POR LA VIDA HAN TRANSITADO dirigentes sindicales que orgullosamente presumieron su compadrazgo con una leyenda: Don Fidel Velázquez Sánchez.
También hijos de líderes obreros que se asumen como ahijados
de quien por décadas fue soporte y equilibrio del sistema político mexicano.
Esas hipótesis, son parte de una falsedad.
El máximo dirigente
que ha tenido el movimiento obrero nunca incluyó en su vida compadres, ni
ahijados.
La razón tiene sustento y respaldo en la voz del arquitecto
Fidel Velázquez Quintana (hijo del hombre que durante décadas fue sinónimo de
poder), mi padre siempre demostró ser anticlerical.
Protagonista de
batallas políticas que lo llevaron a confrontarse con grandes personajes de la
historia mexicana, don Fidel Velázquez fue centro de la polémica y la
controversia.
Pocos rasgos
sentimentales se tienen del hombre férreo que encabezó luchas, huelgas,
movimientos, reyertas y debates.
Un ejemplo: La ternura que le afloraba cuando escuchaba “Aquellos
ojos verdes”, una canción popular escrita en 1929 por los músicos cubanos
Adolfo Utrera y Nilo Menéndez.
El bolero, que solía escuchar con viva melancolía, estaba
íntimamente ligado a su esposa, doña Nora Quintana.
También presente la frase:
“Si me fuera dado
cambiar algo en México, cambiaría la sociedad actual, porque es injusta”.
Un relato vinculante.
En personal conversación durante un viaje a Tijuana, Baja
California, externó esa frase que perdura plasmada en el pedestal de la estatua
de cuatro metros y medio de altura colocada en Monterrey, Nuevo León.
Justamente en la antigua calle Libertad. Ahora se llama:
Avenida Fidel Velázquez Sánchez. Ahí está.
Fue elaborada con 10
toneladas de bronce. Instalada en la mismísima cuna de los grupos empresariales
más poderosos de México.
Conocida la decisión de que sería instalada en pleno
Monterrey, vino el asombro. Surgió el alboroto empresarial.
En contraparte los obreros diseñaron estrategias para
manifestarse y evitar que todo quedara en un proyecto.
En la ciudad que reúne apellidos de prosapia. Donde el
linaje y los grandes corporativos tienen su orgullo. Ahí mismo está la efigie
del dirigente obrero.
Un antecedente.
Fría mañana del mes
de enero. Sobre la mesa, las tazas de café. Un sobrio desayuno y una extensa,
profunda, conversación entre los comensales.
El lugar donde se desarrolla la charla, es el restaurante
del Hotel Los Magueyes en Saltillo, Coahuila.
Con larga trayectoria
política, el espléndido orador y legislador guerrerense Jorge Montúfar Araujo
se dirige a su tocayo Jorge Masso Masso y al relator del acontecimiento.
Don Fidel Velázquez, apunta Montúfar, es sinónimo de
equilibrio. El sistema político no podría entenderse sin la sabiduría y
conciencia social que ha demostrado.
En diversas
sucesiones presidenciales, añadió, ha sido el Fiel de la Balanza.
No hay diputado
federal, presidente municipal, senador, gobernador o dirigente estatal de la
CTM, que no haya sido avalado por don Fidel.
La sensatez de don
Fidel y su sabiduría, han sido elementos básicos para conseguir la armonía
económica, política y social de México, apuntó el político guerrerense.
Ah, dice Jorge Masso, en esa mesa está el joven que
construyó los monumentos de la Reforma aquí en Saltillo. Él trabaja en un
bosquejo de una estatua para don Fidel.
Era Cuauhtémoc Zamudio, egresado de La Esmeralda quien años
después trabajaría en los relieves del Papa Juan Pablo II y Miss México.
Artista radicado en la colonia Del Valle regia.
Terminada la charla,
el virtuoso artesano y quien esto escribe acordaron una cita en un taller de la
colonia Panamericana en el Distrito Federal.
Ahí estaba, impresionante, la figura del líder obrero. El
fundador de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), que asumió su
liderazgo en 1941 y solamente la dejó el día de su muerte en 1997.
La imagen pasaba por el proceso de la llamada cera perdida.
Pactaron un reportaje que se publicaría en La Prensa en
marzo de 1980, dos meses después sería inaugurada por el Presidente José López
Portillo, con la presencia del gobernador Alfonso Martínez Domínguez. Y el
principal promotor de la escultura: Raúl Caballero Escamilla, dirigente de la
Federación estatal cetemista.
Por cierto, quien
escribe este relato conserva una reproducción en miniatura de 40 centímetros de
altura, que generosamente fue obsequiada por Cuauhtémoc Zamudio.
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