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domingo, 21 de diciembre de 2025

INVASIÓN NORTEAMERICANA CRONOLOGÍA. ( Décima parte).


Rafael Urista de Hoyos / Cronista e Historiador

AGOSTO  07   1847               

  El ejército del general Scott había marchado desde Puebla rumbo a México el día 7 de agosto, integrado por 4 divisiones, en su mayor parte de infantería, con sus baterías respectivas, una brigada de caballería, un batallón de marinos agregado a la 4ª división y de un numeroso y selecto cuerpo de ingenieros.  Las tres primeras divisiones eran de tropa regular o veterana, la última de voluntarios, sumando todo cerca de 12,000 hombres, 30 piezas de artillería, y 600 carros con fuertes mulas de tiro, amén de innumerable personal de aventureros y comerciantes norteamericanos cosmopolitas que alargaban desmesuradamente su retaguardia, bien escoltada por algunos escuadrones de caballería, secciones de infantes voluntarios y piezas ligeras.

  El general Scott pulsó bien el estado de defensa en que se encontraba la ciudad de México; comprendió que se destacaba al oriente de ella el aislado cerro del Peñón, poderosamente fortificado en su cima y cuyos alrededores podrían fácilmente ser anegados, levantando las compuertas de lagos y canales próximos:  en vista de lo cual cambió sus plan de operaciones, rodeando las defensas orientales de la plaza, pasando al sur de los lagos Chalco y Xochimilco hasta llegar a Tlalpan, desde cuyo punto intentaría lanzar sus columnas sobre San Antonio y San Ángel; finalmente todos esos movimientos fueron ejecutados con precisión, hostilizados de cuando en cuando por nuestra caballería, haciendo cambiar a su vez el plan de resistencia del general Santa Anna.

  Los reconocimientos del adversario principiaron activamente, partiendo sus secciones de ingenieros de Tlalpan sobre los puntos avanzados de San Antonio, teniéndose conocimiento entonces de que se desprendía del camino carretero de Tlalpan, otro de herradura que atraviesa por el Pedregal, desembocando en la hacienda de Peña Pobre, cerca del rancho de Padierna, en el camino carretero de San Ángel al pueblo de Contreras.  Por el lado mexicano, la división del general Valencia, como dijimos antes, había llegado violentamente a San Ángel, con orden del general Santa Anna de estar a la expectativa de la actitud del enemigo, amagando su flanco izquierdo y moviéndose hacia el rancho de Padierna, cuyo punto fue reconocido por el mismo Valencia.

   Sata Anna a lo que se cree para ganar tiempo, entró en correspondencia secreta con el enemigo, aprovechando la llegada de un plenipotenciario al campamento de Scott, haciéndole propuestas vergonzosas que no pensaba cumplir, y recibiendo dinero de los invasores.  Así pudo detener a Scott en Puebla hasta los primeros días de agosto, en que, habiendo recibido el jefe yanqui, gran cantidad de refuerzos en hombres y material de guerra, marchó sobre la capital de la capital de la República, con once mil hombres y cuarenta piezas de artillería.

AGOSTO  17   1847

  El general Valencia había sido nombrado jefe de los restos del Ejército del Norte, algo más de cuatro mil hombres, con doce cañones; y como el plan de Santa Anna era netamente defensivo, le había prevenido que se limitara a observar detenidamente al enemigo, atacándole solamente por la retaguardia en caso de que embistiera contra algunas de las posiciones de la línea de defensa.  Paro a pesar de estar órdenes terminantes, Valencia se obstinó en situarse en las Lomas de Padierna para disputarle el paso al invasor que se encontraba en Tlalpan.

  Resuelto el general Valencia a librar batalla a los invasores, cortándoles el camino que va de Tlalpan a San Ángel, tomando posiciones en Padierna, colocando en la loma de Cuautitlán sus baterías, apoyadas por la división del general Ignacio Mejía, situada en el mismo rancho de Padierna, colocándose otra de infantería hacia la izquierda con el cuerpo de San Luis Potosí; y a la derecha los auxiliares y activos de Celaya, Guanajuato y Querétaro, formando una brigada al mando del teniente coronel Cabrera. 

  El emplazamiento de la artillería era por demás defectuoso, pues en lugar de efectuar sus fuegos sobre el frente de la batalla, para defenderla, hacía divergentes sus líneas de tiro, y dispersaba sus proyectiles.  Sin embargo, como la fuerza de que disponía no era bastante para ocupar una línea tan extensa, parecía más conveniente abandonar Padierna, concretándose a defender las Lomas de Anzaldo y el bosque de San Gerónimo, que presentaban mejores elementos, con varios edificios que podían prolongar la resistencia, hasta la llegada de refuerzos que vendrían por la retaguardia enemiga; y en caso de desgracia, las tropas hallarían modo de retirarse en forma ordenada y con todos sus pertrechos.  Más al ocupar solamente las lomas rasas de Padierna, quedó libre el enemigo para cortar nuestra línea de retirada, ocupando el bosque de San Gerónimo, camino indicado para rodear nuestra posición y atacarla por la retaguardia.

  AGOSTO  19   1947

  A las dos de la tarde, se avistaron las tropas enemigas que en dos columnas paralelas ascendieron las altas lomas de Zacatepec, desde donde nuestro campo era perfectamente dominado y sobre empezó a hacer sus fuegos una batería ligera angloamericana, a la que se respondió con tiros inciertos, por lo escabroso del terreno, la artillería de Cuautitlán.  Las columnas enemigas avanzaron a la carga sobre el rancho de Padierna, cuyas avanzadas rompieron sobre el punto un vivísimo fuego de fusilería.  El general Valencia hizo llevar las reservas situadas en Anzaldo al centro de la línea de batalla, abandonando, torpemente, aquel punto que pudo haber sido defendido con energía y éxito, por ser un edificio solido y rodeado de defensas naturales del terreno, punto tanto más importante cuanto que cerraba la izquierda de nuestra línea.

  El general Scott, con el intento de envolverla cortando la retirada y cayendo a retaguardia de nuestras posiciones, hizo adelantar tropas de infantería por el Pedregal de San Ángel, donde quedaron ocultas, yendo luego a apoderarse de Anzaldo, para continuar en orden disperso su movimiento envolvente a nuestra izquierda, hasta ocupar el bosque de San Gerónimo, el que, parece increíble no haya fijado su atención el general Valencia.  Los invasores fueron llegando a él lentamente, haciéndose fuertes para amagar la retaguardia mexicana.

  Entretanto las columnas invasoras asaltantes de Padierna, después de un reñido combate en el que cayó herido el general Parrodi, hicieron retirarse en buen orden a la brigada mexicana que defendía el rancho, cayendo éste que no había sido fortificado, ni siquiera ocupado radicalmente, en poder del enemigo, quien lo fortificó y aspilleró totalmente, rompiendo un juego terrible tras de sus muros sobre las lomas donde jugaba nuestra artillería.

  En estos momentos, Valencia comprende el peligro que hay de que su adversario siga ocupando el bosque de San Gerónimo; y manda al regimiento de Guanajuato a que se apodere de él, desalojando a los americanos. Se efectuó exitosamente la carga de los mexicanos, pero un sólo cuerpo es impotente para mantener ocupada una posición que es recuperada por la caballería enemiga y tras inútil refriega, el regimiento tiene que volver grupas, diezmado por un fuego espantoso.  Entonces Valencia, tras este fracaso y notando que los yanquis del bosque, orgullosos con su triunfo y aumentándose su número cada vez más, intentan una salida para dar un contragolpe, ordenando al general Torrejón que cargue con toda la caballería y tome el bosque a toda costa. De nuevo envía también repetidos avisos al general Santa Anna que se encuentra muy cerca con su fuerte división, pidiéndole ataque al enemigo por la retaguardia con lo que el triunfo sería completo, evitando así el peligro inminente de una terrible derrota.

  La segunda carga de nuestra caballería se realiza con vigoroso ímpetu, recibiéndola la infantería americana, tras el bosque, con los nutridos fuegos de sus rifles.  En el lindero se traba un encarnizado combate en el que nuestra caballería tuvo que retroceder imposibilitada en absoluto de obrar en terreno quebrado y obstruido, sobre infantería que, bien oculta en la espesura del bosque, pudo aniquilar impunemente a su adversario. El obstinado Valencia, con anticipación del ataque de la caballería sobre San Gerónimo, había destacado una batería apoyada por dos batallones en el camino de San Ángel, para batir el citado bosque, intentando impedir la llegada de nuevos refuerzos.

  Cuando la batalla se había generalizado, en el preciso instante crítico en que las baterías de las lomas batían, sostenidas por cuerpos de infantería, el rancho de Padierna, preparándose a recobrarlo por un esfuerzo supremo; cuando de nuevo se rechazaba a tropas invasoras ante los magueyales del camino y se reformaba a nuestra retaguardia la caballería, pareció como anuncio de salvación y victoria para el ejército mexicano, la división del general Pérez enviada por Santa Anna, desplegando en batalla sobre elevado y extenso lomerío, apoyando su extrema izquierda con una batería ligera que envió sobre San Gerónimo algunos proyectiles.  La presencia de aquellas tropas, frescas y numerosas, en las Lomas del Toro, por donde apareció el general Santa Anna amenazando San Gerónimo e intentando unirse a Valencia, dividiendo así al ejercito invasor, de un modo fácil y decisivo para la derrota del enemigo y sin embargo Santa Anna y su tropa seguían estacionadas en la Loma del Toro sin lanzarse con todo sobre el enemigo que ya estaba lanzándose sobre Valencia y los mexicanos.

  Era que Valencia creía que el general presidente viéndole en aquel conflicto que al punto podía resolverse en victoria, caería sobre el americano, cortándole, como hemos dicho, sin que pudiese ni siquiera escapar.  Efectivamente, tan crítica se hizo la situación para el ejército invasor al aparecer la división de Santa Anna en la Loma del Toro y a su retaguardia, que el general Scott, quien desde el cerro de Zacatepec observaba todas las peripecias de la batalla, tuvo un ademan de desesperación, y principio a ordenar la retirada, comprendiendo la magnitud del peligro en que súbitamente lo ponía la presencia hostil de la nueva división del ejército mexicano.

                                                      Continúa en la decimo primera parte.

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