SEXAGESIMO SEGUNDO PRESIDENTE DE MÉXICO
LICENCIADO CARLOS SALINAS DE GORTARI
Presidente Constitucional:
Dic. 1º de 1988 a Nov. 30 de 1994
En 1971, ingresó a
trabajar en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y allí continúo hasta
1981. Llegado a la presidencia en 1982,
Miguel de la Madrid, puso a Salinas al frente de la Secretaría de Programación
y Presupuesto, fue entonces que se empezó a formar en el gobierno el grupo de “Los
Tecnocratas”, jóvenes economistas educados principalmente en Estados Unidos
partidarios de que el Estado disminuyera su papel rector en la economía,
Salinas sin duda fue el más destacado del grupo.
En 1987 Carlos
Salinas fue designado por su partido, el PRI, candidato en las próximas
elecciones presidenciales de 1987. A
pesar de los esfuerzos realizados por los “alquimistas” del PRI para engordarle
la votación en las elecciones presidenciales más sucias que había presenciado
el país desde 1930, en 1988 Carlos Salinas de Gortari fue declarado triunfador
con un raquítico 50.7% de los votos.
En julio de 1988, el
PRI, por primera vez se enfrentó a dos candidatos de oposición fuertes,
Cuauhtémoc Cárdenas del Frente Democrático Nacional y Manuel J. Clouthier del
partido Acción Nacional (PAN), quienes se negaban a aceptar que Salinas hubiera
ganado las elecciones. Cuauhtémoc
Cárdenas se adjudicaba el triunfo con el 38.8% de los sufragios contra el sólo
32.7% que asignó a Salinas y 25.2% A Clouthier.
Por otra parte, el candidato panista aseguró tener cifras distintas a
las publicadas por sus dos rivales, es decir, tenía “otros datos”, y sólo
calificó los comicios de fraudulentos y demandó la realización de nuevas
elecciones.
Durante casi 1989,
Cárdenas organizó disturbios en contra
de “Salinas el usurpador” y en los años siguientes persistió en su política de
confrontación sistemática, pero fue controlado cada vez con mayor
facilidad. Clouthier, si bien resignado
a dejar a Salinas en la presidencia, se propuso usar su fuerza política para
imponer al PRI un nuevo código electoral que impediría al gobierno seguir
actuando como juez y parte en los comicios, lo que más adelante sería el
Instituto Federal Electoral.
Pero el 1º de octubre
de 1989 falleció en un sospechoso accidente automovilístico registrado en la
carretera de Culiacán a Mazatlán. Los
panistas nunca aceptaron la versión que declaraba el evento como un fortuito
accidente y dejaron entrever entre bambalinas la funesta mano del execrable y
pistolero favorito del PRI Manuel Bartlett. Los nuevos dirigentes del PAN aceptaron sólo
cambios parciales e intrascendentes al sistema electoral.
Salinas carecía en el
Congreso de la cantidad de votos necesarios para aprobar modificaciones constitucionales,
pero con los sufragios de los legisladores del PAN se completaba la mayoría
calificada y los panistas se dejaron ilusionar con la posibilidad de
“cogobernar” al país. Hábilmente,
Salinas se apoderó de viejas banderas panistas, como la reprivatización de la
banca, el reconocimiento legal de la Iglesia católica, lo que implicaría
suprimir diversas restricciones jacobinas al culto, la entrega en propiedad de
las tierras que usufructuaban los ejidatarios, y de esta manera los votos del
PAN permitieron a Salinas sacar adelante sus proyectos.
Para no romper con la
tradición de los últimos sexenios, Salinas de Gortari ---el primer economista
en la presidencia ---, inició su gobierno con el país inmerso en la crisis. Su objetivo era consolidar el transito
definitivo hacía el neoliberalismo.
Salinas no legitimó
su gobierno con el poder de los votos ---pesaba mucho el fraude electoral de
1988---, lo hizo ejerciendo la autoridad presidencial. En enero de 1989 encarceló a Joaquín
Hernández Galicia, la “Quina”, cacique del sindicato petrolero. Con ese golpe, y el funcionamiento de las
primeras medidas económicas, comenzó a ganarse el respeto de la opinión pública.
Con aires
modificadores, el presidente reformó dos artículos que parecían históricamente
intocables. El artículo 27, para lograr
que los campesinos adquirieran la propiedad sobre la tierra que trabajaban. Y el artículo 130, con el que se reconoció la
personalidad jurídica de las iglesias.
Los ministro de culto (los sacerdotes en general y todos los militantes
de las religiones evangélicas) pudieron ejercer su derecho al voto nuevamente y
expresar opiniones de índole política.
En noviembre de 1992 se restablecieron las relaciones diplomáticas con
el Vaticano.
Su gobierno convenció
a los mexicanos de la solidez de la economía y anuncio a los cuatro vientos con
un triunfalismo prematuro y utópico, que México pertenecía ya al primer mundo
resucitando el error en que incurriera anteriormente el funesto López Portillo.
Lo cierto era que, con sus medidas económicas, parte de la sociedad comenzó a
beneficiarse. Sin embargo, los índices
de pobreza también se incrementaron drásticamente.
Pero si la economía
iba para arriba, Salinas tuvo que enfrentar algunos disturbios dentro de su
partido, pues abundaban algunos priistas que habían sostenido la candidatura de
Cuauhtémoc Cárdenas. Para controlarlos puso en la presidencia del PRI a Luis
Donaldo Colosio, un hombre convencido de que el monopolio político del partido
era ya insostenible e inició su labor adoptando una medida calificada de
sacrilegio por la mayoría de sus correligionarios: ceder por primera vez en la
historia un gobierno estatal reconociendo la victoria del panista Ernesto Ruffo
en las elecciones para gobernador de Baja California.
A continuación encaró
la irritación popular en San Luis Potosí y Guanajuato, donde el PRI, al estilo
antiguo, proclamó vencedores a sus candidatos, que según la voz pública habían
perdido. De acuerdo con Salinas, Colosio
presionó a los candidatos priistas para que renunciaran y se instalase en la
gubernatura potosina a un hombre aceptable tanto para el PRI como para la
oposición, mientras que en Guanajuato fue designado gobernados provisional un
destacado miembro del PAN: Medina Plascencia.
En 1992 el panista
Francisco Barrio obtuvo la gubernatura de Chihuahua sin que otra vez se
intentara escamotearle el triunfo como había pasado en el sexenio de De la
Madrid. Tal actitud fue bien recibida
por la opinión pública, como parece indicarlo el hecho de que en las elecciones
legislativas de 1991 el PRI recuperara la mayoría calificada en el Congreso, lo
que equivalía a ya no necesitar la ayuda del PAN y de ningún otro partido para
modificar la Constitución.
El proyecto social
más importante de Salinas de Gortari fue el Programa nacional de solidaridad
(Pronasol), cuyo objetivo era atacar la extrema pobreza padecida por las
comunidades marginadas. No se trataba
sólo de integrar sociedad y gobierno para que juntos construyeran la
infraestructura de las comunidades; era en realidad un mecanismo de control
político para favorecer al sistema y al Partido Revolucionario Institucional.
Desde el asesinato
del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, ocurrido en el aeropuerto de
Guadalajara el 24 de mayo de 1993, la opinión pública empezó a inquietarse. El resultado de las investigaciones oficiales:
que el prelado falleció en el fuego cruzado que se dispararon dos bandas de
narcotraficantes fue tomado por la gente como un engaño para ocultar que el
asesinato fue ordenado desde dentro del partido oficial. El malestar se acentuó el 28 de noviembre al
ser destapado Colosio como candidato presidencial del PRI para las elecciones
de agosto siguiente.
Colosio resultaba
antipático para el priismo tradicional que lo consideraba un mandadero de
Salinas, y de ribete nombró como jefe de campaña electoral a Ernesto Zedillo,
un tecnócrata que no ocultaba el desprecio que le inspiraban los políticos. El favorito de los tradicionalistas era el
jefe del Departamento del Distrito Federal Manuel Camacho Solís, quien hasta el
último momento creyó que el tapado iba a ser él y al verse desplazado tuvo un pasional
arranque de despecho. Por breves días se
contempló la posibilidad de que Camacho lanzara su candidatura independiente,
pero el hombre prefirió quedarse al lado de Salinas como secretario de
Relaciones Exteriores.
Pero la gran apuesta
personal del presidente fue la negociación de un tratado de libre comercio con
Canadá y Estados Unidos. No importaba la disparidad de las economías ni la
incipiente planta industrial mexicana y mucho menos la deuda externa. A pesar de los inconvenientes, el congreso
mexicano dio su voto favorable al tratado.
El 1º de enero de
1994 irrumpió en Chiapas el EZLN (Ejército zapatista de liberación nacional) con
el subcomandante Marcos al frente. En su
primera proclama se mostró indistinguible de los grupos guerrilleros que habían
emergido en América latina durante los últimos decenios: anunció su propósito
de deponer al gobierno y formar uno nuevo, así como “avanzar hacia la capital
del país venciendo al ejército federal mexicano. . . nuestro enemigo de clase”-
Salinas se quedó ante
la disyuntiva de mandar aniquilar a los guerrilleros o negociar la paz. También pudo haber mandado investigar quien
financió el ejército de Marcos y seguía proporcionándoles fondos para pagar,
alimentar y armar a los miles de indígenas que lo seguían. Resolvió que el ejército se desprestigiaría
si le ordenaba una represión violenta, optó por negociar y para tal efecto escogió
nada menos que a Manuel Camacho Solís.
Aunque en el terreno
militar el EZLN seguía siendo insignificante, en el de la propaganda hizo
progresos espectaculares. En los días
siguientes a ese 2 de enero Marcos emitió otra proclama que tendría un éxito
inusitado: olvidando sus amenazas de derrocar al gobierno y vencer al ejército,
anunció que su verdadero propósito consistía en apoyar las seculares
reivindicaciones de los indígenas.
Entre enero y la
tercera semana de marzo, la atención del país estuvo enfocada en las
negociaciones de Chiapas y nadie parecía tomar en cuenta al candidato priista. Colosio solicitó varias veces a Salinas que
le quitara de encima la interferencia del negociador, sólo el 22 de marzo
Camacho emitió una declaración en la que dijo que no aspiraba a ninguna
candidatura y que concentraría sus esfuerzos en el proceso de paz. Al día siguiente, en Tijuana, Colosio fue
asesinado.
Según Salinas, la
noche misma del asesinato recibió sorpresivamente la visita del expresidente
Luis Echeverría, quien le solicitó designar como nuevo candidato al
nomenklaturista Emilio Gamboa Patrón. Al
día siguiente, desde la propia sede del PRI, alguien transmitió faxes a toda la
república recomendando el envío de mensajes de apoyo para la candidatura
presidencial del jefe del partido, Fernando Ortiz Arana. Presionado por Salinas, Ortiz Arana rechazó
aspirar a la candidatura, y sólo entonces se procedió al destape de Ernesto
Zedillo Ponce de León.
A principios del año
1994, la reserva de divisas había estado
en situación boyante alcanzando la cifra de 24,538 millones de dólares. Luego, el asesinato de Colosio provocó la
salida de 8,000 millones y los sucesos posteriores determinaron nuevas fugas
---5,000 millones por el asesinato de Francisco Ruiz Massieu--- pero gracias a
oportunas maniobras financieras de Salinas pudo entregar la presidencia en
condiciones relativamente buenas el 1º de diciembre de 1994.
Una vez fuera de Los
Pinos, Salinas se marchó a Canadá, luego a Estados Unidos y Cuba, para recalar
finalmente en Irlanda. Pensó que en ese
aislado y bello país encontraría la calma, pero hasta allá se le persiguió: en Dublin aparecieron unos carteles con su foto colocada bajo un grueso letrero
que decía “Wanted” (se busca) y al pie una larga lista de delitos y crímenes
que se le atribuían. En la portada del
suplemento a colores del principal periódico de Dublin se publicó la foto de él
con su nueva esposa, Ana Paula Gerard ---se había vuelto a casar tras
divorciarse de doña Cecilia Occelli--- y en el interior un reportaje en el cual
el personaje fue presentado como un mafioso indeseable.
Después de eso, el refugio de Irlanda perdió sus atractivos y Salinas tuvo que vivir semioculto en varias ciudades del extranjero. Tras el desplome del PRI después de las elecciones del año 2000 pudo finalmente instalarse en México.
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