1º de Diciembre de 1940
General Manuel Ávila Camacho
Último militar presidente.
El edificio de la
Cámara de diputados, la antigua antes de San Lázaro, desde que el general
Álvaro Obregón protestó como Presidente Constitucional de la República Mexicana
la noche del 30 de noviembre de 1920, no había tenido otra ceremonia igual,
porque los jefes de Estado que sucedieron a Obregón habían verificado este acto
tan solemne en el Estadio Nacional.
Veinte años después, el recinto parlamentario vuelve a ser el escenario
de la ceremonia de protesta del Jefe de la Nación, a las 10 horas con 55
minutos de la mañana de este día, cuando los presidentes, entrante y saliente,
generales Manuel Ávila Camacho y Lázaro Cárdenas del Rio, respectivamente,
hacen su entrada al salón de sesiones de la Cámara de Diputados, en medio de
vivas y estruendosas aclamaciones de los presentes.
Acalladas las interminables ovaciones, el secretario de la Cámara de Diputados
anuncia que el general Ávila Camacho va a rendir la protesta de ley como
Presidente Constitucional de la República, e invita a todas las personas a
ponerse de pie, lo que hacen desde luego, o sea inmediatamente. Entonces el divisionario, que nunca participó
en acciones de guerra, extiende la diestra y en medio de un solemne silencio
pronuncia las frases de rigor: “Protesto
guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos y las leyes que de ella emanen,. . .bla,bla,bla, el resto ya lo saben
ustedes como también saben que las palabras se las lleva el viento, y más
tratándose de políticos mexicanos serviles y obsequiosos.
Al concluir las palabras de la protesta, el general Lázaro Cárdenas se
despojó de la banda presidencial con el águila bordada en oro y la entrega al
general Ávila Camacho en un acto políticamente incorrecto ya que la banda debe
entregársela al Presidente de la Cámara como titular que es de la
“representación” del pueblo mexicano que es el que designa a su mandatario y
éste la entrega al nuevo mandatario (o más bien “mandante”).
Enseguida, y siguiendo con la comedia, los dos presidentes, entrante y
saliente, se abrazaron efusiva y amorosamente en medio de las ovaciones de las
focas aplaudidoras; todos aplauden entusiasmados, diputados, senadores,
diplomáticos y concurrentes.
Al concluir el acostumbrado y repetitivo mensaje al pueblo que el ya
Presidente Constitucional, general Manuel Ávila Camacho, dio lectura, se da por
terminada la solemne ceremonia, y el nuevo mandatario y el general Lázaro
Cárdenas, ya ex presidente de México, abandonan la Cámara en medio de ovaciones
(otra vez las focas) cuya magnitud apenas dejaba oír los honores militares que
desde la entrada principal del Palacio Legislativo les rendían clarines y
tambores mezclados con los acordes del Himno Patrio.
Como
colofón a esta puesta en escena, el embajador yanqui, Mr. Downey, también
aplaude la intención expresada por el nuevo mandante de que se establezcan en
México bases navales que sirvan para proteger a todo el continente contra una
invasión totalitaria, ya que la segunda guerra mundial ya está en marcha.
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