BOSQUEJO HISTÓRICO 12
CUADRAGESIMO
SEXTO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.
DON ANTONIO
MARÍA DE BUCARELI Y URZÚA- 1771 – 1779.
Toma posesión como
virrey de la Nueva España uno de sus mejores gobernantes, don Antonio María de
Bucareli y Urzúa, Bailio de le Orden de San Juan.
El virrey Bucareli
tradicionalmente ha sido calificado como uno de los mejores gobernantes que
tuvo la Nueva España. Su buena fama y
prestigio fueron reconocidos en el México independiente, que consagró su nombre
a una importante avenida ---por él mismo construida--- en el centro de la
ciudad de México.
En efecto, sus
biógrafos e historiadores no escatiman elogios a este hombre probo, trabajador
infatigable, meticuloso, justiciero y, por si fuera poco, piadoso. Su obra de gobierno se caracterizó no sólo
por el empeño que puso en remediar los muchos problemas que encontró a su
llegada, sino por su visión a largo plazo: previó que las reformas borbónicas
provocarían más daño que beneficio y que su ejecución sólo llevaría, en el
futuro, al hartazgo de los novohispanos, como sucedió.
Tuvo la fortuna de
que el rey Carlos III lo apreciara y
respetara lo suficiente como para apoyar sus ideas, sobre todo a la no
aplicación de las reformas, en abierta oposición al promotor de ellas, el
visitador real José de Gálvez, quien a su regreso a España había sido nombrado
ministro de Indias, es decir, superior directo de Bucareli.
Y a pesar de que
Gálvez urgía al rey a remover a Bucareli, cuando éste, en un momento de
cansancio, presentó su renuncia, Carlos III decidió sostener en su puesto a don
Antonio, seguro como estaba de la honradez y valía de su virrey en la Nueva
España.
A Gálvez, a quien
molestaba en extremo la personalidad de Bucareli, no le quedó más remedio que
ver pospuestas sus reformas y esperar la muerte del virrey para nombrara a otro
favorable a sus ideas. Por toda la Nueva
España se supo de la defensa que del viejo orden hizo con tanta vehemencia
Bucareli por lo que su figura se convirtió en la del más popular y querido
gobernante que hasta entonces había tenido México.
Desde que llegó a las
playas de Veracruz, se inició un período en acontecimientos de gran
trascendencia en bien del país. La
capital que era invadida por densísima nube de langosta dio orden de que
rápidamente se formaran numerosos contingentes para exterminar el acridio,
lográndolo en poco tiempo.
El virrey Bucareli concluyó
el castillo de Perote; se fortificaron San Juan de Ulúa en Veracruz y San Diego
en Acapulco; creó el giro de la casa de moneda y para llevarla a efecto, pidió
prestado al comercio dos millones de pesos sin más garantía que su palabra de
honor; garantía cumplida cabalmente.
Se fundaron el
Hospicio de los pobres; la casa de cuna; el montepío “Monte de Piedad” por
cedula real otorgada a su fundador don Pedro Romero de Terreros; prosperaron
enormemente las obras del desagüe del Valle de México. Patrocinó expediciones a la Alta California;
estableció el tribunal de minería; se formaron expediciones para encontrar
minas de azogue las que finalmente fructificaron; puso fin al contrabando en el
puerto de Tampico, aprehendiendo a los contrabandistas con todo y sus buques. Hizo abrir y poblar de árboles la calle que
lleva su nombre; embelleció la alameda y la ciudad de México recibió grandes
beneficios hasta convertirla en la más moderna y urbanizada de América.
Fue un recto y hábil
administrador de la Hacienda pública y para premiar sus servicios, el rey
Carlos III le aumentó el sueldo; por sus obras se le otorgó el honor de
llamarlo “Padre del pueblo”. El 9 de
abril de 1779, el virrey Bucareli muere a causa de una pleuresía. Sus funerales fueron solemnes y su cadáver
fue conducido y acompañado por cientos de novohispanos de todas las clases
sociales, hasta la Colegiata de Santa María de Guadalupe donde se le sepultó.
Poco antes de morir,
don Antonio María de Bucareli pidió ser sepultado a los pies de la Virgen de
Guadalupe, en la basílica donde se encuentra su sagrada imagen, de la cual fue
fervoroso devoto. Su sepelio fue una
auténtica manifestación de tristeza, pues el virrey Bucareli se había ganado el
cariño del pueblo.
CUADRAGESIMO SEPTIMO VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA.
DON MARTÍN DE MAYORGA
1779 a 1783
Al morir el virrey
Bucareli aún en funciones de su gobierno, el primer Regente administración pública y al abrir el Pliego de
Mortaja, se encontró que el nuevo virrey era el gobernador de la Capitanía de
Guatemala don Martín de Mayorga, Caballero de la orden de Alcántara, quien inició
su gobierno el 29 de agosto de 1779.
El ministro de
Indias, el intrigante y tenebroso José de Gálvez, había escrito en el pliego de
mortaja que se abrió a la muerte de Bucareli, que su sucesor en el virreinato
sería el Capitán General de Guatemala, puesto que el ministro pensaba obtener
del rey el nombramiento para su hermano Matías de Gálvez.
Pero Bucareli
falleció antes de que Matías llegara a Guatemala, y en cumplimiento del pliego
de mortaja fue llamado a México don Martín de Mayorga quien fungía como Capitán
General de Guatemala. La jugada política
había resultado mal para el ministro de Indias quien, furioso por la
precipitación de los acontecimientos, reaccionó contra el nuevo virrey de la
Nueva España.
Para empezar, le hizo
saber claramente su carácter de interino aún cuando por el pliego de mortaja se
le nombraba virrey titular y propietario reduciéndole el sueldo a la mitad de
lo que correspondía a un virrey propietario.
Luego, para presionarlo, le designó un secretario a modo que
abiertamente lo desobedecía e informaba al ministro de todas sus acciones,
además de que sólo José de Gálvez, desde España, manejaba la Hacienda pública
del virreinato.
Don Martín de Mayorga
soportó pacientemente todas las humillaciones a que fue sometido por el
ministro Gálvez, aun cuando llegó a saber que toda la correspondencia privada
que dirigía al rey era incautada por los agentes del funesto ministro.
A pesar de ello, su
gobierno fue próspero, especialmente en lo que se refiere al ámbito cultural,
pues fundó la Academia de bellas artes de San Carlos para la formación de
pintores, escultores y grabadores mexicanos, para lo cual hizo traer de Europa grandes maestros;
academia que subsiste hasta nuestros días.
Cuando don Martín por
fin fue relevado y llamado a España, pensaba dar cuenta al rey personalmente de
todas las infamias del ministro Gálvez, pero murió sorpresiva y sospechosamente
mientras el barco en que hizo el viaje aguardaba la autorización para atracar
en Cádiz; se dice que agentes del ministro, que abordaron la nave con el
pretexto de una revisión sanitaria, lo envenenaron.
DON MATÍAS DE GÁLVEZ Y GALLARDO. 1783 – 1784
Finalmente el infame
ministro José de Gálvez se salió con la suya y su hermano Matías ocupó el
virreinato de la Nueva España. Con ello
el ministro de Indias, gracias a que dominaba la voluntad del rey Carlos III,
quien aprobaba todos su actos y nombramientos, consolidaba y parecía querer
fundar un dominio territorial en América, pues no sólo colocó a su hermano como
virrey de la más rica y prospera de las colonias, sino que obtuvo el
nombramiento de su sobrino Bernardo como Capitán General de Cuba y Luisiana, y
el de otro sobrino, Lucas, como intendente de Yucatán. Los Gálvez, con José al frente, eran la
familia más importante y poderosa del nuevo mundo.
Naturalmente, la
acumulación de tanta influencia, riqueza y poderío provocó la envidia de muchos
y a nadie extrañaba que los Gálvez tuvieran muchos enemigos, encubiertos todos,
puesto que el favor del rey se inclinaba hacia tal familia.
Al iniciar su
administración don Matías tuvo noticias de la firma de paz entre España,
Francia e Inglaterra mediante el Tratado de París firmado por las tres naciones
en 1783 y mediante el cual Inglaterra, la nación perdedora, entre otras cosas
reconocía la independencia de las 13 colonias de Norteamérica que se fusionaron
en un solo país al que llamaron “Estados Unidos de América”.
Apenas pudo don
Matías gobernar año y medio en México.
Tuvo tiempo escaso para fundar el Banco Nacional de San Carlos, el que
posteriormente fue un desastre financiero; concedió el privilegio a don Manuel
Valdez para que hiciera reaparecer el periódico “La Gaceta”, que seguía siendo
el primer periódico de América; iniciar las obras de reconstrucción del
Castillo de Chapultepec y principiar el empedrado de las principales calles de
la ciudad fue todo lo que pudo hacer ya que una inesperada y misteriosa
enfermedad le ocasionó la muerte el 3 de noviembre de 1784; solemnemente fue
inhumado en el convento de San Fernando de la capital de la Nueva España.
Se dice de él que era
hombre de bien, desinteresado y tan sencillo de modales y trato, que más bien
parecía un labrador que el representante del rey.
Al frente del
gobierno quedó el primer regente don Vicente Herreras. Durante éste corto período de 7 meses hizo
explosión por cuarta vez la Fábrica de pólvora de Santa Fe, muriendo muchas
personas en la catástrofe.
DON BERNARDO DE GÁLVEZ Y ORTEGA. 1785 – 1786
Don Bernardo de
Gálvez, hijo del anterior virrey, se encontraba en La Habana cuando recibió dos
noticias, una buena y una mala: la
muerte de su padre y su designación como virrey de la Nueva España. Este nuevo virrey por su valentía y
destacados triunfos militares había sido ennoblecido por el rey Carlos III al
otorgarle el título de “Conde de Gálvez”.
Bernardo de Gálvez
fue un gobernante muy popular, tanto por sus espontáneos arranques ---como el
de salir al ruedo en la plaza de toros--- como por la belleza de su esposa la
virreina, a la que hizo lucir desde la entrada a la capital del virreinato el
17 de junio de 1785 rompiendo la tradición que señalaba que el virrey desfilara
solo.
Fue otro de los
distinguidos virreyes que dejó gratos recuerdos en la colonia. Era joven y de buenos modales; captó
inmediatamente las simpatías del pueblo; se presentaba en público con sencilles
y sin ostentaciones; guiaba su propia calesa (vehículo ligero tirado por
caballos de dos o cuatro ruedas y con la caja abierta) y sin escolta.
Además, el joven
virrey conde de Gálvez, se ganó la estimación del pueblo al perdonar la vida a
varios condenados a muerte, pero sobre todo por su decidida participación en el
combate a la hambruna acaecida por las grandes heladas que en ese tiempo
destruyeron los sembradíos, al solucionar el problema del hambre al alimentar
al pueblo con la adquisición de granos y cereales de su propio peculio que
fueron repartidos gratuitamente.
A don Bernardo de
Gálvez le corresponde la satisfacción de haber levantado el castillo de
Chapultepec, iniciado por su padre don Matías, al que le dio forma de
fortaleza, pero debido a eso y a su popularidad, algunos españoles
malquerientes le hicieron sospechoso asegurando, falsamente, que intentaba
independizar a la Nueva España.
Sin embargo, la
supuesta amenaza se diluyó rápidamente, puesto que el virrey Bernardo de Gálvez también falleció de una
misteriosa y extraña enfermedad cuando apenas había gobernado año y medio a la
Nueva España.
El 15 de octubre de
1786, ya enfermo, hizo entrega del gobierno a la Audiencia y el 30 de noviembre
ante el sentimiento de todas las clases sociales falleció quedando en el
misterio su muerte. Fue sepultado junto
a su padre en el convento de San Fernando.
Extrañamente los
virreyes Gálvez, padre e hijo, murieron ambos con un año de diferencia. Medio año después, el patriarca de la familia
Gálvez, el ministro don José de Gálvez, también murió víctima de una dolencia
extraña y también repentina.
Se dijo entonces que
una conspiración ---consumada con veneno--- había acabado con los Gálvez,
seguramente con la venia y ordenamiento del propio rey, quien así se libraba de
la tremenda influencia del ministro y del riesgo de que se desmembraran sus
dominios americanos, ya que había llegado a oídos del rey una supuesta y no
comprobada conspiración de los Gálvez para independizar a la Nueva España de la
tutela de la monarquía española.
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