara la Constitución del imperio.
Por si fuera poco varios caudillos que se unieron a Iturbide para la “consumación” de la independencia ---como Santa Anna y Guadalupe Victoria--- se sintieron traicionados al ser relegados política y militarmente en el imperio. Ambos militares se levantaron en armas en diciembre de 1822, pronunciándose por el sistema republicano. Al movimiento se unieron pronto otros insurgentes sobrevivientes, como Vicente Guerrero y Nicolás Bravo, pero no hubieran triunfado sin el apoyo de las logias masónicas; fundadas en México por el primer embajador de los Estados Unidos, Joel R. Poinsett individuo intrigante que traía la comisión de tratar la adquisición de nuevos territorios para Estados Unidos, principalmente Texas y la península de Baja California.
La fortuna militar le fue adversa al emperador y no pudo imponerse a los rebeldes. En un intento desesperado por salvar la corona reunió de nuevo al
Congreso. Deseaba mantener incólume su honor y evitar que la guerra civil se extendiera a todo el territorio. El general Antonio López de Santa Anna se pronuncia contra el imperio y a favor de la República, desconociendo al emperador y pidiendo la convocatoria a un Congreso Constituyente; aun cuando por su ignorancia no sabía a punto fijo que era un gobierno republicano ni mucho menos en que consistía un congreso constituyente.
El emperador, viendo perdida su causa y tratando de evitar la guerra civil, presenta su renuncia ante el Congreso abdicando a la corona imperial de México el 19 de marzo de 1823.
Pero los diputados, resentidos por el trato que le había dado, se empeñaron en cobrar caro las afrentas. Ni siquiera aceptaron la abdicación y declararon que la elección de Iturbide había sido nula, viciosa de origen, arrancada con violencia por el populacho amotinado, por lo que el imperio mexicano no había tenido efecto legal. Luego, para escarnio final, condenaron al ex emperador al destierro perpetuo concediéndole una pensión vitalicia de veinticinco mil pesos anuales para que sobreviviera.
El 11 de mayo de 1823 se inicia el destierro del que fuera emperador de México don Agustín de Iturbide, embarcándose en la fragata inglesa “Rowllings” en la desembocadura del Río La Antigua. Veintiocho mexicanos se embarcan en la fragata inglesa para salir al destierro: Agustín de Iturbide, caído ex emperador de México, su esposa y sus hijos, los padres López y Treviño, su amigo y colaborador don Francisco de Paula Álvarez, quien llevaba consigo a su anciano padre, a su esposa y a sus dos hijos. Con ellos iban diez personas más: un secretario del emperador, dos ayudantes, dos damas de la emperatriz, criados y criadas.
Un año después, decidido en volver a México, se embarca en la misma fragata “Rowllings” el 4 de mayo de 1824 llegando a Soto La Marina, Tamaulipas, el 14 de julio siendo aprehendido por el general Felipe de la Garza en la población de Padilla, Tamaulipas, donde se reunió el Congreso local el que después de varios días de consultas y deliberaciones con el Congreso Nacional, decide condenarlo a la pena de muerte ejecutándose la sentencia el 19 de julio en el mismo pueblo de Padilla; echando al olvido los servicios que había prestado a la patria al consumar la independencia.
El Congreso nacional mandó quemar los papeles que se le encontraron a Iturbide, temeroso quizá de encontrar en ellos comprometidos a altos personajes de los que figuraban en la política.
El cadáver de Iturbide fue sepultado en la iglesia del lugar permaneciendo allí hasta el 6 de agosto de 1828, en que por un decreto del presidente Guadalupe Victoria sus restos fueron exhumados y depositados en la catedral metropolitana de la ciudad de México.
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