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domingo, 2 de abril de 2023

BOSQUEJO HISTÓRICO // Rafael Urista de Hoyos

BOSQUEJO HISTÓRICO  10  

 TRIGESIMO OCTAVO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.

DON JUAN ANTONIO DE VIZARRÓN Y EGUIARRETA  1734-1740.

  


Después de la muerte del virrey marqués de Casa Fuerte, se reunió la real audiencia presidida por el marqués de Villa Hermosa para abrir el “pliego de mortaja” (un sobre cerrado con el pliego conteniendo el nombre del próximo virrey) encontrándose que era designado virrey de la Nueva España, don Juan Antonio Vizarrón de Eguiarreta, del Consejo de su Majestad, Sumiller de Cortina, Arzobispo de México y Presidente de la Real Audiencia quien tomó posesión y gobernó hasta el 17 de agosto de 1740.

  Lamentablemente, durante su gobierno, una catástrofe estremeció a la Nueva España: una epidemia de “matlazáhuatl” mató a casi cuarenta mil personas en la ciudad de México, y otras doscientas mil en el resto del país.  El arzobispo virrey hizo todo lo posible para remediar, con los limitados recursos médicos de la época, los efectos de la epidemia.

  Superada la emergencia, consagró su esfuerzo a continuar la buena administración de sus antecesores.  Por una parte, obtuvo grandes éxitos en el combate a los gavilleros y asaltantes rurales, y por otra, logró incrementar la producción de oro y plata, lo que permitió, además de los caudales regulares que se mandaban a España, enviar un generoso donativo a nombre de los novohispanos para la reconstrucción del palacio real de Madrid.

  Durante su gobierno además de la terrible epidemia entre los indios, se sublevaron los indígenas de Sonora; se renovó el palacio arzobispal y se construyó el colegio apostólico de San Fernando.  Tras entregar el mando a su sucesor, don Antonio de Vizarrón continuó siendo arzobispo de México hasta su muerte.

 TRIGESIMO NOVENO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.

DON PEDRO DE CASTRO FIGUEROA Y SALAZAR  1740 – 1741.

  


Don Pedro de Castro Figueroa y Salazar, Duque de la Conquista, Marqués de García Real, Caballero de Castilsera en la de Calatrava, Capitán General de los Ejércitos de su Majestad, de su Supremo Consejo de Guerra, Sargento Mayor e Inspector de sus reales guardias de Infantería española, Gentil hombre de Cámara con entrada de su Majestad Siciliana, Virrey, Gobernador y Capitán General de la Nueva España y Presidente de la Real Audiencia.

  La mala suerte persiguió al virrey duque de la conquista.  Antes de llegar a México, su barco venía siendo perseguido por piratas holandeses e ingleses.  El navío fue abordado y los bucaneros se dedicaron a saquearlo.  El nuevo virrey, temeroso de caer prisionero, saltó por la borda salvando, en vez de sus títulos y nombramiento, un perrito faldero al que quería mucho ganándose con esto una fuerte reprimenda del rey.

Al llegar a la ciudad de México, la audiencia no autorizó su toma de posesión, en virtud de que carecía de la cedula real con su nombramiento.  A pesar de que el duque de la conquista explicó que la habían robado los piratas, los funcionarios no estaban dispuestos a ceder hasta que exhibiera el nombramiento real que lo acreditaba como virrey.  El propio arzobispo Vizarrón, a quien le urgía dejar el cargo de virrey interino, fue quien convenció a la audiencia de la veracidad de lo dicho por el duque.

  Poco es lo que se recuerda del gobierno de Pedro Castro Figueroa y Salazar, porque justo al año de que tomó posesión, el duque de la conquista murió víctima de la fiebre amarilla.  En su año de gobierno, el virrey apenas pudo dedicarse a reforzar las obras de defensa de Veracruz y del castillo de San Juan de Ulúa, y supervisar las remesas de oro y plata que se embarcaban a España.

  Tomo posesión el 17 de agosto de 1740, hasta el 22 de agosto de 1741 en que murió siendo sepultado en la catedral de México.

  Por su fallecimiento, entró a gobernar la real audiencia presidida por el oidor don Pedro Malo de Villavicencio, desde el 22 de agosto de 1741, hasta el 3 de noviembre de 1742 que llegó el nuevo virrey.

CUADRAGESIMO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.

DON PEDRO CEBRIÁN Y AGUSTÍN  -  1742 – 1746.

  


El virrey número cuarenta de la Nueva España, don Pedro Cebrián y Agustín, Conde de Fuenclara, Grande de primera clase de España, Caballero de la insigne Orden del Toisón de oro y Real de San Genaro, Comendador en la de Alcántara de las Pueblas, Mayordomo mayor de la reina de Nápoles, virrey, gobernador y capitán general de la Nueva España y presidente de la Real Audiencia y Cancillería (Don Pedro fue el último de los virreyes que en aquella época tuvo la dignidad de “Grande de Primera Clase de España).

  Durante su administración se reedificó el acueducto de Chapultepec; la calzada de San Antonio Abad y otras vialidades; organizó expediciones de conquista por el norte del país; mandó aprehender a don Lorenzo de Boturini Benaduci el 28 de enero de 1742 por haber entrado al país sin licencia del Consejo de Indias y recolectar fondo para la corona de Nuestra Señora de Guadalupe sin la autorización de las autoridades eclesiásticas.

  Se le confiscaron sus bienes, entre estos, cuantiosos manuscritos, mapas, planos, que como historiador y guadalupano había elaborado durante muchos años de trabajo, siendo remitido a España donde se le exoneró, pero, por desgracia, se perdieron todos los documentos, manuscritos y planos y jamás han aparecido.  Boturini no sólo fue exonerado por el rey español Felipe V sino rehabilitado nombrándose historiador de Indias.  Desairado, el conde de Fuenclara, virrey de la Nueva España, quedó en vergonzoso ridículo.

  Para congraciarse con el monarca, el virrey decidió enviar un gran cargamento de oro y plata a España, el mayor que se había reunido en más de doscientos años de dominación española en México.  El valor que se atribuye a dicho cargamento es de más de millón y medio de pesos de aquel tiempo, una inmensa y asombrosa fortuna.

  Esa riqueza fue embarcada en el navío “Nuestra Señora de Covadonga” y, urgido el virrey de que el barco saliera, en su apresuramiento ordenó que no se esperase a la Armada de Barlovento ni a ninguna otra nave para que lo escoltase.  Naturalmente, los piratas ingleses, siempre al acecho de cualquier navío español, asaltaron al Covadonga y se apropiaron del tesoro.

La economía mexicana sufrió una grave crisis por la pérdida del navío.  Igualmente, en España, que esperaba con ansia tanta riqueza, el daño fue mayúsculo, pue se habían comprometido ya esos recursos.  El rey reprendió severamente al virrey por su torpeza  e imprevisión y éste, en un acto de dignidad y adelantándose al vergonzoso despido, renunció al virreinato.

  El 9 de julio de 1746 entregó el mando y por orden real se embarcó a España donde le esperaba un obscuro futuro.

 CUADRAGESIMO PRIMER VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.

DON FRANCISCO DE GÜEMES Y HORCASITAS. 1746 - 1755

 


El 9 de julio de 1746 llega a México a gobernar a la Nueva España don Francisco de Güemes y Horcasitas, Primer Conde de Revillagigedo, Teniente General de los Reales Ejércitos, Gobernador que fue de La Habana, Virrey, Gobernador, y Capitán General de la Nueva España y Presidente de la Real Audiencia.

  Era tan notoria y brillante actuación como virrey, que el nuevo monarca español, Fernando VI, concedió a Francisco de Güemes el título nobiliario de Conde de Revillagigedo en el año 1749.

 En efecto, el virrey Güemes, como era conocido, resultó un eficaz administrador que concentró sus afanes en reorganizar y moralizar la Hacienda pública.  Mejoró la recaudación de los impuestos, permitió el libre comercio y aumentó la vigilancia aduanera para evitar el contrabando; corrigió los abusos de los empleados del fisco y encarceló a los corruptos que malversaban los fondos públicos.

  El virrey Güemes logró que la minería novohispana alcanzara las más altas cuotas de extracción de metales valiosos, gracias a su celo en cuanto a la producción pues supervisaba personalmente las minas y las haciendas de beneficios de los metales.  Bajo su gobierno se descubrió y tomó posesión, en nombre del rey de España, de un archipiélago de muy pequeñas islas en el Océano Pacífico, al que el monarca autorizó se les diera el nombre de Islas Revillagigedo.

  Durante su gobierno mejoró la Hacienda pública y aumentó considerablemente su tesoro; dio gran impulso y prosperidad a la minería; se fundaron once pueblos y villas en la Nueva Santander, hoy Estado de Tamaulipas, y una de ellas es actualmente el municipio que lleva su nombre, “Güemes”, en dicho Estado.

  Después de nueve años de gobernar acertadamente la Nueva España, el conde de Revillagigedo fue relevado del mando y retornó a Europa con todos los honores y dueño de una fabulosa fortuna.  Sus enemigos llegaron a decir que su riqueza era producto de malos manejos de las rentas públicas, acusación que nunca pudieron probar.

  El 9 de noviembre de 1755 fue llamado a España donde recibió el título de Capitán General del Ejército de su Majestad y Presidente del Consejo de Guerra.

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