12 de Diciembre de 1531
La Santísima Virgen de Guadalupe.
Apariciones.
Según la tradición de la Iglesia
Católica, el sábado 9 de diciembre de 1531 ocurre la primera aparición de la
Virgen María en su advocación (en referencia al título que se les da a algunas
imágenes religiosas para su culto) de Guadalupe, cuando a las seis de la mañana
el indio Cuauhtlatoatzin, llamado Juan Diego por su nombre cristiano, pasaba
por el cerro del Tepeyacac en su recorrido de su casa en Cuautitlán a
Tlaltelolco, donde los sacerdotes enseñaban los misterios de la religión
cristiana.
Cuando pasaba por el
cerro, de pronto escuchó un cantar de pájaros y una dulce voz femenina que lo
llamaba por su nombre. Extrañado subió
al cerro y descubrió a una mujer que estaba rodeada por un gran
resplandor. Ella le dijo que era la
Virgen María y que quería se le construyera un templo en ese lugar, para lo
cual lo mandaba a él para que fuera a ver al obispo y le manifestara su deseo.
Obedeciendo la orden
dada por la aparición, Juan Diego llegó a la ciudad de México y ahí se
entrevistó con Fray Juan de Zumárraga (arzobispo de México), a quien le platicó
todo. Naturalmente que el religioso no
creyó la historia del indio y éste regresó muy triste como a las cinco de la
tarde al Tepeyacac, donde nuevamente hizo su aparición la virgen (segunda
aparición) a quien le conto todo lo sucedido e incluso le pidió que mejor se
consiguiera otro mensajero que fuera más “principal”, porque a él no le iban a
creer jamás. Sin embargo, la virgen le
confirmó su misión y le pidió insistir ante el obispo Zumárraga quien
nuevamente dudó de sus palabras diciéndole que para creerle necesitaba presentarle
una fehaciente (algo que no se puede refutar) prueba de su historia.
Al día siguiente
(domingo 10 de diciembre), como a las tres de la tarde, Juan Diego regresó a la
parte más alta del cerro donde le contó a la Guadalupana (tercera aparición)
que el obispo para creerle le pidió una prueba para confirmar lo que le había
contado. La Virgen le dijo que regresara
al cerro al día siguiente, para que ella le diera la señal que había pedido el
obispo para que presentándosela el iba a creer plenamente.
Ayer, lunes 11 de
diciembre, el indio Cuauhtlatoatzin (Juan Diego) no se presentó ante la Virgen
por quedarse en su casa cuidando su tío Juan Bernardino que se encontraba muy
enfermo el que se agravó tanto que al amanecer del día siguiente (martes 12 de
diciembre) éste le pidió fuera a Tlaltelolco por un sacerdote para que lo
confesara.
Juan Diego se encaminó
hacia Tlaltelolco, pero al llegar al cerro del Tepeyacac decidió rodearlo para
evitar encontrarse con la señora del cielo, y así ahorrarse la pena de tener
que explicar porque no podía cumplir su mandato. Pero la Virgen María se le apareció de todas
formas (cuarta aparición) y le dijo que no se preocupara por su tío que ya
estaba sano, a la vez que le decía que Ella era la siempre Virgen María que se
manifestaba con el nombre de Guadalupe.
Volviendo al
Tepeyacac, la Guadalupana le pidió a Juan Diego que subiera hasta lo alto y
cortara unas rosas de Castilla que estaban en la punta del cerro, las cuales
milagrosamente habían aparecido ahí, ya que en el cerro nunca se habían visto
rosales y menos en ese tiempo invernal y mucho menos rosas de Castilla que sólo
se dan en su lugar de origen; en España.
Sin embargo, y para asombro de Juan Diego, las rosas estaban ahí las que
cuidadosamente fue cortando una por una y colocándolas en su ayate fue a
presentarlas a la Virgen, quien las tomó en sus manos y tapándolas con el ayate
le dijo a Juan Diego que fuera con el obispo Zumárraga y que le mostrara las
rosas como la señal que le había pedido.
Así lo hizo, y cuando
destapó el ayate frente al religioso, las rosas de Castilla cayeron al suelo al
tiempo que la imagen de la Virgen de Guadalupe aparecía plasmada en la burda
tela. Tres días antes, el día 9, ocurrió
la primera de las cuatro apariciones, sin embargo, fue el día doce que ocurrió
el milagro de las rosas quedando ese día, que era martes, instituido por la
Iglesia Católica como la oficial para su conmemoración.
El obispo Fray Juan
de Zumárraga mandó construir una pequeña ermita en el lugar donde se le
apareció la última vez la Virgen a Juan Diego.
A tan humilde morada fue conducida la imagen de nuestra Señora de
Guadalupe, en una solemne procesión, presidida por el obispo. La Real
Audiencia, los regidores y centenares de personas de todas las clases sociales.
Los franciscanos
portaban en sus hombros la imagen de la Santísima Virgen. Los indios cubrieron
todo el trayecto de Catedral al cerro del Tepeyac, con enramadas y flores
ejecutando danzas para solemnizar el acto.
En 1567 el obispo
Fray Alonso de Montúfar perfeccionó la ermita.
Años más tarde fue elevada a Parroquia, después a Colegiata hasta llegar
a ser la Basílica de Santa María de Guadalupe.
El primer Abad de la Colegiata fue don Juan Antonio de Ocaña. El Papa Benedicto XIV concede el oficio y
misa propios de Nuestra Señora de Guadalupe y al año siguiente, fuera para
todos los dominios de España.
En cuanto a San Juan
Diego, según la tradición, tenía 57 años cuando vio a la Virgen María en el
cerro del Tepeyac en el año 1531, convirtiéndose en el instrumento fiel,
transmisor del mensaje de la Virgen al señor obispo, Fray Juan de Zumárraga,
Después de lo
acontecido vivió de modo callado y anónimo durante 17 años al lado de la ermita
de Nuestra Señora de Guadalupe, construida en el mismo año de 1531. Murió en
mayo 30 de 1548 y Sus restos descansan en la capilla antigua llamada parroquia
de indios, al pie del Tepeyac.
La Iglesia Católica
elevó a Juan Diego a los altares el 6 de mayo de 1990, cuando el Papa Juan
Pablo II beatificó junto con Juan Diego a otros cuatro mexicanos. El 31 de julio San Juan Diego fue canonizado
como santo por el mismo Papa Juan Pablo II en su visita a México en el año 2002,
quedando ese día, 31 de julio, para su conmemoración todos los años.
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