Bosquejo histórico 7
VIGESIMO
TERCER VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA
DON JUAN DE
LEYVA Y DE LA CERDA 1660 – 1664
Don Juan de Leyva y de la Cerda, Marqués de Leyva y de
Ladrada y Conde de Baños, es recibido por el virrey saliente, Conde de
Alburquerque, de quien recibe el gobierno del virreinato el 16 de septiembre de
1660.
Las indiscreciones de
su primogénito, Pedro de Leyva, le ocasionaron serias dificultades desde el
primer día de su administración.
Resulta que antes de
entrar a la ciudad de México, se encontraba el virrey en Chapultepec con su
familia cuando su hijo mayor se expresó muy mal de los habitantes de la colonia. El Conde de Santiago le llamó la atención,
suscitándose un serio disgusto, y teniendo que intervenir uno de los criados
del Conde, el que fue muerto por el hijo del virrey. El pueblo se disgustó y el recibimiento del
virrey fue muy desairado; el crimen quedó sin castigo y en el olvido.
Frívolo y vanidoso,
al igual que su esposa y su hijo, el nuevo virrey se convirtió en una verdadera
calamidad para la Nueva España.
Caracterizaba a esta familia no sólo la falta de escrúpulos en asuntos
de dinero, sino también la carencia absoluta de generosidad y compasión,
sentimientos necesarios para gobernar a una nación en su mayor parte formada
por pobres y desamparados.
Corría el rumor de
que el virrey no era más que un dócil instrumento de la Corte real, que
necesitada de grandes cantidades de oro la había enviado para explotar las
arcas novohispanas a cambio de permitirle enriquecerse descaradamente.
Pero el gobierno
tiránico y abusivo de este virrey mostró su peor faceta en la conducta de la
virreina, mujer ambiciosa que traficaba con la gran influencia que tenía sobre
su marido: ella resolvía los asuntos a
cambio de cuantiosas comisiones que los novohispanos tenían que pagar. Además sus caprichos y desplantes ---como
modificar las procesiones o cambiar el orden de las celebraciones con tal de
figurar en primera línea--- la hicieron odiosa ante la sociedad que presenciaba
una mujer poseída por la avaricia, la petulancia y el poder.
Pero fue el hijo del
virrey quien ofendió todavía más a la población de la Nueva España por asesinar
a sangre fría al criado de un prominente hombre, quien al defender a su
sirviente se vio amenazado de muerte por el mozalbete.
En su época tuvo
lugar la sublevación de los indios de Tehuantepec, una erupción del volcán Popocatépetl (24 de junio de 1664) y la entrada de los
ingleses a la isla de Cuba frenó los excesos de los oidores, echándose encima
la enemistad del obispo Diego de Osorio y Escobar, el principal de ellos.
Las continuas quejas
que el monarca español recibía de la Nueva España comenzaron a arreciar y a subir
de tono, exigiendo, por la salud del reino, la remoción del virrey. El rey Felipe IV se vio obligado a satisfacer
los justos reclamos de los novohispanos y destituyó al virrey y a su funesta
familia.
Dejó el virreinato en
junio de 1664 y salió rumbo a España donde enviudó y se ordenó,
inexplicablemente, sacerdote carmelita.
DIEGO OSORIO DE ESCOBAR Y LLAMAS - 1664
Asume el gobierno
virreinal el obispo de Puebla don Diego Osorio Escobar y Llamas, quien estuvo
al frente del gobierno con carácter provisional hasta octubre del mismo año
1664. Poco más de tres meses gobernó
Osorio, suficientes para apaciguar los ánimos, turbados por las iniquidades del
anterior virrey.
Durante los pocos
meses de su administración remitió todo el dinero que pudo a España, ayudo en
la reedificación de Cuba, casi destruida por los ingleses, autorizó los gastos
para la fortificación de Campeche amenazada por los corsarios ingleses y se
continuaron las obras de la catedral.
En cuanto llegó su
relevo, el Marqués de Mancera, el obispo gustosamente le entregó el mando de la
Nueva España y se regresó a su amada diócesis de Puebla de los Ángeles.
VIGESIMO QUINTO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.
DON ANTONIO SEBASTIÁN DE TOLEDO
MOLINA Y SALAZAR – 1664 – 1673.
El 15 de octubre de 1664 recibe el gobierno del virreinato de
la Nueva España Don Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar, Marqués de
Mancera.
La situación
económica por la que atravesaba la colonia era angustiosa: las expediciones de conquista y repoblaciones
en el norte del país se habían paralizado por falta de recursos; luchó contra
los abusos de la justicia y el despotismo y la crueldad de los encomenderos,
que había originado que los caminos se infestaran de bandoleros que asaltaban y
robaban.
Nueve años gobernó
este virrey, distinguiéndose por la austeridad de su conducta y su vida
personal, lo que contribuyó a que su época fuera de paz y de relativa
prosperidad, aun en medio de las dificultades económicas, que enfrentaba,
obligado a enviar grandes remesas de caudales a España.
Como la Nueva España
era una inagotable mina de recursos para la metrópoli española, el virrey
Toledo Molina y Salazar se preocupó porque la explotación se hiciera al menos
más humanitaria: prohibió
terminantemente no sólo la esclavitud y el maltrato de los indios, sino también
el comercio de esclavos negros, pue si bien no podía libertar a los que ya
existían, si podía evitar que llegaran más.
El virrey Toledo
Molina, además, es recordado porque en su corte virreinal, que presidía con su
esposa la virreina, doña Leonor Carreto, se descubrió la precocidad y brillante
inteligencia de la niña Juana de Asbaje Ramírez, que tiempo después tomaría el
nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, la mayor poetisa mexicana, que descolló
también en filosofía, matemáticas, teología, astronomía, música y por los
guisos exquisitos que preparaba.
Los marqueses de
Mancera se convirtieron en protectores de la niña Juana y de Sor Juana,
particularmente la virreina en quien la Decima Musa encontró afecto, amistad y
confianza. Finalmente el virrey Toledo
Molina Salazar fue llamado a España y durante el camino a Veracruz al llegar al
pueblo de Tepeaca, cerca de Puebla, muere sus esposa doña Leonor Carreto.
VIGESIMO SEXTO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.
DON PEDRO NUÑO COLÓN DE PORTUGAL Y CASTRO-1673.
Don Pedro Nuño de Colón y Castro, Duque de Veraguas, Marqués
de Jamaica, Grande de España de Primera Clase y Caballero de Toisón de Oro,
gobernó a la Nueva España del 8 al 13 de diciembre de 1673.
Descendiente del
ilustre descubridor Almirante de mar y tierra don Cristóbal Colón, el Duque de
Veragua llegó a gobernar a la Nueva España pese a que su avanzada edad y sus
enfermedades lo hacían poco apto para el desempeño de tan alto cargo.
En efecto, no era
apto, pero Pedro Nuño había aprovechado la evidente decadencia del imperio
español, gobernado también por la decadente Casa de Austria, para alcanzar el
gobierno novohispano comprando el puesto en cincuenta mil ducados, una
verdadera fortuna, y pensando en resarcirse y recuperar su inversión con los
jugosos negocios que realizaría como virrey.
No pudo cumplir sus
ambiciones. Antes de cumplir un mes en
el cargo, Pedro Nuño Colón de Portugal falleció. Tras las solemnes honras fúnebres, el cadáver
fue enviado a España para ser sepultado en el panteón familiar en obediencia a
su última voluntad.
La Reina Regente Mariana de Austria, presintiendo la muerte
de Nuño de Colón, envió de antemano un sobre cerrado en el cual designaba
substituto; y a partir de ese momento
quedó establecido que al cese, fallecimiento o simple cambio de virrey, la
nueva designación fuera mediante los pliegos cerrados del rey de España
enviados en el momento mismo de nombrar un nuevo virrey.
FRAY PAYO ENRÍQUEZ DE RIVERA -1673 – 1680.
La reina regente de España, Mariana de Austria, actuando en
nombre de su hijo el joven rey Carlos II, y en previsión de un fatal desenlace,
dada la mala salud del Duque de Veragua, había enviado con éste a la Nueva
España un documento llamado “pliego de mortaja”, en el que, en caso de
fallecimiento del virrey, el monarca designaba de antemano a su sucesor en el
gobierno. Así al morir don Pedro Nuño de
Colón la Audiencia abrió el pliego y leyó el nombre del nuevo virrey
novohispano: el arzobispo de México el
fraile agustino Payo Enríquez de Rivera, quien gobernó hasta el 30 de noviembre
de 1680.
A partir de ese
momento quedó establecido que el cese, fallecimiento o simple cambio de virrey,
fuera mediante los pliegos cerrados del rey de España en el momento mismo de
nombrar un nuevo virrey.
Llegó al solio
virreinal, uno de los más recordados y queridos gobernantes de la Nueva España,
que durante siete años condujo con mano firme y misericordiosa los destinos del
virreino. Se dijo que de tal manera supo
“hermanar la justicia con la mansedumbre, y la libertad con la economía, que su
gobierno servirá de ejemplo en los siglos venideros”.
Durante su gobierno
se ejecutaron muchas obras materiales en beneficio de sus habitantes: Se continuaron las grandes obras del desagûe
del Valle de México, se hicieron grandes mejoras al palacio de los virreyes
(hoy Palacio Nacional); se construyeron puentes sobre los arroyos que cruzaban
la ciudad; se renovaron y ampliaron las grandes calzadas, sobresaliendo la de
Guadalupe; se introdujo agua potable por medio de una arquería al santuario del
Tepeyac; envió misioneros a las zonas más alejadas al norte del territorio del
virreinato: Nuevo México, Las
Californias y Sonora. También promovió
expediciones y la colonización de los litorales mexicanos en el Mar Caribe,
donde se establecieron puestos de avanzada para evitar la intromisión inglesa,
con el llamado ”Payo Obispo” que con el tiempo se transformaría en “Chetumal”.
Fray Payo se consagró
también al cuidado de los indios, combatiendo los abusos arraigados desde la
época de la conquista y que siglo y medio después no habían podido erradicarse.
Dando muestras de
temple incansable, Fray Payo atendía con empeño sus funciones de virrey,
gobernador, capitán general, presidente de la audiencia, superintendente de la
hacienda y arzobispo de México. Todo con
modestia y austeridad del fraile que nunca dejó de ser.
Fray Payo Enríquez de
Rivera renunció por haber sido promovido, por su honradez y capacidad de
trabajo, al Real Consejo de Indias en España.
VIGESIMO OCTAVO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.
DON TOMÁS ANTONIO DE LA CERDA Y ARAGÓN – 1680 – 1686.
El 30 de noviembre de
1680 recibe el gobierno de la Nueva España don Tomás Antonio de la Cerda y
Aragón, conde de Paredes y marqués de La Laguna.
El marqués de La
Laguna fue recibido en México con un arco triunfal en que estaban inscritos los
versos del poema “Neptuno Alegórico”, escritos por sor Juana Inés de la Cruz, que contenían
máximas de sabiduría y buen gobierno que el nuevo virrey leyó y disfrutó con su
esposa la condesa Paredes. La pareja se
convirtió de inmediato en protectora de la monja poeta.
Sor Juana encontró en
la virreina una gran amiga a quien consagró varias de sus poesías. En sus arrebatos poéticos la decima musa
llamaba a la condesa “Divina Lysi”, dando pie a interpretaciones que hacen
pensar que su amistad no era tan casta e inocente debido a la maledicencia
popular.
Su gobierno coincidió
con numerosos sucesos infortunados, entre ellos la sublevación de indios en
Nuevo México, que costó la vida a 21 frailes franciscanos y a muchos colonos
europeos; en Oaxaca se suscitó un grave motín por la imposición de alcabalas demasiado
altas; la ayuda que otorgó al fraile Eusebio Kino en su expedición a las
Californias que resultó infructuosa; el puerto de Veracruz fue atacado por los
piratas holandeses del corsario Lorencillo, que llenó de pánico a la población
y obligó al virrey a perseguir por todo el Golfo de México a los piratas,
ahorcando a la mayoría de ellos.
Este virrey, en
cambio, se enriqueció en México gracias a que, utilizando su alta posición,
invirtió grandes cantidades y obteniendo grandes beneficios en las empresas
mercantiles que fletaban año con año el famoso galeón de Manila, también
llamado La Nao de China, que comerciaba con efectos traídos de las Filipinas y
el lejano oriente.
En su tiempo sucedió
un auto de fe que conmocionó a la sociedad novohispana. En el año 1683 llegaba al
puerto de Veracruz don Antonio de Benavides ostentando el título de marqués de
San Vicente, mariscal de campo y visitador, siendo recibido en este puerto y en
la ciudad de Puebla con todos los honores de que era acreedor.
Pero al llegar a la
ciudad de México, se descubrió que era un impostor, que no tenía títulos ni
mucho menos era visitador, siendo consignado a la lúgubre santa inquisición,
donde se le formó proceso dándosele tormento en la temible garrucha.
El día 14 de octubre
de 1864, después de ser paseado por las calles de la ciudad, llegó al patíbulo
de la plaza mayor donde se celebró la ceremonia. El verdugo lo subió a la horca, le amputaron
las manos, las que fueron clavadas en los postes, para después cortarle la
cabeza y enviarla a Puebla donde se exhibió en el templo de La Compañía.
Finalmente, el virrey
fue llamado a España en noviembre de 1686.
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