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domingo, 26 de marzo de 2023

BOSQUEJO HISTÓRICO // Rafael Urista de Hoyos

BOSQUEJO HISTÓRICO  9 

 TRIGESIMO CUARTO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.

DON JUAN FRANCISCO FERNÁNDEZ -

DE LA CUEVA Y ENRÍQUEZ – 1702 – 1710

  


El 27 de noviembre de 1702 toma posesión del gobierno de la Nueva España don Juan Francisco Fernández de la Cueva y Enríquez, duque de Alburquerque, marqués de Cuellar, conde de Ledezma y de Huelva.

  Sobrino de antiguo virrey de la Nueva España, el segundo duque de Alburquerque fue el primero en ser nombrado por el rey Felipe V, de la Casa Monárquica de los Borbones.

  Bajo su gobierno no sólo cambió la dinastía, sino también la moda y las costumbres, pues el nuevo virrey trajo de España los estilos de ropa , peinados, mobiliario, trato social y aun alimentos que acababa de importar a Madrid el rey de origen francés.

  Empezó por cambiar el uniforme de la compañía de albarderos de la guardia del virrey, a los que dotó de casacas y tricornios (sombreros de tres picos).  Luego el mismo duque comenzó a utilizar casacas de diversos colores galoneados en oro y plata, pantalones cortos, medias ajustadas y, en ocasiones, la blanca peluca empolvada que por esos días era la prenda que en Europa debía utilizar un caballero elegante.

  La virreina, igualmente, introdujo en la Corte un guardarropa que primero causó asombro y luego escándalo entre las damas, por la amplitud de los vestidos, el colorido de los motivos y sobre todo por los pronunciados escotes.  La reacción de la sociedad novohispana era previsible: se había acostumbrado a lo largo de casi dos siglos a la austera vestimenta impuesta por la Casa de Austria, que preferentemente usaba el color negro en cualquier ocasión, se tratara de hombres o de mujeres, y ellas debían llevar los trajes cerrados hasta el cuello.

  Sin embargo, al poco tiempo los caballeros y las damas comenzaron a vestir como sus virreyes, los duques de Alburquerque, con gran aprecio por los colores chillones, los encajes y las sedas; las damas lucían sobre el pecho lujosas joyas que antes se guardaban de exhibir por recato.  Incluso los vicios cambiaron: en las clases altas se erradicó la costumbre de fumar puros o cigarros, pero sin abandonar el tabaco, pues aprendieron a aspirarlo por la nariz, sorbiéndolo pulverizado, forma a la que llamaban rapé y que guardaban en pequeñas cajitas.

  Durante los nueve años que estuvo al frente del gobierno, no se destacó nada de real importancia, salvo que se inició la construcción de templos y edificios en estilo barroco, los que llegaron a ser fastuosos y en la actualidad se conservan como inapreciables joyas arquitectónicas.

  En enero de 1711 entregó el mando y salió rumbo a España.

 TRIGESIMO QUINTO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.

DON FERNANDO ALENCASTRE NOROÑA Y SILVA – 1710 – 1716.

 


Toma posesión de su alto cargo el virrey don Fernando Alencastre Noroña y Silva, duque de Linares, marqués de Valdefuentes, Porta Alegre y Govea, comendador mayor de la Orden de Santiago en Portugal, Gentil Hombre de la Cámara de su Majestad, Teniente General de sus ejércitos, Gobernador General de sus Reales Armas en Nápoles, Virrey de Cerdeña, Vicario General de la Toscana, Virrey del Perú y Virrey y Capitán General de la Nueva España (cargos y nombramientos de los que venía precedido).

  Cuando llegó a México como virrey, el duque de Linares era un hombre de edad avanzada y achacoso; sin embargo, el ejercicio del poder lo rejuveneció y con renovada vitalidad puso manos a la obra. Su gestión resultó tan benéfica, que es recordado como uno de los gobernantes más probos, honestos, caritativos, justicieros y visionarios de la Nueva España.

  Fue muy estimado en la colonia por su talento y nobles sentimientos; tomó mucho interés en la prosperidad del país; combatió la inmoralidad del clero regular al querer apropiarse facultades que no le correspondían; prohibió la fabricación del aguardiente de caña que tanto mal hacía al pueblo; a él se debe la construcción del acueducto de Belem y Salto del Agua; fundó la ciudad de Linares en Nuevo León, y reconstruyó el Palacio Municipal.

  El 16 de agosto de 1711, en la ciudad de México se sintieron una serie de temblores recurrentes que duraron media hora, derribando muchas casas y edificios, haciendo que las campanas de las iglesias tocaran solas causando gran alarma y consternación. 

  El virrey, de su propio peculio, asistió a los damnificados y contribuyó a ña reconstrucción de las viviendas de los más necesitados.  En 1714 la colonia sufrió tal escasez originando hambre y peste.  En 1716 cayó sobre la capital una nevada como jamás se había visto.

  También por aquel entonces la Nueva España padeció una fuerte  helada que arruinó las cosechas produciendo una gran hambruna que el virrey combatió sin tardanza, ordenando el abaratamiento de granos y cereales e implantando un riguroso control de precios para evitar los abusos.  En todos estos males el virrey duque de Linares, dio ejemplo de caridad, entereza y nobleza.

  Benefactor de la cultura, el duque de Linares inauguró la primera biblioteca pública de México y estableció el primer museo de historia natural en América.  Expresó su afición por las expresiones artísticas refinadas al autorizar las primeras representaciones de opera de la Nueva España, que se dieron el palacio virreinal y a las cuales asistían invitados de todas las clases sociales, pues el virrey quiso que el gusto por la buena música se extendiera a toda la población.

  Finalmente, el esfuerzo por gobernar bien minó la ya quebrantada salud del virrey, quien renunció a su cargo y quedándose en México a morir, pues sus enfermedades no le permitieron realizar el viaje a España.

  Gobernó hasta el 15 de agosto de 1716 estableciendo su residencia en la ciudad de México.  Murió el 3 de junio de 1717, celebrándose unos suntuosos funerales en la iglesia de San Sebastián que entonces era del Carmen.

  Proveniente de una antigua familia inglesa asentada en España mucho tiempo atrás, el duque de Linares había castellanizado su apellido ---Lancaster, transformándolo en Alencastre, seguramente para no lastimar la sensibilidad de la Corte española, que veía con malos ojos a todo lo proveniente de sus rivales los ingleses.

 TRIGESIMO SEXTO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA

DON BALTAZAR DE ZÚÑIGA GUZMÁN

SOTOMAYOR Y MENDOZA – 1716 – 1722.

 


El 16 de agosto de 1716 llega a gobernar a la Nueva España don Baltazar de Zúñiga Guzmán Sotomayor y Mendoza, Marqués de Valero, de Ayamonte y Alenquer, Gentil Hombre de Cámara de su Majestad, de su Consejo, Cámara y Junta de Guerra de Indias, Virrey, Gobernador y Capitán General de la Nueva España y Presidente de la Real Audiencia.

  A poco de tomar posesión como virrey de la Nueva España, el marqués de Valero sufrió un atentado: un soldado de la Compañía de Alabarderos de palacio se lanzó sobre el gobernante, le quitó la espada e intentó clavársela en el vientre.  El virrey pudo esquivar el golpe mortal, pero no evitó que la hoja de metal rasgara su casaca y alcanzara a rozar su piel.  Detenido el agresor se comprobó que padecía de esquizofrenia, pero aun así fue condenado a muerte.  El marqués de Valero lo indultó y ordenó que fuese internado en el hospital San Hipólito, donde se atendía a los enfermos mentales.

  El marqués de Valero había servido a la monarquía española en diversos cargos públicos de importancia y cuando dejó el gobierno de la Nueva España, el rey Felipe V lo designó Presidente del Consejo de Indias, probando así que era un funcionario competente y que gozaba de toda la confianza del monarca.

 El marqués de Valero, que era un hombre de edad avanzada, sorprendió a los novohispanos: fue el primer virrey soltero, por lo cual la corte mexicana fue algo aburrida, sin los chistes y cotilleos que tradicionalmente se daban en torno a las señoras virreinas. Al mismo tiempo, se dijo, la falta de una mujer en el trono virreinal quizá contribuyó a que los gastos disminuyeran y pudieran aumentarse las partidas a las mejoras de diversas instituciones públicas, como el Tribunal de la Acordada ---encargado de perseguir a los delincuentes de los caminos---, al que el marqués de Valero dotó con fondos suficientes para que cumpliera eficazmente su misión.

  Durante su administración se dio por terminada la conquista de Nayarit, al someterse el último núcleo de indios sublevados. Una de las poblaciones tomo el nombre de San Francisco de Valero en su honor, fundó también el convento de Capuchinas.

  El marqués de Valero dejó en la Nueva España un grato recuerdo de su gobierno. Cuando fue llamado a España obedeció con tristeza, y aunque fue a ocupar un puesto prominente cerca del monarca, no pudo olvidar los esplendidos días que pasó aquí, a tal grado que al testar dispuso que a su muerte su corazón fuese traído a México y guardado en el convento de Capuchinas.  Gobernó hasta el 15 de octubre de 1722.

 TRIGESIMO SEPTIMO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.

DON JUAN DE ACUÑA Y BEJARANO – 1722 – 1734.

  


El 15 de octubre de 1722 toma posesión del gobierno de la Nueva España don juan de Acuña y Bejarano, Marquès de Casa Fuerte, Caballero de la Orden de Santiago, Comendador de Adelfa en la Alcántara, Capitán General de los Ejércitos, del Consejo de Guerra de su Majestad, Virrey, Gobernador y Capitán General de la Nueva España y Presidente de la Real Audiencia; títulos nobiliarios que le precedían.

  Inició su gobierno después de haber hecho su entrada solemne a la capital.  Era criollo nacido en Perú a finales del siglo XVII.  Fue uno de los mejores gobernantes, también soltero y de intachable honradez, enemigo de los favoritismos, reconocía siempre los méritos personales de sus colaboradores-

  La época de los buenos gobiernos y de grandes virreyes continuó con don Juan de Acuña.  Durante 12 años gobernó con sabiduría y buen tino, aunque su carácter frio y seco provocó cierta molestia en los festivos habitantes de la ciudad de México, porque el virrey, a quien disgustaban las diversiones populares por sus excesos, prohibió la celebración del carnaval en el centro de la capital y ordenó el traslado de tales regocijos al pueblo de Ixtacalco y al Paseo de la Viga, que el mandó trazar.

  El marqués de Casa Fuerte era bastante aburrido, sin embargo apoyó la publicación del primer periódico que hubo en la Nueva España, “La Gaceta de México”.  Sin embargo, los novohispanos le perdonaban su mal humor y su seriedad porque su buena administración llevó al reino a la bonanza económica, que permitió no sólo el crecimiento y progreso de la Nueva España, sino que produjo cuantiosos excedentes, en cantidades nunca vistas, que pudieron ser enviadas a la entonces decaída Corona española.

  Durante su administración envió en varios galeones once millones de pesos al monarca español Felipe V, llegando sin novedad al puerto de Cádiz.  Visitó las minas de Pachuca y activó la explotación del estaño; logró la definitiva pacificación de Nayarit por medio del mariscal don Juan Flores de San Pedro, tratada desde el año 1718; obtuvo del Papa la bula para erigir en colegiata la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe; estableció en Orizaba una fundición para la fabricación de cañones del ejército español.

  Mandó construir los edificios de la aduana y la casa de moneda, reglamentó las monedas redondas y les fijó su ley, mando higienizar el puerto de Veracruz, trató de expulsar a los ingleses de Belice infructuosamente, se estrenó el coro de la catedral de México y la reja mandada a fabricar a Macao, China; dispuso también que se establecieran en la calle de San Francisco todos los plateros, para poder vigilarlos en su fabricación de alhajas, pues estos no hacían caso de las leyes generando con esto abusos y corrupción.

  Don Juan de Acuña, marqués de Casa fuerte, murió en el ejercicio de su cargo debido a una extraña y desconocida enfermedad (posiblemente cancer), con el sentimiento del pueblo que lo respetaba y quería, el 17 de marzo de 1734.

  Fue sepultado con extraordinaria pompa acompañado de la casi totalidad del pueblo de la ciudad de México en la iglesia del convento de recoletos franciscanos de San Cosme, sitio al gustaba a ir diariamente a rezar y oír misa.

  Al morir este virrey, se publicó el ceremonial de entierros que sirvió de modelo para los gobernantes que después fallecieron en México.

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