Bosquejo histórico 3
PRIMER
VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA
DON ANTONIO
DE MENDOZA
Nov 14 de
1535 a nov. 25 de 1550
La Corona española
decidió que, para el buen gobierno de La Nueva España, necesitaba hacer sentir
la presencia real y el poder de su majestad, por lo que dispuso la institución
del virreinato, forma de gobierno que estaría a cargo de un virrey, personaje
que representaba al rey, y como si fuera el propio soberano, haría posible que
se cumpliera la voluntad “divina” que los reyes de España tenían impuesta
conforme a la tradición: mantener en justicia al pueblo.
Llega a México Don
Antonio de Mendoza nombrado primer virrey de la Nueva España y quien gobierna
quince años hasta 1550. Conde de Tendilla
y Comendador de Socuéllanos en la Orden de Santiago y Camarero del emperador
Carlos V.
Fue un hombre honrado
y trabajador, su labor fue de nobles sentimientos, casi paternales; como
estadista supo dirigir la administración pública; protegió y mejoró a los
indios prohibiendo los trabajaran como bestias de carga; introdujo la primera
imprenta en América; estableció la casa de moneda, fundó el primer colegio para
indígenas, se abrieron fábricas textiles (las primeras en América), promovió
los campos de cultivo y la ganadería; bajo su mandato la ciudad de México
recibió el título de “muy noble insigne y leal”.
El virrey Mendoza
también se preocupó por la expansión geográfica de la Nueva España y alentó
expediciones hacía hacia el Mar del Sur, como se llamaba entonces al Océano
Pacífico. Además él personalmente al mando de una expedición, sofocó los
levantamientos de indios en la Nueva Galicia, el actual Jalisco, y fundó la
Villa de Guayangareo, que tiempo después se denominaría Valladolid y luego
Morelia.
Tras quince años de
servicios distinguidos fue removido al Perú con el mismo cargo, muriendo en la
ciudad de Lima el 21 de julio de 1552.
SEGUNDO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.
DON LUIS DE VELASCO. – 1550 A 1564.
Se inicia la gestión
del segundo virrey de la Nueva España Don Luis de Velasco, hombre honrado y de
gran moralidad, quien de inmediato se dio a la tarea de continuar la obra de su
predecesor, especialmente en lo que se refería al trato y cuidado de los indios,
a los que protegió como si fueran sus hijos al establecer un gobierno
verdaderamente paternal.
Don Luis de Velasco
dio comienzo a su administración liberando a más de ciento cincuenta mil indios
que trabajaban en las minas como esclavos.
A los que se oponían a sus humanitarias disposiciones les dijo: “más
importa la libertad de los indios que todas las minas del mundo, y las rentas
que percibe la Corona no son de tal naturaleza que por ellas se deba atropellar
las leyes divinas y humanas”.
A finales de 1551, a
consecuencia de torrenciales aguaceros, la ciudad de México sufre una terrible
inundación causando gran alarma a los habitantes de la Colonia, el virrey y el
Ayuntamiento mandaron construir una albarrada para defender la ciudad de las
aguas.
El virrey don Luis de
Velasco ordenó la judicatura de los indios y después en 1557, ordenó que
quedaran exentos de pagar diezmos.
En el año 1563, llegó
a la capital de la Nueva España el Visitador licenciado Valderrama a imponer
doble tributo y más trabajo a los indios, los encomenderos le otorgaron todas
las facilidades y medios para molestar y explotar a los naturales, pero
tropezaron con la abierta y decidida defensa del virrey quien echó por tierras
todas las disposiciones del arbitrario Visitador quien tuvo que regresar a
España expulsado de la Colonia.
En el transcurso del
tiempo los caminos se vieron dominados por asaltantes y bandidos, y para
perseguirlos y acabarlos el virrey fundó la “Santa hermandad”, la que con el
tiempo llegó a nombrarse “La Acordada”.
Esta agrupación estableció su cuartel en una construcción donde antes se
reunían los regidores del Ayuntamiento a discutir y llegar a acuerdos y de ahí
que el pueblo empezó a llamar a los nuevos inquilinos La Acordada.
El virrey promovió
expediciones hacía la península de La Florida, la que intentó colonizar, pero
la muerte le impidió ver realizado su proyecto.
Don Luis de Velasco
murió el 31 de julio de 1564, pobre y con muchas deudas, su único afán fue
siempre promover el imperio de la justicia, servir a Dios y a su Majestad el
rey. Su cadáver fue conducido en hombros
de cuatro obispos y sepultado en la Iglesia de Santo Domingo. Por su desinteresada y brillante defensa de
los indios fue llamado: “El Padre de los indios”.
TERCER VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA
DON GASTÓN DE PERALTA:
1556 – 1567.
Hoy, octubre 19 de
1556, asume el cargo el tercer virrey de la Nueva España, Don Gastón de
Peralta, Marqués de Falces. Por primera
vez fue tratado el virrey de “Excelencia”, ya que a los anteriores se les decía
“Su Señoría”.
Su corto período en
el ejercicio se caracterizó por sus constantes conflictos y enfrentamientos con
los encomenderos y los políticos los que finalmente lo hicieron renunciar
valiéndose de su débil carácter.
Renunció a su cargo en 1568 y mientras llegaba el nuevo virrey, se
encargó del gobierno la consabida Audiencia.
CUARTO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA
DON MARTÍN ENRÍQUEZ DE ALMANZA: 1568 – 1580.
El 15 de noviembre de
1568 inicia su gobierno el cuarto virrey de la Nueva España Don Martín Enríquez
de Almanza, quien gobernó hasta el 4 de octubre de 1580.
Su primera preocupación fue combatir a los piratas ingleses
que amagaban las costas del Golfo de México y el puerto de Veracruz, donde él
mismo tuvo que enfrentar, con gran éxito, a los barcos que amenazaban con
saquear el puerto.
Durante la época del
gobierno de don Martín Enríquez, se estableció en México el “demoniaco”
tribunal de la Inquisición, que inauguró sus actividades persiguiendo a judaizantes
y protestantes y celebrando los primeros autos de fe en 1574, en las cuales
fueron quemadas vivas varias personas acusadas de herejes. El virrey tenía la obligación de asistir a
estas celebraciones.
Enríquez cuidó
especialmente de los indios, primero ordenando que fueran atendidos y se
tratara de aliviar sus males cuando fueron víctimas de una terrible epidemia, y
luego al reglamentar su trabajo remunerado, obligando a los españoles a
pagarles un jornal justo.
Los muchos méritos
que Martín Enríquez de Almanza alcanzó como virrey de la Nueva España, le
hicieron merecedor de que el rey Felipe II lo trasladara como recompensa a
Perú, por aquel entonces el virreinato más rico.
QUINTO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.
DON LORENZO SUÁREZ DE MENDOZA: 1580 – 1583.
Don Lorenzo Suárez de
Mendoza, Conde de la Coruña, llega a la ciudad de México para asumir el cargo
de virrey, el 4 de octubre de 1580.
Durante su gobierno, el 14 de octubre de 1582, sucedió que en El
Vaticano en Roma Italia, el Papa Gregorio XIII decreta el calendario Gregoriano
en substitución del calendario Juliano; en virtud de los ajustes necesarios la
noche del jueves 4 de octubre dio paso al viernes 15 de octubre, por lo cual
del 5 al 14 de octubre de 1582 nunca existieron.
Breve y sin
resultados fue el gobierno del virrey Conde de la Coruña, a quien la muerte
sorprendió en el ejercicio del cargo.
Durante los tres años que estuvo en México, intento, como prioridad,
combatir la corrupción que desde entonces existía entre las autoridades,
creando para ello instituciones como el Tribunal del Consulado o del Comercio. Sin embargo, el gran poder que tenían los
burócratas de entonces, así como el corto tiempo de su gobierno, se lo
impidieron.
El Conde de la Coruña
apenas tuvo tiempo de informar al rey de todos los problemas de la colonia, ya
que dada su avanzada edad murió el 19 de junio de 1583 siendo sepultado en el
convento de sus grandes amigos los franciscanos.
SEXTO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.
DON PEDRO MOYA DE CONTRERAS: 1584 – 1585
El 25 de septiembre de 1584 llegó a la Nueva España en
calidad de inquisidor, fue investido luego con el cargo de Visitador, más tarde
elevado a la dignidad de Arzobispo de México y remató su carrera en el nuevo
mundo al convertirse por mandato de Felipe II en virrey de la Nueva España; ejerciendo
al mismo tiempo las cuatro responsabilidades.
Era de rectitud y
honestidad a toda prueba, por ello, el monarca le confió el virreinato, pues la
corrupción resultaba ya escandalosa y sólo un hombre como él podía detenerla. Y
así lo hizo: encarceló a jueces y autoridades corruptas, mandó colgar a los más
abusivos, destituyó a los venales y sembró el pánico entre todos aquellos que
vivían impunes, burlándose de la ley y la justicia.
Por otra parte Moya de
Contreras aprovechó su doble condición de Arzobispo-virrey para organizar la
Iglesia Católica en México. Convocó al
tercer concilio mexicano, en el cual se reunieron los obispos y los superiores
de las órdenes religiosas para establecer las normas que regirían a los
eclesiásticos de la Nueva España.
Terminado su encargo,
Pedro Moya de Contreras fue llamado a España por el rey, quien inmediatamente
le otorgó una recompensa eclesiástica al designarlo Patriarca de las Indias y a
la vez lo retuvo en su real servicio nombrándolo presidente del Real y Supremo
Consejo de Indias, la autoridad administrativa de mayor jerarquía, después del
monarca, para los asuntos americanos.
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