BOSQUEJO HISTÓRICO 9
DON JUAN
FRANCISCO FERNÁNDEZ -
DE LA CUEVA
Y ENRÍQUEZ – 1702 – 1710
El 27 de noviembre de
1702 toma posesión del gobierno de la Nueva España don Juan Francisco Fernández
de la Cueva y Enríquez, duque de Alburquerque, marqués de Cuellar, conde de
Ledezma y de Huelva.
Sobrino de antiguo
virrey de la Nueva España, el segundo duque de Alburquerque fue el primero en
ser nombrado por el rey Felipe V, de la Casa Monárquica de los Borbones.
Bajo su gobierno no
sólo cambió la dinastía, sino también la moda y las costumbres, pues el nuevo
virrey trajo de España los estilos de ropa , peinados, mobiliario, trato social
y aun alimentos que acababa de importar a Madrid el rey de origen francés.
Empezó por cambiar el
uniforme de la compañía de albarderos de la guardia del virrey, a los que dotó
de casacas y tricornios (sombreros de tres picos). Luego el mismo duque comenzó a utilizar
casacas de diversos colores galoneados en oro y plata, pantalones cortos,
medias ajustadas y, en ocasiones, la blanca peluca empolvada que por esos días
era la prenda que en Europa debía utilizar un caballero elegante.
La virreina,
igualmente, introdujo en la Corte un guardarropa que primero causó asombro y
luego escándalo entre las damas, por la amplitud de los vestidos, el colorido
de los motivos y sobre todo por los pronunciados escotes. La reacción de la sociedad novohispana era
previsible: se había acostumbrado a lo largo de casi dos siglos a la austera
vestimenta impuesta por la Casa de Austria, que preferentemente usaba el color
negro en cualquier ocasión, se tratara de hombres o de mujeres, y ellas debían
llevar los trajes cerrados hasta el cuello.
Sin embargo, al poco
tiempo los caballeros y las damas comenzaron a vestir como sus virreyes, los
duques de Alburquerque, con gran aprecio por los colores chillones, los encajes
y las sedas; las damas lucían sobre el pecho lujosas joyas que antes se
guardaban de exhibir por recato. Incluso
los vicios cambiaron: en las clases altas se erradicó la costumbre de fumar
puros o cigarros, pero sin abandonar el tabaco, pues aprendieron a aspirarlo
por la nariz, sorbiéndolo pulverizado, forma a la que llamaban rapé y que
guardaban en pequeñas cajitas.
Durante los nueve
años que estuvo al frente del gobierno, no se destacó nada de real importancia,
salvo que se inició la construcción de templos y edificios en estilo barroco,
los que llegaron a ser fastuosos y en la actualidad se conservan como
inapreciables joyas arquitectónicas.
En enero de 1711
entregó el mando y salió rumbo a España.
DON FERNANDO ALENCASTRE NOROÑA Y SILVA – 1710 – 1716.
Toma posesión de su
alto cargo el virrey don Fernando Alencastre Noroña y Silva, duque de Linares,
marqués de Valdefuentes, Porta Alegre y Govea, comendador mayor de la Orden de
Santiago en Portugal, Gentil Hombre de la Cámara de su Majestad, Teniente
General de sus ejércitos, Gobernador General de sus Reales Armas en Nápoles,
Virrey de Cerdeña, Vicario General de la Toscana, Virrey del Perú y Virrey y
Capitán General de la Nueva España (cargos y nombramientos de los que venía
precedido).
Cuando llegó a México
como virrey, el duque de Linares era un hombre de edad avanzada y achacoso; sin
embargo, el ejercicio del poder lo rejuveneció y con renovada vitalidad puso
manos a la obra. Su gestión resultó tan benéfica, que es recordado como uno de
los gobernantes más probos, honestos, caritativos, justicieros y visionarios de
la Nueva España.
Fue muy estimado en
la colonia por su talento y nobles sentimientos; tomó mucho interés en la
prosperidad del país; combatió la inmoralidad del clero regular al querer
apropiarse facultades que no le correspondían; prohibió la fabricación del
aguardiente de caña que tanto mal hacía al pueblo; a él se debe la construcción
del acueducto de Belem y Salto del Agua; fundó la ciudad de Linares en Nuevo
León, y reconstruyó el Palacio Municipal.
El 16 de agosto de 1711,
en la ciudad de México se sintieron una serie de temblores recurrentes que
duraron media hora, derribando muchas casas y edificios, haciendo que las
campanas de las iglesias tocaran solas causando gran alarma y consternación.
El virrey, de su
propio peculio, asistió a los damnificados y contribuyó a ña reconstrucción de
las viviendas de los más necesitados. En
1714 la colonia sufrió tal escasez originando hambre y peste. En 1716 cayó sobre la capital una nevada como
jamás se había visto.
También por aquel
entonces la Nueva España padeció una fuerte
helada que arruinó las cosechas produciendo una gran hambruna que el
virrey combatió sin tardanza, ordenando el abaratamiento de granos y cereales e
implantando un riguroso control de precios para evitar los abusos. En todos estos males el virrey duque de
Linares, dio ejemplo de caridad, entereza y nobleza.
Benefactor de la cultura,
el duque de Linares inauguró la primera biblioteca pública de México y
estableció el primer museo de historia natural en América. Expresó su afición por las expresiones artísticas
refinadas al autorizar las primeras representaciones de opera de la Nueva
España, que se dieron el palacio virreinal y a las cuales asistían invitados de
todas las clases sociales, pues el virrey quiso que el gusto por la buena
música se extendiera a toda la población.
Finalmente, el
esfuerzo por gobernar bien minó la ya quebrantada salud del virrey, quien
renunció a su cargo y quedándose en México a morir, pues sus enfermedades no le
permitieron realizar el viaje a España.
Gobernó hasta el 15
de agosto de 1716 estableciendo su residencia en la ciudad de México. Murió el 3 de junio de 1717, celebrándose
unos suntuosos funerales en la iglesia de San Sebastián que entonces era del
Carmen.
Proveniente de una
antigua familia inglesa asentada en España mucho tiempo atrás, el duque de
Linares había castellanizado su apellido ---Lancaster, transformándolo en
Alencastre, seguramente para no lastimar la sensibilidad de la Corte española,
que veía con malos ojos a todo lo proveniente de sus rivales los ingleses.
DON BALTAZAR DE ZÚÑIGA GUZMÁN
SOTOMAYOR Y MENDOZA – 1716 – 1722.
El 16 de agosto de
1716 llega a gobernar a la Nueva España don Baltazar de Zúñiga Guzmán Sotomayor
y Mendoza, Marqués de Valero, de Ayamonte y Alenquer, Gentil Hombre de Cámara
de su Majestad, de su Consejo, Cámara y Junta de Guerra de Indias, Virrey,
Gobernador y Capitán General de la Nueva España y Presidente de la Real
Audiencia.
A poco de tomar
posesión como virrey de la Nueva España, el marqués de Valero sufrió un
atentado: un soldado de la Compañía de Alabarderos de palacio se lanzó sobre el
gobernante, le quitó la espada e intentó clavársela en el vientre. El virrey pudo esquivar el golpe mortal, pero
no evitó que la hoja de metal rasgara su casaca y alcanzara a rozar su piel. Detenido el agresor se comprobó que padecía
de esquizofrenia, pero aun así fue condenado a muerte. El marqués de Valero lo indultó y ordenó que
fuese internado en el hospital San Hipólito, donde se atendía a los enfermos
mentales.
El marqués de Valero
había servido a la monarquía española en diversos cargos públicos de
importancia y cuando dejó el gobierno de la Nueva España, el rey Felipe V lo
designó Presidente del Consejo de Indias, probando así que era un funcionario
competente y que gozaba de toda la confianza del monarca.
El marqués de Valero, que era un hombre de edad avanzada, sorprendió a los novohispanos: fue el primer virrey soltero, por lo cual la corte mexicana fue algo aburrida, sin los chistes y cotilleos que tradicionalmente se daban en torno a las señoras virreinas. Al mismo tiempo, se dijo, la falta de una mujer en el trono virreinal quizá contribuyó a que los gastos disminuyeran y pudieran aumentarse las partidas a las mejoras de diversas instituciones públicas, como el Tribunal de la Acordada ---encargado de perseguir a los delincuentes de los caminos---, al que el marqués de Valero dotó con fondos suficientes para que cumpliera eficazmente su misión.
Durante su
administración se dio por terminada la conquista de Nayarit, al someterse el
último núcleo de indios sublevados. Una de las poblaciones tomo el nombre de
San Francisco de Valero en su honor, fundó también el convento de Capuchinas.
El marqués de Valero
dejó en la Nueva España un grato recuerdo de su gobierno. Cuando fue llamado a
España obedeció con tristeza, y aunque fue a ocupar un puesto prominente cerca
del monarca, no pudo olvidar los esplendidos días que pasó aquí, a tal grado
que al testar dispuso que a su muerte su corazón fuese traído a México y
guardado en el convento de Capuchinas.
Gobernó hasta el 15 de octubre de 1722.
DON JUAN DE ACUÑA Y BEJARANO – 1722 – 1734.
El 15 de octubre de
1722 toma posesión del gobierno de la Nueva España don juan de Acuña y
Bejarano, Marquès de Casa Fuerte, Caballero de la Orden de Santiago, Comendador
de Adelfa en la Alcántara, Capitán General de los Ejércitos, del Consejo de
Guerra de su Majestad, Virrey, Gobernador y Capitán General de la Nueva España
y Presidente de la Real Audiencia; títulos nobiliarios que le precedían.
Inició su gobierno
después de haber hecho su entrada solemne a la capital. Era criollo nacido en Perú a finales del
siglo XVII. Fue uno de los mejores
gobernantes, también soltero y de intachable honradez, enemigo de los
favoritismos, reconocía siempre los méritos personales de sus colaboradores-
La época de los
buenos gobiernos y de grandes virreyes continuó con don Juan de Acuña. Durante 12 años gobernó con sabiduría y buen
tino, aunque su carácter frio y seco provocó cierta molestia en los festivos
habitantes de la ciudad de México, porque el virrey, a quien disgustaban las
diversiones populares por sus excesos, prohibió la celebración del carnaval en
el centro de la capital y ordenó el traslado de tales regocijos al pueblo de
Ixtacalco y al Paseo de la Viga, que el mandó trazar.
El marqués de Casa
Fuerte era bastante aburrido, sin embargo apoyó la publicación del primer
periódico que hubo en la Nueva España, “La Gaceta de México”. Sin embargo, los novohispanos le perdonaban
su mal humor y su seriedad porque su buena administración llevó al reino a la
bonanza económica, que permitió no sólo el crecimiento y progreso de la Nueva
España, sino que produjo cuantiosos excedentes, en cantidades nunca vistas, que
pudieron ser enviadas a la entonces decaída Corona española.
Durante su
administración envió en varios galeones once millones de pesos al monarca
español Felipe V, llegando sin novedad al puerto de Cádiz. Visitó las minas de Pachuca y activó la
explotación del estaño; logró la definitiva pacificación de Nayarit por medio
del mariscal don Juan Flores de San Pedro, tratada desde el año 1718; obtuvo
del Papa la bula para erigir en colegiata la parroquia de Nuestra Señora de
Guadalupe; estableció en Orizaba una fundición para la fabricación de cañones
del ejército español.
Mandó construir los
edificios de la aduana y la casa de moneda, reglamentó las monedas redondas y
les fijó su ley, mando higienizar el puerto de Veracruz, trató de expulsar a
los ingleses de Belice infructuosamente, se estrenó el coro de la catedral de
México y la reja mandada a fabricar a Macao, China; dispuso también que se
establecieran en la calle de San Francisco todos los plateros, para poder
vigilarlos en su fabricación de alhajas, pues estos no hacían caso de las leyes
generando con esto abusos y corrupción.
Don Juan de Acuña,
marqués de Casa fuerte, murió en el ejercicio de su cargo debido a una extraña
y desconocida enfermedad (posiblemente cancer), con el sentimiento del pueblo
que lo respetaba y quería, el 17 de marzo de 1734.
Fue sepultado con
extraordinaria pompa acompañado de la casi totalidad del pueblo de la ciudad de
México en la iglesia del convento de recoletos franciscanos de San Cosme, sitio
al gustaba a ir diariamente a rezar y oír misa.
Al morir este virrey,
se publicó el ceremonial de entierros que sirvió de modelo para los gobernantes
que después fallecieron en México.
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