SEGUNDO PRESIDENTE DE MÉXICO.
VICENTE
GUERRERO – 1º de abril al 18 de diciembre de 1829
El Congreso,
desentendiéndose de la renuncia de Gómez Pedraza, declaró insubsistente la
elección y designó presidente al general Guerrero que era el jefe de los
yorkinos, y al general Anastasio Bustamante como vicepresidente.
Por aquel entonces aún
no se originaban los partidos políticos y fueron las logias masónicas las que
se apropiaron de las luchas políticas y por ende de los movimientos electorales
y todo lo concerniente al gobierno federal.
Las primeras logias
masónicas fueron fundadas durante el gobierno colonial, poco antes de la
independencia, por oficiales de los cuerpos expedicionarios venidos de
España. Eran todas pertenecientes al
rito escoces y se extendieron rápidamente por todo el país.
A consecuencia de la
división entre centralistas y federalistas, los más exaltados de entre éstos,
decidieron fundar una nueva asociación masónica, bajo el rito de York, de la
que el principal fundador e inventor fue el embajador de los Estados Unidos,
Joel R. Poinsett.
Los Estados Unidos,
cuyas tendencias expansionistas ya se dejaban sentir, enviaron como ministro
plenipotenciario ante el nuevo gobierno de México, a Mr. Joel R. Poinsett,
quien tenía instrucciones de comprar el territorio de Texas, la península de
Baja California y por lo menos la mitad de todos los Estados fronterizos del
norte de México.
Ya en abril de 1812,
Don Luis de Onís, ministro plenipotenciario del rey de España ante los Estados
Unidos, participaba al virrey de México Don Francisco Javier Venegas, que este
país tenía como agente en la Nueva España al citado Poinsett, para fomentar la
revolución, con el objeto de anexar este país por lo que se expidió por el
virrey una circular para detenerlo; sin embargo Poinsett, haciendo valer su
inmunidad diplomática, huyó a su país no sin antes llevarse una planta de la
flor de nochebuena presumiendo que él la había descubierto.
Sin embargo, el
origen ilegal del gobierno de Guerrero, que tomo posesión de su puesto el
primero de abril de 1829, no se olvidaba, y pronto comenzaron los ataques
contra su administración, tanto en la prensa como en tabloides y pasquines,
pintando a Guerrero como un mulato semisalvaje e inmoral, pese a su honradez
acrisolada, y haciéndole aparecer rodeado de la plebe más abyecta.
Para gobernar no tuvo
más remedio que rodearse se sus amigos yorkinos, de los que dependía por
completo dada su ignorancia en materia de administración pública. El más importante, el funesto Lorenzo de
Zavala, ministro de Hacienda, lo acercó al embajador estadounidense Joel R.
Poinsett, que llegó a tener importante influencia en sus decisiones.
En las manos de
Guerrero recayó la responsabilidad de aplicar el decreto de expulsión de los
españoles y combatir el intento de reconquista, encabezado por el español
Isidro Barradas, quien al frente de sus tropas se apoderó de Tampico en 1829 aunque
poco tiempo después fue derrotado y desalojado del puerto por el esforzado y
valiente general ex insurgente Don Manuel Mier y Terán.
Tras el triunfo de
las armas mexicanas, el vicepresidente Anastasio se rebeló contra guerrero, el
presidente salió a combatirlo y el Congreso, que meses antes le había entregado
la presidencia, aprovechó su ausencia y lo declaró “imposibilitado mentalmente
para gobernar”. Y ya sin apoyo de ninguna especie, Guerrero se refugió en sus
serranías del sur.
El ministro de la
guerra del gobierno espurio de Anastasio Bustamante, general José Antonio
Facio, entablo tratos con el capitán del buque “sardo” (gentilicio de Cerdeña)
“Colombo” Francisco Picaluga para que, traicionando la amistad con que lo
distinguía el general Don Vicente Guerrero, aprehendiera a éste y lo entregara
al gobierno mediante el pago de cincuenta mil pesos.
El general Guerrero,
después de ser aprehendido y acusado falsamente del delito de conspiración y
traición, es conducido a Oaxaca, donde se le trató con el mayor rigor, y
después de un simulacro de proceso, fue fusilado el caudillo de la
independencia en el pueblo de Cuilapa el día 14 de febrero de 1831; Fue en un
consejo de ministros donde se decidió la infamia del asesinato de Vicente
Guerrero, siendo Lucas Alamán el principal instigador.
En cuanto al traidor Picaluga, El Real Consejo Superior del Almirantazgo
de Génova, le condenó a muerte y a la pérdida de todos sus bienes, como enemigo de la patria
y del Estado, e incluso en todas las penas señaladas para los bandidos de
primer orden donde se le incluía la infamia al general mexicano, por sentencia del
28 de julio de 1836.
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