NOVENO PRESIDENTE DE MEXICO
MIGUEL
BARRAGÁN
Enero 28, de
1835 a febrero 27 de 1836
Don Valentín Gómez Farías
renuncia al interinato presidencial y a la misma vicepresidencia de la que era
titular, inconforme porque Santa Anna, el presidente constitucional con
licencia, derogó sus decretos reformistas y por su traición al sistema federal
inclinándose ya por una república centralista. Santa Anna, ante esta renuncia, nombra Presidente
Interino de la República al general Miguel Barragán, continuando durante su
gobierno el movimiento legislativo a favor de la reacción centralista.
Para legalizar el
centralismo se reunió un congreso con el carácter de constituyente el que, después de una serie de aparentes
discusiones, se adoptaron por fin por aquel congreso que se declaró
constituyente reuniendo para ello a ambas cámaras, unas bases de constitución
centralista que fueron promulgadas el 23 de octubre de 1835, y que dieron
origen a la constitución vulgarmente conocida con el nombre de “Las Siete
Leyes”.
Por ella los gobiernos
de los Estados estarían sujetos al gobierno central, se suprimían las
legislaturas de los Estados, los cuales quedaban convertidos en Departamentos,
y se substituían con juntas departamentales de cinco individuos que servían de
consejeros al gobierno; pero las rentas públicas de los departamentos quedarían
sujetas a las disposiciones del gobierno central.
Al ocupar la
presidencia Don Miguel gozaba de una excelente reputación ganada en los
terrenos del patriotismo y en su lealtad a los principios republicanos. Educado en la carrera de las armas, había
formado parte del Ejército Trigarante y en 1825 tuvo el privilegio de lograr la
rendición de las fuerzas españolas que se encontraban en poder de San Juan de
Ulúa.
Hombre elegante, de
modales refinados y amplia cultura, su gobierno fue fugaz ---apenas un año y un
mes--- pero suficiente para mostrar, cuando menos, su cariad cristiana. Coherente con su profunda religiosidad, era
común observarlo ayudando a los menesterosos.
Como gobernante, sus mayores prendas fueron la honestidad y la
austeridad. Le tocó conducir a la
república del federalismo al centralismo.
En febrero de 1836 don Miguel se encontraba
atendiendo los asuntos de la guerra de Texas cuando una terrible enfermedad se
apoderó de su persona. En unos cuantos
días la fiebre tifoidea acabó con su existencia.
DECIMO PRESIDENTE DE MÉXICO
LICENCIADO JOSE JUSTO CORRO
Febrero 27 de 1836 a Abril 1937.
En plena lucha contra
los sublevados y los separatistas texanos, muere en la ciudad de México el
Presidente de la República en funciones general Miguel Barragán, y el Congreso
designa para substituirlo al licenciado don José Justo Corro en forma
provisional, ya que el presidente titular, Antonio López de Santa Anna, se
encuentra en campaña militar en Texas.
La muerte del
Presidente Miguel Barragán lo elevó al poder.
Durante su mandato tuvo que enfrentar el desaliento que había cundido en
el país al conocerse la derrota de Santa Anna en San Jacinto, Texas, y su
posterior captura.
Santanista de hueso
colorado, y conservador de los más radicales, el Presidente Corro no sólo mando
decir misas especiales con rogativas por la libertad de su admirado caudillo,
sino que organizó colectas públicas, invento impuestos y llamó al pueblo para
formar un nuevo ejército que rescatara a Santa Anna del cautiverio. Nadie le
hizo caso.
A José Justo Corro le tocó poner en vigor la nueva
constitución que en 1836 derogó a la de 1824.
Redactada por los centralistas conservadores bajo la guía de Lucas
Alamán, la nueva carta magna, llamada de Las siete Leyes, acabó con el sistema
federal y estableció como formad de gobierno la republica central. La nueva ley abrogó el voto universal y lo
limitó sólo a las personas que supieran leer y escribir. La gran novedad fue que, al lado de los
poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, apareció el supremo Poder Conservador,
encargado de controlar a los otros.
El Presidente era
excesivamente religioso, débil a la hora de tomar decisiones y ajeno a los
conocimientos militares, tan importantes en épocas de guerra. Al terminar su gobierno se entregó a las
prácticas religiosas con tanto afán que lo apodaron “El Santo”
DECIMO PRIMER PRESIDENTE DE MÉXICO
GENERAL NICOLÁS BRAVO
Presidente interino, julio 11 a 17 de 1839
Presidente Substituto, oct.26, 1842 a mayo 14, 1843
Presidente Interino, julio 28
agosto 6, 1846.
Sin embargo, su
reconocida reputación de nada le valió en el campo de la política. En las tres ocasiones en que ocupó la
presidencia fue sólo un títere más de Santa Anna. Como gobernante fue medroso y tibio. En ocasiones se limitó a otorgar indultos,
conceder privilegios y dictar medidas de escasa importancia. No se atrevió a tomar decisiones que ayudaran
a aliviar la situación económica y política del país, a menos que el propio
Santa Anna se lo ordenara.
En 1842 el Presidente
Nicolás Bravo disolvió el Congreso, que pretendía discutir una nueva
constitución que a todas luces atentaba contra los intereses personales de
Santa Anna. Sin pensarlo mucho, y
obedeciendo las ordenes de su jefe, ordenó a la policía que aprehendiera a los
diputados y los encarcelara. Pero tuvo
la ocasión de subsanar sus dislates políticos.
El 13 de septiembre de 1847 Bravo encabezó la defensa del Castillo de
Chapultepec contra los invasores angloamericanos logrando su reconciliación con
la Patria.
El día 13 de
septiembre de 1847 el general invasor Winfield Scott ordenó el ataque a
Chapultepec, que había quedado aislado y que como es bien sabido, es una
montaña cubierta de bosque, en cuya cima existía una casa de recreo de los
antiguos virreyes, impropiamente llamada castillo, destinada por entonces a
Colegio Militar, y ligeramente fortificada.
La guarnición de ese punto la formaban unos ochocientos treinta y dos
hombres, con siete cañones, incluyendo entre aquellos a los cadetes de dicho
colegio, y que estaba mandado por el general Nicolás Bravo. Los invasores contaban con cinco mil
atacantes con27 cañones.
Ante esa abismal
diferencia de fuerzas el general bravo pidió refuerzos, pero el general Santa
Anna se negó sospechosamente a dárselos ya que al parecer el traidor ya
entonces practicaba lo que andando el tiempo, otro traidor, bautizó es práctica
traicionera como “abrazos no balazos”.
Los alumnos del
colegio se batieron como demonios, muriendo seis de ellos, siendo heridos
cuatro, quedando prisioneros el director del colegio general José María
Monterde, varios de sus subordinados y treinta y siete alumnos, entre ellos el
que más adelante figuraría como una de las grandes figuras de la historia,
cadete Miguel Miramón. Todos ellos fueron liberados tiempo después por el
general Scott, incluyendo al general Nicolás Bravo.
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