EDITORIAL
El 12 de
Junio se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, una fecha que
busca generar conciencia sobre la situación de millones de niñas y niños que
ante la falta de oportunidades y recursos, se ven obligados a trabajar y
abandonar sus estudios y su infancia.
Según la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), hay cerca de 168 millones de
niñas y niñas en situación de trabajo infantil en el mundo, de los cuales más
de la mitad realizan actividades peligrosas que ponen en riesgo su salud, su seguridad
y su desarrollo.
En México,
el problema también es grave. De acuerdo con el Módulo de Trabajo Infantil 2017
del INEGI, hay 3.2 millones de niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años que
realizan trabajo infantil, lo que representa el 11% de la población en ese rango
de edad.
De ellos, el
58.2% se dedica a una ocupación no permitida por la ley, y el 36.6% realiza
quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas. Además, el 61.3% de los
menores ocupados realiza actividades peligrosas, como trabajar en minas,
basureros, campos agrícolas o en la calle.
El trabajo
infantil tiene consecuencias negativas para el bienestar y el futuro de los
niños y niñas que realizan. Según la OIT, el trabajo infantil priva a los
menores de su derecho a la educación, limita sus posibilidades de desarrollo
personal y social, y los expone a situaciones de violencia, explotación y
abuso.
Además, el trabajo
infantil perpetúa el ciclo de pobreza y desigualdad, al impedir que los niños y
niñas adquieran las habilidades y competencias necesarias para acceder a
empleos dignos y productivos cuando sean adultos.
Por ello, la
erradicación del trabajo infantil es un objetivo prioritario tanto para la
comunidad internacional como para México. En 2015, los países miembros de las Naciones
Unidas se comprometieron a poner fin al trabajo infantil en todas sus formas
para el año 2025, como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En ese
sentido, México ha adoptado diversas medidas legislativas y políticas públicas
para prevenir y combatir este fenómeno. Entre ellas, se destaca la reforma
constitucional de 2014 que elevó la edad mínima para trabajar de 14 a 15 años,
así como la creación del Sistema Nacional para la Prevención y Erradicación del
Trabajo y la Protección de Adolescentes Trabajadores en Edad Permitida.
Asimismo, México
ha desarrollado herramientas estadísticas para identificar las zonas y sectores
donde hay mayor riesgo de trabajo infantil, con el apoyo de la OIT y la CEPAL.
También ha establecido mecanismos de cooperación técnica con otros países de la
región, como Argentina, para intercambiar experiencias y buenas prácticas en la
materia.
Sin embargo,
aun queda mucho por hacer para garantizar que todos los niños y niñas de México
puedan ejercer plenamente sus derechos y vivir una infancia libre de trabajo.
Se requiere fortalecer las acciones de prevención, protección y restitución de
derechos, así como ampliar la cobertura y calidad de los servicios educativos,
sanitarios y sociales para las familias más vulnerables.
También se
necesita sensibilizar a la sociedad sobre los efectos nocivos del trabajo
infantil y promover una cultura del respeto a los derechos humanos de la
infancia. En este sentido, el papel de los medios de comunicación, las
organizaciones civiles, las escuelas y las autoridades locales es fundamental.
En este Día
Mundial contra el Trabajo Infantil, recordemos que todos tenemos una responsabilidad
compartida para proteger a los niños y niñas de México del trabajo infantil.
Solo así podremos construir un país más justo, equitativo e incluyente para las
presentes y futuras generaciones.
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