4 de Diciembre de 1914
Francisco Villa y Emiliano Zapata.
Entrevista en Xochimilco, D.F.
Poco después de las ocho de la mañana
sale de Tacuba el General Francisco Villa con su Estado Mayor, y el general
Roque González Garza y su escolta.
Llegan a la garita San Antonio Abad y siguen hacia Xochimilco. En el edificio que ocupa la prefectura
provisionalmente, en la calle Juárez, esperan al general Emiliano Zapata, que
arriba en un automóvil seguido de otros y una escolta de surianos. Los generales Alfredo Serratos y Otilio Montaño
hacen las presentaciones y Villa y Zapata se abrazan y charlan cordialmente.
Pasan luego a la casa que en la octava calle de Hidalgo, posee el señor
Manuel Fuentes, y se unen a la comitiva los agentes yanquis Carothers y el
fatídico Cánovas. En una pieza del
segundo piso se instalan en torno de una humilde mesa.
El general Villa, entre otras cosas, dice que es una tristeza y una
desgracia que en nuestro país los elementos más conscientes y educados, sean
los más corrompidos. Y haciendo clara
alusión a Carranza y Obregón, dice que son hombres que han vivido en camas
blanditas y no quieren ni les interesan los sufrimientos de los de abajo.
Después de charlar en conjunto con los asistentes, Villa, Zapata y el
general zapatista Manuel Palafox, se dirigen a una pieza contgua a tratar
asuntos que mantienen en secreto.
Después de hora y media salen y hacen declaraciones a los periódicos,
inclusive a los corresponsales extranjeros.
Zapata se refiere a que hay esperanzas de que la paz pronto sea un hecho
y que el cumplirá sus compromisos con el pueblo. Se Sirve un banquete y se formulan brindis;
Zapata con coñac y Villa con agua, y después de los brindis Francisco Villa
habla también de que el nunca traicionará la causa del pueblo. Se abrazan nuevamente y a las cuatro de la
tarde regresa Villa a Tacuba.
Los generales revolucionarios Francisco Villa y Emiliano Zapata no se
conocían personalmente, aunque si habían mantenido correspondencia, y al aprobar
la Convención Revolucionaria los principios del “Plan de Ayala” y formular un
programa inicial en el que se daba preponderancia a la cuestión agraria, el
zapatismo se había sentido satisfecho en sus aspiraciones fundamentales.
Los dos caudillos eran del tipo eminentemente popular, su ideología era
análoga y su tenacidad era indudablemente intencionada a favor de la clase
humilde. Vinculados ideológicamente se dieron un estrecho abrazo al conocerse y
con ello significaron, históricamente, la alianza de los revolucionarios del
norte con los del sur, o sea, la genuina unificación revolucionaria del pueblo
mexicano.
Entre los acuerdos, en su momento secretos, que acordaron Villa y Zapata,
el principal fue coordinar los dos ejércitos, La División del Norte villista y
el Ejército Libertador del Sur Zapatista, en su lucha contra el reaccionario
carrancismo. El general Villa le informa
al general Zapata su intención de arremeter con toda su división la plaza de
Veracruz donde Carranza se atrincheró, arrollar a toda su tropa, en ese momento
muy disminuida, y arrojar a Carranza al mar.
Pero Zapata no estuvo de acuerdo alegando que la línea a Veracruz estaba
dentro de su jurisdicción, que el se encargaría de Carranza y al mismo tiempo
interceptaría todo el apoyo que él le enviara a Obregón que ya se dirigía hacía
el Bajío que también pertenecía a su territorio.
Y aunque Felipe Ángeles aconsejaba a Villa dirigirse inmediatamente a
Veracruz para eliminar a Carranza y quedando éste eliminado, encargarse de Obregón
que estaba bastante vulnerable después que el grueso de sus fuerzas al mando
del inepto Pablo González, había sido aniquilado ya por la División del Norte.
Desafortunadamente el general Villa
desoyó el consejo del general Ángeles, aduciendo lo ya tratado con el general
Zapata en cuanto él se encargaría de aniquilar a Carranza en Veracruz. Ángeles le dijo que Zapata militarmente no
significaba nada al lado de las fuerzas de Obregón y Carranza, ya que su
ejército del sur no pasaba de los diez mil elementos y que nunca su radio de
acción se había extendido más allá del Estado de Morelos, y que el mismo
Zapata, como estratega militar, no tenía ninguna significación.
Sin embargo, el general Villa, ingenuamente, confió en las promesas de
Zapata y allí radicó su posterior derrota en las batallas del Bajío, ya que
Zapata no pudo, y más bien, no quiso enfrentar en ningún momento a las fuerzas
carrancistas, enclaustrándose con sus soldados campesinos en Morelos.
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