Entradas populares

domingo, 6 de agosto de 2023

BOSQUEJO HISTÓRICO // Rafael Urista de Hoyos


NOVENO PRESIDENTE DE MEXICO

MIGUEL BARRAGÁN

Enero 28, de 1835 a febrero 27 de 1836

  Don Valentín Gómez Farías renuncia al interinato presidencial y a la misma vicepresidencia de la que era titular, inconforme porque Santa Anna, el presidente constitucional con licencia, derogó sus decretos reformistas y por su traición al sistema federal inclinándose ya por una república centralista.      Santa Anna, ante esta renuncia, nombra Presidente Interino de la República al general Miguel Barragán, continuando durante su gobierno el movimiento legislativo a favor de la reacción centralista.

  Para legalizar el centralismo se reunió un congreso con el carácter de constituyente  el que, después de una serie de aparentes discusiones, se adoptaron por fin por aquel congreso que se declaró constituyente reuniendo para ello a ambas cámaras, unas bases de constitución centralista que fueron promulgadas el 23 de octubre de 1835, y que dieron origen a la constitución vulgarmente conocida con el nombre de “Las Siete Leyes”.

  Por ella los gobiernos de los Estados estarían sujetos al gobierno central, se suprimían las legislaturas de los Estados, los cuales quedaban convertidos en Departamentos, y se substituían con juntas departamentales de cinco individuos que servían de consejeros al gobierno; pero las rentas públicas de los departamentos quedarían sujetas a las disposiciones del gobierno central.

  Al ocupar la presidencia Don Miguel gozaba de una excelente reputación ganada en los terrenos del patriotismo y en su lealtad a los principios republicanos.  Educado en la carrera de las armas, había formado parte del Ejército Trigarante y en 1825 tuvo el privilegio de lograr la rendición de las fuerzas españolas que se encontraban en poder de San Juan de Ulúa.

  Hombre elegante, de modales refinados y amplia cultura, su gobierno fue fugaz ---apenas un año y un mes--- pero suficiente para mostrar, cuando menos, su cariad cristiana.  Coherente con su profunda religiosidad, era común observarlo ayudando a los menesterosos.  Como gobernante, sus mayores prendas fueron la honestidad y la austeridad.  Le tocó conducir a la república del federalismo al centralismo.

  En febrero de 1836 don Miguel se encontraba atendiendo los asuntos de la guerra de Texas cuando una terrible enfermedad se apoderó de su persona.  En unos cuantos días la fiebre tifoidea acabó con su existencia.

 


DECIMO PRESIDENTE DE MÉXICO

LICENCIADO JOSE JUSTO CORRO

Febrero 27 de 1836 a Abril 1937.

  En plena lucha contra los sublevados y los separatistas texanos, muere en la ciudad de México el Presidente de la República en funciones general Miguel Barragán, y el Congreso designa para substituirlo al licenciado don José Justo Corro en forma provisional, ya que el presidente titular, Antonio López de Santa Anna, se encuentra en campaña militar en Texas.

  La muerte del Presidente Miguel Barragán lo elevó al poder.  Durante su mandato tuvo que enfrentar el desaliento que había cundido en el país al conocerse la derrota de Santa Anna en San Jacinto, Texas, y su posterior captura.

  Santanista de hueso colorado, y conservador de los más radicales, el Presidente Corro no sólo mando decir misas especiales con rogativas por la libertad de su admirado caudillo, sino que organizó colectas públicas, invento impuestos y llamó al pueblo para formar un nuevo ejército que rescatara a Santa Anna del cautiverio. Nadie le hizo caso.

A José Justo Corro le tocó poner en vigor la nueva constitución que en 1836 derogó a la de 1824.  Redactada por los centralistas conservadores bajo la guía de Lucas Alamán, la nueva carta magna, llamada de Las siete Leyes, acabó con el sistema federal y estableció como formad de gobierno la republica central.     La nueva ley abrogó el voto universal y lo limitó sólo a las personas que supieran leer y escribir.  La gran novedad fue que, al lado de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, apareció el supremo Poder Conservador, encargado de controlar a los otros.

  El Presidente era excesivamente religioso, débil a la hora de tomar decisiones y ajeno a los conocimientos militares, tan importantes en épocas de guerra.  Al terminar su gobierno se entregó a las prácticas religiosas con tanto afán que lo apodaron “El Santo”

 


DECIMO PRIMER PRESIDENTE DE MÉXICO

GENERAL NICOLÁS BRAVO

Presidente interino, julio 11 a 17 de 1839

Presidente Substituto, oct.26, 1842 a mayo 14, 1843

Presidente Interino, julio 28  agosto 6, 1846.

 Como insurgente, su trayectoria fue intachable.  Hombre de confianza de Morelos, guerrero valeroso y magnánimo ---en una ocasión perdonó la vida a 200 realistas---, Nicolás Bravo sobrevivió a los 11 años de guerra independentista, aunque pasó los últimos tres años en prisión al negarse a aceptar el indulto.

  Sin embargo, su reconocida reputación de nada le valió en el campo de la política.  En las tres ocasiones en que ocupó la presidencia fue sólo un títere más de Santa Anna.  Como gobernante fue medroso y tibio.  En ocasiones se limitó a otorgar indultos, conceder privilegios y dictar medidas de escasa importancia.  No se atrevió a tomar decisiones que ayudaran a aliviar la situación económica y política del país, a menos que el propio Santa Anna se lo ordenara.

  En 1842 el Presidente Nicolás Bravo disolvió el Congreso, que pretendía discutir una nueva constitución que a todas luces atentaba contra los intereses personales de Santa Anna.  Sin pensarlo mucho, y obedeciendo las ordenes de su jefe, ordenó a la policía que aprehendiera a los diputados y los encarcelara.  Pero tuvo la ocasión de subsanar sus dislates políticos.  El 13 de septiembre de 1847 Bravo encabezó la defensa del Castillo de Chapultepec contra los invasores angloamericanos logrando su reconciliación con la Patria.

  El día 13 de septiembre de 1847 el general invasor Winfield Scott ordenó el ataque a Chapultepec, que había quedado aislado y que como es bien sabido, es una montaña cubierta de bosque, en cuya cima existía una casa de recreo de los antiguos virreyes, impropiamente llamada castillo, destinada por entonces a Colegio Militar, y ligeramente fortificada.  La guarnición de ese punto la formaban unos ochocientos treinta y dos hombres, con siete cañones, incluyendo entre aquellos a los cadetes de dicho colegio, y que estaba mandado por el general Nicolás Bravo.  Los invasores contaban con cinco mil atacantes con27 cañones.

  Ante esa abismal diferencia de fuerzas el general bravo pidió refuerzos, pero el general Santa Anna se negó sospechosamente a dárselos ya que al parecer el traidor ya entonces practicaba lo que andando el tiempo, otro traidor, bautizó es práctica traicionera como “abrazos no balazos”. 

  Los alumnos del colegio se batieron como demonios, muriendo seis de ellos, siendo heridos cuatro, quedando prisioneros el director del colegio general José María Monterde, varios de sus subordinados y treinta y siete alumnos, entre ellos el que más adelante figuraría como una de las grandes figuras de la historia, cadete Miguel Miramón. Todos ellos fueron liberados tiempo después por el general Scott, incluyendo al general Nicolás Bravo.

0 comentarios:

Publicar un comentario