Entradas populares

domingo, 22 de octubre de 2023

BOSQUEJO HISTÓRICO // Rafael Urista de Hoyos


SEGUNDO IMPERIO MEXICANO

MAXIMILIANO DE HABSBURGO

Emperador de México.

mayo 28 de 1864  a  mayo 15 de 1867

 Finalizaba el año 1860 y con el también llegaban a su fin las hostilidades de la Guerra de Reforma o La Guerra de los tres años entre las facciones de liberales y conservadores.  Los liberales, que habían iniciado las confrontaciones en condiciones sumamente precarias y con su presidencia huyendo en forma itinerante por gran parte del territorio nacional, poco a poco se fueron imponiendo y al terminar el tercer año de lucha civil prácticamente eran dueños del 90 % de la República y sólo la ciudad de México estaba en poder de los conservadores.

  En esas condiciones y con el poder conservador acorralado en la capital, se escenificó la batalla final el 22 de diciembre de 1860 en San Miguel de Calpulalpan donde se midieron los generales Miguel Miramón con ocho mil conservadores y Jesús González Ortega con diez y seis mil liberales.

  Ese día se encontraron ambos ejércitos trabándose reñidísima batalla de las ocho y media de la mañana hasta las seis de la tarde ya que aún con gran inferioridad numérica los conservadores de Miguel Miramón pudieron contener a las huestes liberales, hasta que una brillante carga de caballería mandada personalmente por el general González Ortega doblegó a las exhaustas tropas conservadoras.

  El general Miguel Miramón, con unos cuantos hombres llega a la ciudad de México y no contando ya con elementos para continuar la lucha, entrega la ciudad al Ayuntamiento y sale en la noche con rumbo desconocido.  Quedaron en poder de los vencedores tres mil prisioneros, toda la artillería y gran cantidad de municiones y armamento.

El primero de enero de 1861, y en medio del mayor entusiasmo, hizo su entrada triunfal a la ciudad de México todo el ejército liberal mandado por el general Jesús González Ortega en número de veintiocho mil hombres con lo que se dio fin a la guerra de tres años, que se inició con el autogolpe de Estado del general y Presidente Ignacio Comonfort el 19 de diciembre de 1857.

  El día 11 de enero de 1861 hace su entrada a la ciudad de México el Presidente Don Benito Juárez, estableciendo en ella nuevamente su gobierno.  Por la situación económica del país, ocasionada por las últimas guerras, ya que no había tenido ingresos en las aduanas ni otros medios, el gobierno, se vio obligado a publicar un decreto el 17 de julio de 1861, en el cual se suspendían, por dos años, todas las deudas públicas y extranjeras.

  Francia, Inglaterra y España, disgustados por la suspensión de pagos, se reunieron en Londres y acordaron enviar sus escuadras, para obligar a México a cumplir con sus compromisos.  El monto de la deuda extranjera era:  $82, 316.290.85 a Inglaterra;  $69, 994. 542.54 a Francia; y $9, 460. 986.29 a España.  Haciendo un total de $161, 771. 819. 68.

  El 25 de noviembre el Presidente Juárez deroga el decreto y pese a ello el plan de los europeos se puso en marcha y a principios de 1862 llegan las escuadras de las tres naciones a Veracruz.  El ministro de Relaciones don Manuel Doblado, celebra conferencias con los tres comisionados.  Inglaterra y España aceptan las proposiciones mexicanas y al ver que las intenciones francesas van más allá de los acuerdos pactados optan por retirarse.

  Después los acontecimientos se precipitaron:  el ejército francés inicia su marcha hacia el interior del país y aunque de inicio es derrotado en Puebla por las tropas mexicanas al mando del general Ignacio Zaragoza el 5 de mayo de 1862, es reforzado de tal manera hasta completar un efectivo de más de cuarenta mil hombres que apoyados por las guerrillas conservadoras llegaron a constituir un ejército de casi sesenta mil tropas.

  Napoleón III, el pequeño, al plantear la aventura mexicana, había tenido en cuenta que los Estados Unidos se debatían en una gigantesca guerra civil y suponía, que, abstraídos nuestros vecinos en aquella lucha colosal, que requería toda su atención y todos sus recursos, no estorbarían la política invasora de Francia en México, pero, una vez terminada la guerra, las cosas tenían que cambiar y, en efecto, cambiaron.

  El 10 de junio hace su entrada triunfal a la ciudad de México, el ejército franco-mexicano, el Ayuntamiento le hace entrega al comandante francés, general Elías Federico Forey, de las llaves de la ciudad.  Se convocó a una Junta Superior de Gobierno quedando formada la Regencia por los generales  Juan Nepomuceno Almonte y Mariano Salas y el arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, quienes envían una comisión a Europa, para ofrecerle el trono de México al Archiduque austriaco Maximiliano de Habsburgo, quien ya había sido señalado para tal cargo.  Esta Regencia gobernó hasta junio de 1864 en que llegó Maximiliano.

  Las tropas franco-mexicanas iban de triunfo en triunfo ocupando poblaciones y ciudades de importancia ahora al mando del mariscal Aquiles Bazaine, mientras continuaban desembarcando más tropas francesas y para fines de 1863, este ejército tenía en pie de guerra, más de cuarenta y siete mil hombres.  Para entonces el Presidente mexicano don Benito Juárez trasladaba su gobierno a la ciudad de San Luis Potosí.

  El monarca francés, Napoleón III, llamado “el pequeño” por su parentesco con su tio el gran Napoleón Bonaparte, al invadir México tenía proyectos  de gran trascendencia como el de contar en América con un gran aliado para contener el expansionismo angloamericano y afirmar el prestigio de la raza latina, representada por Francia, en América, y también para atraerse la amistad del imperio austro-hungaro de Viena con fines ulteriores, ofreciéndole un imperio a uno de sus archiduques, en compensación con sus pérdidas en Italia; por eso se eligió como candidato a Maximiliano.

  El 10 de abril de 1864 Maximiliano acepta la corona de México y cuatro días después se embarcan en Trieste en la fragata de guerra austriaca “La Novara” rumbo a México, acompañados de un séquito numeroso y llevando ocho millones de francos (un millón y medio  de pesos mexicanos aprox.).  Primero llegan a Roma para recibir la bendición papal; el pontífice Pio IX les dispensó las atenciones reservadas para los reyes y les dio de propia mano la comunión.

  El 28 de mayo desembarca la pareja imperial en Veracruz, y es recibida con tal frialdad por la población, en que predomina el elemento liberal, que la emperatriz no puede contener las lágrimas. Sin embargo, las jubilosas manifestaciones de Orizaba, Córdoba y Puebla, fueron como un magnifico preludio para la apoteósica  recepción de la ciudad de México ocurrida el 12 de junio que hizo pensar a Maximiliano que se podría reverdecer la gloria de los Habsburgo que rigieron a la Nueva España por espacio de dos siglos.

  Pero en México nada podía salir completamente bien.  La cama destinada a sus reales majestades en el Palacio Imperial estaba tan llenas de chinches que el soberano tuvo que pasar la noche acostado sobre una mesa de billar y Carlota también dormitó sobre un incomodo sillón.  Como dato final y adicional se consigna que, sólo los gastos de esta recepción, unidos a algunas obras hechas en el palacio (que por lo visto no incluyó la limpieza y el cambio de colchones en las camas de la alcoba imperial), importaron $336,473.00 pesos.

  Cumpliendo los compromisos contraídos con Napoleón III, y siguiendo sus propias inclinaciones, Maximiliano comenzó a formar su círculo político, principalmente de elementos liberales moderados con enorme disgusto de los conservadores y de la clerecía, pues para comenzar promulgó la libertad de cultos y religiones.

  En contraposición, el gobierno imperial era tan costoso que resultaba imposible su sostenimiento dado el estado económico del país.  El emperador tenía asignado para sus gastos un millón y medio de pesos, y la emperatriz doscientos mil;  esto sin contar con el sostenimiento de la Corte e innumerables empleados, por lo que los presupuestos eran mucho mayores que los de cualquiera de los gobiernos que hasta entonces habían regido al país; para cubrir semejante dispendio fue necesario recurrir a préstamos con Francia, que con el tiempo se volvieron impagables. El sueldo del Presidente don Benito Juárez era de treinta y cinco mil pesos y cuando había manera de pagárselos que era muy ocasionalmente (todas las asignaciones económicas mencionadas anteriormente eran de forma anual).

  Maximiliano de Habsburgo: La ambición de su esposa, la adulación de un grupo de mexicanos vengativos y ambiciosos, las deudas económicas en su natal país y la falta de carácter lo llevaron a ocupar el trono de México. Pudo sostener su imperio sólo mientras contó con el apoyo de las bayonetas francesas, porque de origen, el segundo imperio mexicano al igual que el primero, nació muerto.

  Surgido se gobierno de un acto de alevosa usurpación, Maximiliano no pudo nunca remediar los grandes males que aquejaron a su administración: la escasez de dinero, la falta de un heredero, los pleitos con la iglesia católica, y la resistencia de los republicanos encabezada por el Presidente Juárez, fueron algunos impedimentos que sumados a la falta de carácter de Maximiliano y su tibieza para tomar decisiones, dieron por resultado el fracaso del imperio.

  Fue traído por los conservadores, pero Maximiliano gobernó como un liberal.  A su juicio, el clero era el culpable de una buena parte del atraso del país, por lo que ratificó las Leyes de Reforma dictadas años atrás por Juárez e inició la revisión y legitimidad de la desamortización y nacionalización de los bienes eclesiásticos.  En otra medida negada y atacada por los conservadores, el emperador decretó la igualdad de cultos, negando de esta manera la primacía de la religión católica.

  Estas ideas iban a estrellarse ante la intransigencia de los altos dignatarios de la iglesia católica, que no sólo se opusieron a ellas con todas sus fuerzas y recursos, sino que influyeron ante el Papa para que éste obligara a Maximiliano a derogar todas las leyes que afectaran de alguna manera al clero mexicano.  Por lo tanto el clero y los conservadores, disgustados con Maximiliano, se tornaron sus enemigos y de su régimen, que no salvaguardaba sus intereses, ni les permitía dar rienda suelta a sus deseos de venganza.  Paradógicamente, estas medidas habían llevado a los conservadores a una guerra contra los liberales y a buscar el establecimiento de la monarquía.

  Con su negligencia habitual, Maximiliano nunca se preocupó por formar un ejército imperial mexicano, y cuando comenzó el retiro de las tropas francesas, sólo pudo sostener el imperio unos meses.  Tuvo una política paternalista hacía los indios, que por la nacionalización de los bienes del clero y de manos muertas habían perdido sus tierras y veían en los republicanos verdaderos enemigos de la religión.  De ahí que una parte del ejército que lo apoyaba contara entre sus filas con oficiales indios como el general Tomás Mejía y el temible y cruel Manuel Lozada, llamado el “Tigre de la sierra de Álica” en Tepic.

  Con todo y algunos intentos por buscar un acercamiento con los liberales y tratar de conciliar los intereses de la nación, nunca recibió respuesta de los republicanos.  Abandonado por los franceses, acosado por la contraofensiva republicana encabezada por los generales Porfirio Díaz, Mariano Escobedo y Ramón Corona, entre otros, y obligado por los conservadores de permanecer en México, Maximiliano decidió sucumbir con el imperio y su efímero sueño se esfumó en Querétaro tres años después de su llegada; el 19 de junio de 1867.

  Fernando Maximiliano de Habsburgo nació en el Castillo de Shoenbrunn, cerca de Viena, Austria, el 6 de junio de 1832.  Murió fusilado en el Cerro de las Campanas, Querétaro, el 19 de junio de 1867.

  María Carlota Victoria Clementina Leopoldina de Bélgica nació en Bruselas, el 7 de junio de 1840.  Murió en el Castillo de Bouchot, Bélgica, el 19 de enero de 1927.

Related Posts:

0 comentarios:

Publicar un comentario