20 de Agosto de 1847
Sigue la invasión Angloamericana
Batallas de Padierna y Churubusco
Santa Anna, para ganar tiempo, entró
en correspondencia secreta con el enemigo, aprovechando la llegada de un
plenipotenciario al campamento de Winfield Scott, el general en jefe yanqui,
haciéndole propuestas vergonzosas y recibiendo dinero de los invasores. Así pudo detener a Scott hasta hasta los
primeros días del mes siguiente (agosto), en que, habiendo recibido el jefe
yanqui gran cantidad de refuerzos en hombres y material de guerra, marchó sobre
la capital de la República, con once mil hombres y cuarenta cañones.
El general Valencia
nombrado jefe de los restos del Ejército del Norte, algo más de cuatro mil
hombres, con doce cañones; y como el
plan de Santa Anna era netamente defensivo, le había prevenido que se limitara
a observar detenidamente al enemigo, atacándole solamente por la retaguardia en
caso de que embistiera contra alguna de las posiciones de la línea de defensa.
Pero a pesar de estas
órdenes terminantes, Valencia se obstinó a situarse en las Lomas de Padierna
para disputar el paso al invasor que se encontraba en Tlalpan, y éste se
presentó en aquella posición mal escogida por Valencia este día (agosto 19) a
las dos de la tarde, logrando situar sus tropas al frente y a la retaguardia de
los mexicanos, haciéndoles grandes daños; aunque estos, sobreponiéndose, logran
desalojara al enemigo del rancho de San Jerónimo al finalizar el día, por lo
que se creían victoriosos, pero en realidad habían quedado en pésimas
circunstancias, si se tiene en cuenta el movimiento envolvente iniciado y bien
ejecutado por los angloamericanos. Santa
Anna, que con una división había presenciado la batalla, no quiso prestar
auxilio a Valencia, retirándose a San Ángel y ordenándole abandonar aquelle
posición y seguirle, lo que no obedeció.
Los invasores durante
la noche aumentaron sus fuerzas, continuaron el movimiento envolvente, y, al
amanecer de éste día (agosto 20), atacaron por la retaguardia, derrotando por
completo a las fuerzas de Valencia que fueron cogidas entre dos fuegos,
haciéndole muchos muertos y heridos. La
mayor parte de la división quedó prisionera, y se perdió toda la artillería en
menos de una hora.
La derrota de
Padierna hizo que Santa Anna ordenara se retiraran las tropas que había en San
Ángel y en la hacienda de San Antonio, replegándose al perímetro de la ciudad,
debiéndose hacerse la mayor resistencia a los invasores en el Convento y Puente
de Churubusco, para proteger dicha retirada.
Batiéronse allí
heroicamente los batallones de la Guardia Nacional “Independencia” y “Bravos”,
siendo reforzados por piquetes de otros cuerpos y logrando rechazar a las
fuerzas enemigas, fuertes en unos tres mil hombres, cuantas veces intentaron el
asalto, rindiéndose sólo por falta de parque, aunque sin capitular.
El convento estuvo al
mando del general Manuel Rincón, y entre los más distinguidos defensores de
aquel punto, que n total no pasaban de mil y tanto hombres, se contaron el
general don Pedro María Anaya ---autor de la famosa frase: “si hubiera parque
no estaría usted aquí---, quien a pesar de haber recibido serias quemaduras al
incendiarse la pólvora, continuó batiéndose; el notable escritor y diplomático
don Manuel Eduardo Gorostiza, el jefe de la artillería Juan B. Argûelles, mayor
José Hidalgo, capitanes: Luis Martínez C., Eligio Villamar, José María Revilla,
y Juan Aguilar López; tenientes: Mariano Álvarez, José de la Cuesta, Luis
Arizmendi, Manuel Estrada, Francisco Hernández, Mariano Espinoza, Francisco
Peñuñuri y otros más. Todos ellos fueron hechos prisioneros y los vencedores
los trataron con las mayores consideraciones reconociéndoles su heroísmo y
valor.
Con la derrota de
Padierna y la toma de Churubusco, unidas a las escaramuzas de las haciendas de
Portales y San Antonio, ocurridas este mismo día (agosto 20), perdieron los
mexicanos su primera línea defensiva por lado sur de la ciudad; pero el
ejército invasor yanqui sufrió pérdidas de consideración que no pudo evitar,
pues sus bajas, entre muertos y heridos, no fueron menos de mil quinientos
hombres.
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