SEGUNDO IMPERIO MEXICANO
MAXIMILIANO DE HABSBURGO
Emperador de México.
mayo 28 de 1864 a mayo 15 de 1867
Finalizaba el año 1860 y con el también llegaban a su fin las hostilidades de la Guerra de Reforma o La Guerra de los tres años entre las facciones de liberales y conservadores. Los liberales, que habían iniciado las confrontaciones en condiciones sumamente precarias y con su presidencia huyendo en forma itinerante por gran parte del territorio nacional, poco a poco se fueron imponiendo y al terminar el tercer año de lucha civil prácticamente eran dueños del 90 % de la República y sólo la ciudad de México estaba en poder de los conservadores.
En esas condiciones y
con el poder conservador acorralado en la capital, se escenificó la batalla
final el 22 de diciembre de 1860 en San Miguel de Calpulalpan donde se midieron
los generales Miguel Miramón con ocho mil conservadores y Jesús González Ortega
con diez y seis mil liberales.
Ese día se
encontraron ambos ejércitos trabándose reñidísima batalla de las ocho y media
de la mañana hasta las seis de la tarde ya que aún con gran inferioridad
numérica los conservadores de Miguel Miramón pudieron contener a las huestes
liberales, hasta que una brillante carga de caballería mandada personalmente
por el general González Ortega doblegó a las exhaustas tropas conservadoras.
El general Miguel
Miramón, con unos cuantos hombres llega a la ciudad de México y no contando ya
con elementos para continuar la lucha, entrega la ciudad al Ayuntamiento y sale
en la noche con rumbo desconocido.
Quedaron en poder de los vencedores tres mil prisioneros, toda la
artillería y gran cantidad de municiones y armamento.
El primero de enero de 1861, y en medio del mayor entusiasmo,
hizo su entrada triunfal a la ciudad de México todo el ejército liberal mandado
por el general Jesús González Ortega en número de veintiocho mil hombres con lo
que se dio fin a la guerra de tres años, que se inició con el autogolpe de
Estado del general y Presidente Ignacio Comonfort el 19 de diciembre de 1857.
El día 11 de enero de
1861 hace su entrada a la ciudad de México el Presidente Don Benito Juárez, estableciendo
en ella nuevamente su gobierno. Por la
situación económica del país, ocasionada por las últimas guerras, ya que no
había tenido ingresos en las aduanas ni otros medios, el gobierno, se vio
obligado a publicar un decreto el 17 de julio de 1861, en el cual se suspendían,
por dos años, todas las deudas públicas y extranjeras.
Francia, Inglaterra y
España, disgustados por la suspensión de pagos, se reunieron en Londres y
acordaron enviar sus escuadras, para obligar a México a cumplir con sus
compromisos. El monto de la deuda
extranjera era: $82, 316.290.85 a
Inglaterra; $69, 994. 542.54 a Francia;
y $9, 460. 986.29 a España. Haciendo un
total de $161, 771. 819. 68.
El 25 de noviembre el
Presidente Juárez deroga el decreto y pese a ello el plan de los europeos se
puso en marcha y a principios de 1862 llegan las escuadras de las tres naciones
a Veracruz. El ministro de Relaciones
don Manuel Doblado, celebra conferencias con los tres comisionados. Inglaterra y España aceptan las proposiciones
mexicanas y al ver que las intenciones francesas van más allá de los acuerdos
pactados optan por retirarse.
Después los
acontecimientos se precipitaron: el
ejército francés inicia su marcha hacia el interior del país y aunque de inicio
es derrotado en Puebla por las tropas mexicanas al mando del general Ignacio
Zaragoza el 5 de mayo de 1862, es reforzado de tal manera hasta completar un
efectivo de más de cuarenta mil hombres que apoyados por las guerrillas
conservadoras llegaron a constituir un ejército de casi sesenta mil tropas.
Napoleón III, el
pequeño, al plantear la aventura mexicana, había tenido en cuenta que los
Estados Unidos se debatían en una gigantesca guerra civil y suponía, que,
abstraídos nuestros vecinos en aquella lucha colosal, que requería toda su
atención y todos sus recursos, no estorbarían la política invasora de Francia
en México, pero, una vez terminada la guerra, las cosas tenían que cambiar y,
en efecto, cambiaron.
El 10 de junio hace
su entrada triunfal a la ciudad de México, el ejército franco-mexicano, el
Ayuntamiento le hace entrega al comandante francés, general Elías Federico Forey,
de las llaves de la ciudad. Se convocó a
una Junta Superior de Gobierno quedando formada la Regencia por los generales Juan Nepomuceno Almonte y Mariano Salas y el
arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, quienes envían una comisión a
Europa, para ofrecerle el trono de México al Archiduque austriaco Maximiliano
de Habsburgo, quien ya había sido señalado para tal cargo. Esta Regencia gobernó hasta junio de 1864 en
que llegó Maximiliano.
Las tropas franco-mexicanas
iban de triunfo en triunfo ocupando poblaciones y ciudades de importancia ahora
al mando del mariscal Aquiles Bazaine, mientras continuaban desembarcando más
tropas francesas y para fines de 1863, este ejército tenía en pie de guerra, más
de cuarenta y siete mil hombres. Para
entonces el Presidente mexicano don Benito Juárez trasladaba su gobierno a la
ciudad de San Luis Potosí.
El monarca francés,
Napoleón III, llamado “el pequeño” por su parentesco con su tio el gran
Napoleón Bonaparte, al invadir México tenía proyectos de gran trascendencia como el de contar en
América con un gran aliado para contener el expansionismo angloamericano y
afirmar el prestigio de la raza latina, representada por Francia, en América, y
también para atraerse la amistad del imperio austro-hungaro de Viena con fines
ulteriores, ofreciéndole un imperio a uno de sus archiduques, en compensación
con sus pérdidas en Italia; por eso se eligió como candidato a Maximiliano.
El 10 de abril de
1864 Maximiliano acepta la corona de México y cuatro días después se embarcan
en Trieste en la fragata de guerra austriaca “La Novara” rumbo a México,
acompañados de un séquito numeroso y llevando ocho millones de francos (un
millón y medio de pesos mexicanos
aprox.). Primero llegan a Roma para
recibir la bendición papal; el pontífice Pio IX les dispensó las atenciones
reservadas para los reyes y les dio de propia mano la comunión.
El 28 de mayo
desembarca la pareja imperial en Veracruz, y es recibida con tal frialdad por
la población, en que predomina el elemento liberal, que la emperatriz no puede
contener las lágrimas. Sin embargo, las jubilosas manifestaciones de Orizaba,
Córdoba y Puebla, fueron como un magnifico preludio para la apoteósica recepción de la ciudad de México ocurrida el 12
de junio que hizo pensar a Maximiliano que se podría reverdecer la gloria de
los Habsburgo que rigieron a la Nueva España por espacio de dos siglos.
Pero en México nada
podía salir completamente bien. La cama
destinada a sus reales majestades en el Palacio Imperial estaba tan llenas de
chinches que el soberano tuvo que pasar la noche acostado sobre una mesa de
billar y Carlota también dormitó sobre un incomodo sillón. Como dato final y adicional se consigna que,
sólo los gastos de esta recepción, unidos a algunas obras hechas en el palacio
(que por lo visto no incluyó la limpieza y el cambio de colchones en las camas
de la alcoba imperial), importaron $336,473.00 pesos.
Cumpliendo los
compromisos contraídos con Napoleón III, y siguiendo sus propias inclinaciones,
Maximiliano comenzó a formar su círculo político, principalmente de elementos
liberales moderados con enorme disgusto de los conservadores y de la clerecía,
pues para comenzar promulgó la libertad de cultos y religiones.
En contraposición, el
gobierno imperial era tan costoso que resultaba imposible su sostenimiento dado
el estado económico del país. El
emperador tenía asignado para sus gastos un millón y medio de pesos, y la
emperatriz doscientos mil; esto sin
contar con el sostenimiento de la Corte e innumerables empleados, por lo que
los presupuestos eran mucho mayores que los de cualquiera de los gobiernos que
hasta entonces habían regido al país; para cubrir semejante dispendio fue
necesario recurrir a préstamos con Francia, que con el tiempo se volvieron
impagables. El sueldo del Presidente don Benito Juárez era de treinta y cinco
mil pesos y cuando había manera de pagárselos que era muy ocasionalmente (todas
las asignaciones económicas mencionadas anteriormente eran de forma anual).
Maximiliano de
Habsburgo: La ambición de su esposa, la adulación de un grupo de mexicanos
vengativos y ambiciosos, las deudas económicas en su natal país y la falta de
carácter lo llevaron a ocupar el trono de México. Pudo sostener su imperio sólo
mientras contó con el apoyo de las bayonetas francesas, porque de origen, el
segundo imperio mexicano al igual que el primero, nació muerto.
Surgido se gobierno
de un acto de alevosa usurpación, Maximiliano no pudo nunca remediar los
grandes males que aquejaron a su administración: la escasez de dinero, la falta
de un heredero, los pleitos con la iglesia católica, y la resistencia de los
republicanos encabezada por el Presidente Juárez, fueron algunos impedimentos
que sumados a la falta de carácter de Maximiliano y su tibieza para tomar
decisiones, dieron por resultado el fracaso del imperio.
Fue traído por los
conservadores, pero Maximiliano gobernó como un liberal. A su juicio, el clero era el culpable de una
buena parte del atraso del país, por lo que ratificó las Leyes de Reforma
dictadas años atrás por Juárez e inició la revisión y legitimidad de la
desamortización y nacionalización de los bienes eclesiásticos. En otra medida negada y atacada por los
conservadores, el emperador decretó la igualdad de cultos, negando de esta
manera la primacía de la religión católica.
Estas ideas iban a
estrellarse ante la intransigencia de los altos dignatarios de la iglesia católica,
que no sólo se opusieron a ellas con todas sus fuerzas y recursos, sino que
influyeron ante el Papa para que éste obligara a Maximiliano a derogar todas
las leyes que afectaran de alguna manera al clero mexicano. Por lo tanto el clero y los conservadores,
disgustados con Maximiliano, se tornaron sus enemigos y de su régimen, que no
salvaguardaba sus intereses, ni les permitía dar rienda suelta a sus deseos de
venganza. Paradógicamente, estas medidas
habían llevado a los conservadores a una guerra contra los liberales y a buscar
el establecimiento de la monarquía.
Con su negligencia
habitual, Maximiliano nunca se preocupó por formar un ejército imperial
mexicano, y cuando comenzó el retiro de las tropas francesas, sólo pudo
sostener el imperio unos meses. Tuvo una
política paternalista hacía los indios, que por la nacionalización de los
bienes del clero y de manos muertas habían perdido sus tierras y veían en los
republicanos verdaderos enemigos de la religión. De ahí que una parte del ejército que lo
apoyaba contara entre sus filas con oficiales indios como el general Tomás
Mejía y el temible y cruel Manuel Lozada, llamado el “Tigre de la sierra de
Álica” en Tepic.
Con todo y algunos
intentos por buscar un acercamiento con los liberales y tratar de conciliar los
intereses de la nación, nunca recibió respuesta de los republicanos. Abandonado por los franceses, acosado por la
contraofensiva republicana encabezada por los generales Porfirio Díaz, Mariano
Escobedo y Ramón Corona, entre otros, y obligado por los conservadores de
permanecer en México, Maximiliano decidió sucumbir con el imperio y su efímero
sueño se esfumó en Querétaro tres años después de su llegada; el 19 de junio de
1867.
Fernando Maximiliano
de Habsburgo nació en el Castillo de Shoenbrunn, cerca de Viena, Austria, el 6
de junio de 1832. Murió fusilado en el
Cerro de las Campanas, Querétaro, el 19 de junio de 1867.
María Carlota Victoria Clementina Leopoldina de Bélgica nació en Bruselas, el 7 de junio de 1840. Murió en el Castillo de Bouchot, Bélgica, el 19 de enero de 1927.
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