Rafael Urista de Hoyos / Cronista e Historiador
AGOSTO 07 1847
El ejército del
general Scott había marchado desde Puebla rumbo a México el día 7 de agosto,
integrado por 4 divisiones, en su mayor parte de infantería, con sus baterías
respectivas, una brigada de caballería, un batallón de marinos agregado a la 4ª
división y de un numeroso y selecto cuerpo de ingenieros. Las tres primeras divisiones eran de tropa
regular o veterana, la última de voluntarios, sumando todo cerca de 12,000
hombres, 30 piezas de artillería, y 600 carros con fuertes mulas de tiro, amén
de innumerable personal de aventureros y comerciantes norteamericanos
cosmopolitas que alargaban desmesuradamente su retaguardia, bien escoltada por
algunos escuadrones de caballería, secciones de infantes voluntarios y piezas
ligeras.
El general Scott
pulsó bien el estado de defensa en que se encontraba la ciudad de México;
comprendió que se destacaba al oriente de ella el aislado cerro del Peñón,
poderosamente fortificado en su cima y cuyos alrededores podrían fácilmente ser
anegados, levantando las compuertas de lagos y canales próximos: en vista de lo cual cambió sus plan de
operaciones, rodeando las defensas orientales de la plaza, pasando al sur de
los lagos Chalco y Xochimilco hasta llegar a Tlalpan, desde cuyo punto
intentaría lanzar sus columnas sobre San Antonio y San Ángel; finalmente todos
esos movimientos fueron ejecutados con precisión, hostilizados de cuando en
cuando por nuestra caballería, haciendo cambiar a su vez el plan de resistencia
del general Santa Anna.
Los reconocimientos
del adversario principiaron activamente, partiendo sus secciones de ingenieros
de Tlalpan sobre los puntos avanzados de San Antonio, teniéndose conocimiento
entonces de que se desprendía del camino carretero de Tlalpan, otro de
herradura que atraviesa por el Pedregal, desembocando en la hacienda de Peña
Pobre, cerca del rancho de Padierna, en el camino carretero de San Ángel al
pueblo de Contreras. Por el lado
mexicano, la división del general Valencia, como dijimos antes, había llegado
violentamente a San Ángel, con orden del general Santa Anna de estar a la
expectativa de la actitud del enemigo, amagando su flanco izquierdo y
moviéndose hacia el rancho de Padierna, cuyo punto fue reconocido por el mismo
Valencia.
Sata Anna a lo que
se cree para ganar tiempo, entró en correspondencia secreta con el enemigo,
aprovechando la llegada de un plenipotenciario al campamento de Scott,
haciéndole propuestas vergonzosas que no pensaba cumplir, y recibiendo dinero
de los invasores. Así pudo detener a
Scott en Puebla hasta los primeros días de agosto, en que, habiendo recibido el
jefe yanqui, gran cantidad de refuerzos en hombres y material de guerra, marchó
sobre la capital de la capital de la República, con once mil hombres y cuarenta
piezas de artillería.
AGOSTO 17 1847
El general Valencia
había sido nombrado jefe de los restos del Ejército del Norte, algo más de
cuatro mil hombres, con doce cañones; y como el plan de Santa Anna era
netamente defensivo, le había prevenido que se limitara a observar
detenidamente al enemigo, atacándole solamente por la retaguardia en caso de
que embistiera contra algunas de las posiciones de la línea de defensa. Paro a pesar de estar órdenes terminantes,
Valencia se obstinó en situarse en las Lomas de Padierna para disputarle el
paso al invasor que se encontraba en Tlalpan.
Resuelto el general
Valencia a librar batalla a los invasores, cortándoles el camino que va de
Tlalpan a San Ángel, tomando posiciones en Padierna, colocando en la loma de
Cuautitlán sus baterías, apoyadas por la división del general Ignacio Mejía,
situada en el mismo rancho de Padierna, colocándose otra de infantería hacia la
izquierda con el cuerpo de San Luis Potosí; y a la derecha los auxiliares y
activos de Celaya, Guanajuato y Querétaro, formando una brigada al mando del
teniente coronel Cabrera.
El emplazamiento de
la artillería era por demás defectuoso, pues en lugar de efectuar sus fuegos
sobre el frente de la batalla, para defenderla, hacía divergentes sus líneas de
tiro, y dispersaba sus proyectiles. Sin
embargo, como la fuerza de que disponía no era bastante para ocupar una línea
tan extensa, parecía más conveniente abandonar Padierna, concretándose a
defender las Lomas de Anzaldo y el bosque de San Gerónimo, que presentaban
mejores elementos, con varios edificios que podían prolongar la resistencia,
hasta la llegada de refuerzos que vendrían por la retaguardia enemiga; y en
caso de desgracia, las tropas hallarían modo de retirarse en forma ordenada y
con todos sus pertrechos. Más al ocupar
solamente las lomas rasas de Padierna, quedó libre el enemigo para cortar
nuestra línea de retirada, ocupando el bosque de San Gerónimo, camino indicado
para rodear nuestra posición y atacarla por la retaguardia.
AGOSTO 19
1947
A las dos de la
tarde, se avistaron las tropas enemigas que en dos columnas paralelas
ascendieron las altas lomas de Zacatepec, desde donde nuestro campo era
perfectamente dominado y sobre empezó a hacer sus fuegos una batería ligera
angloamericana, a la que se respondió con tiros inciertos, por lo escabroso del
terreno, la artillería de Cuautitlán.
Las columnas enemigas avanzaron a la carga sobre el rancho de Padierna,
cuyas avanzadas rompieron sobre el punto un vivísimo fuego de fusilería. El general Valencia hizo llevar las reservas
situadas en Anzaldo al centro de la línea de batalla, abandonando, torpemente,
aquel punto que pudo haber sido defendido con energía y éxito, por ser un
edificio solido y rodeado de defensas naturales del terreno, punto tanto más
importante cuanto que cerraba la izquierda de nuestra línea.
El general Scott, con
el intento de envolverla cortando la retirada y cayendo a retaguardia de
nuestras posiciones, hizo adelantar tropas de infantería por el Pedregal de San
Ángel, donde quedaron ocultas, yendo luego a apoderarse de Anzaldo, para
continuar en orden disperso su movimiento envolvente a nuestra izquierda, hasta
ocupar el bosque de San Gerónimo, el que, parece increíble no haya fijado su
atención el general Valencia. Los
invasores fueron llegando a él lentamente, haciéndose fuertes para amagar la
retaguardia mexicana.
Entretanto las
columnas invasoras asaltantes de Padierna, después de un reñido combate en el
que cayó herido el general Parrodi, hicieron retirarse en buen orden a la
brigada mexicana que defendía el rancho, cayendo éste que no había sido
fortificado, ni siquiera ocupado radicalmente, en poder del enemigo, quien lo
fortificó y aspilleró totalmente, rompiendo un juego terrible tras de sus muros
sobre las lomas donde jugaba nuestra artillería.
En estos momentos,
Valencia comprende el peligro que hay de que su adversario siga ocupando el
bosque de San Gerónimo; y manda al regimiento de Guanajuato a que se apodere de
él, desalojando a los americanos. Se efectuó exitosamente la carga de los
mexicanos, pero un sólo cuerpo es impotente para mantener ocupada una posición
que es recuperada por la caballería enemiga y tras inútil refriega, el
regimiento tiene que volver grupas, diezmado por un fuego espantoso. Entonces Valencia, tras este fracaso y notando
que los yanquis del bosque, orgullosos con su triunfo y aumentándose su número
cada vez más, intentan una salida para dar un contragolpe, ordenando al general
Torrejón que cargue con toda la caballería y tome el bosque a toda costa. De
nuevo envía también repetidos avisos al general Santa Anna que se encuentra muy
cerca con su fuerte división, pidiéndole ataque al enemigo por la retaguardia
con lo que el triunfo sería completo, evitando así el peligro inminente de una
terrible derrota.
La segunda carga de
nuestra caballería se realiza con vigoroso ímpetu, recibiéndola la infantería
americana, tras el bosque, con los nutridos fuegos de sus rifles. En el lindero se traba un encarnizado combate
en el que nuestra caballería tuvo que retroceder imposibilitada en absoluto de
obrar en terreno quebrado y obstruido, sobre infantería que, bien oculta en la
espesura del bosque, pudo aniquilar impunemente a su adversario. El obstinado
Valencia, con anticipación del ataque de la caballería sobre San Gerónimo,
había destacado una batería apoyada por dos batallones en el camino de San
Ángel, para batir el citado bosque, intentando impedir la llegada de nuevos
refuerzos.
Cuando la batalla se
había generalizado, en el preciso instante crítico en que las baterías de las
lomas batían, sostenidas por cuerpos de infantería, el rancho de Padierna,
preparándose a recobrarlo por un esfuerzo supremo; cuando de nuevo se rechazaba
a tropas invasoras ante los magueyales del camino y se reformaba a nuestra
retaguardia la caballería, pareció como anuncio de salvación y victoria para el
ejército mexicano, la división del general Pérez enviada por Santa Anna,
desplegando en batalla sobre elevado y extenso lomerío, apoyando su extrema
izquierda con una batería ligera que envió sobre San Gerónimo algunos
proyectiles. La presencia de aquellas
tropas, frescas y numerosas, en las Lomas del Toro, por donde apareció el
general Santa Anna amenazando San Gerónimo e intentando unirse a Valencia,
dividiendo así al ejercito invasor, de un modo fácil y decisivo para la derrota
del enemigo y sin embargo Santa Anna y su tropa seguían estacionadas en la Loma
del Toro sin lanzarse con todo sobre el enemigo que ya estaba lanzándose sobre
Valencia y los mexicanos.
Era que Valencia
creía que el general presidente viéndole en aquel conflicto que al punto podía
resolverse en victoria, caería sobre el americano, cortándole, como hemos
dicho, sin que pudiese ni siquiera escapar.
Efectivamente, tan crítica se hizo la situación para el ejército invasor
al aparecer la división de Santa Anna en la Loma del Toro y a su retaguardia,
que el general Scott, quien desde el cerro de Zacatepec observaba todas las
peripecias de la batalla, tuvo un ademan de desesperación, y principio a
ordenar la retirada, comprendiendo la magnitud del peligro en que súbitamente
lo ponía la presencia hostil de la nueva división del ejército mexicano.
Continúa en la decimo primera parte.







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