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domingo, 2 de octubre de 2022

EFEMÉRIDES MEXICANAS // Rafael Urista de Hoyos


 de Octubre de 1821

Los primeros pasos de un nuevo país:  México.

  La Independencia trae como consecuencia la necesidad de crear un nuevo orden político que permita al nuevo gobierno organizarse y tomar las decisiones para afianzarse y erigirse en dirección de una nación independiente.

  Para fortalecer la incipiente nación fue necesario hacer cambios en la administración pública y seleccionar entre las pocas personas que hay con los conocimientos básicos para puestos que realmente requieren, aparte de gran capacidad y aptitud, mucha habilidad y astucia.

  En la Regencia se nombraron cuatro secretarios para cubrir los cargos necesarios para su funcionamiento.  Se procuraron hombres respetables y con, por lo menos, un mínimo conocimiento para las áreas designadas. 

  Así, al frente de las oficinas de Hacienda quedó don José Pérez Maldonado; como Secretario de Guerra, el marino don Antonio Medina; en el despacho de Justicia, don José Domínguez; y en Relaciones exteriores e Interiores, el eclesiástico don José Manuel Herrera.  Éste último, primero como realista y en el auge de la lucha por la independencia, había sido capturado por los insurgentes pero después fue parte de sus filas e incluso participó en el Congreso de Chilpancingo, que decidió enviarlo a los Estados Unidos a fin de entablar relaciones con miras de obtener apoyos de éste país para la lucha; las funciones de estos secretarios no son nada fáciles.

  Después de once años de guerra, todo el país está afectado y no se cuenta con una economía favorable que permita reconstruir de manera expedita todo lo arrasado en la lucha armada.  El contexto socioeconómico para este nuevo orden político evidentemente no es el mejor, pero al menos ya se inician los cambios y ajustes

  Sólo queda bajo el dominio español el Castillo de San Juan de Ulúa, en Veracruz.  El general español José Dávila conserva la plaza con el fin de apoyar a las fuerzas que España con toda seguridad, piensa él, mandará para emprender la reconquista del país.

  La fortaleza de San Juan de Ulúa se sostuvo gracias al auxilio que llegó de La Habana y por falta de elementos para someterla.  Al mando de las fuerzas españolas está el general Dávila, como ya se dijo, quien ha entablado conversaciones con don Antonio López de Santa Anna a través del coronel don Manuel Rincón. 

  Aunque Dávila había prometido arreglar con Santa Anna la entrega del puerto y la fortaleza, fuentes cercanas informan que la noche del día 26 de octubre se trasladó al castillo con la poca tropa que le queda, llevándose consigo los cañones de mayor calibre, las municiones y el dinero disponible en las cajas reales.

  El Ayuntamiento, sorprendido por la actitud de Dávila, nombró a Manuel Rincón Gobernador Interino y levantó un acta de adhesión a la independencia.  La ciudad ha quedado expuesta a las hostilidades que desde el fuerte de San Juan de Ulúa puedan realizar los últimos españoles; Aunque resulta difícil de creer que todavía abriguen esperanzas de que el rey Fernando VII envíe tropas a combatir en nuestro territorio con la precaria situación por la que atraviesa la Corona española.

  Programados a los treinta días de la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México, los festejos, que se llevaron a cabo el día 27, tuvieron como acto principal la proclamación en la plaza de armas.  Allí se instaló un templete adornado con algunos lienzos donde se estamparon diversas escenas: vimos desde una representación de armas de los antiguos aztecas, hasta una de los generales del Ejército Trigarante.

  A las diez de la mañana, el Ayuntamiento juró la independencia y también publicó un bando que concede el indulto a los condenados a muerte.  Al regresar a la plaza de armas, el alcalde lo presentó a la multitud llamando a jurar la independencia del Imperio mexicano bajo los principios del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, y obtuvo un clamor unísono y entusiasta:  ¡Así lo juramos!.

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