14 de Agosto de 1923
Secuela de la emboscada a Pancho Villa.
Comentarios periodísticos
Nadie cree una palabra de las muchas
que emite Jesús Salas Barraza para tratar de demostrar que él fue el director
del asesinato de Pancho Villa. Hoy uno
de los comentaristas de uno de los diarios más serios de la capital, pregunta:
“ ¿Pero Salas Barraza en verdad mató al guerrillero de Durango? Porque la
simple confesión, ni jurídica ni moralmente convence, y el mismo empeño del
presunto reo en declararse culpable lo hace sospechoso. . .
Ese desplante, esa osadía que cínicamente
quiere ser heróica; esa especie de
vanidad que palpita en las declaraciones del diputado Salas Barraza, hace sospechar
estas dos cosas: Que él no tuvo nada que ver en el asesinato de Villa y que al
declararse, presuntuosamente, culpable, está seguro de ser absuelto y que
inclusive espera una muy jugosa gratificación por la mascarada. . .¿Se trata de
un hombre de paja? ¿Es que el delito
político del que habla timidamente el diputado Gandarilla si existió, y se
trata de encubrir detrás de la jactanciosa petulancia del auto llamado asesino
salas?”
Lo cierto es que se
ha confirmado que en los cuartos siete y nueve de la calle Gabino Barreda, de
Parral, dizque atacaron “frente a frente”, seguros de la impunidad oficial
----la guarnición de la plaza, casual e inexplicablemente, había salido a los
llanos de Mauritania a realizar maniobras, y el cuerpo de policía, también
casual e inexplicablemente, fue acuartelado para unas supuestas academias de
capacitación--- y protegidos por los muros de los cuartos, Melitón Lozoya,
Librado Martínez, Román Guerra, José Sáenz Pardo, José Guerra, José Barraza y
Ruperto Vara, pertrechados (¿frente a frente?) con rifles Winchester calibre
35, con balas expansivas, mientras que afuera Juan López Sáenz Pardo dio la
señal de que el automóvil se acercaba y que Villa venía al volante.
Solamente logró
evadirse el coronel Ramón Contreras que batiéndose en retirada desapareció
debajo de un puente cercano. Sin
embargo, los asesinos tuvieron un muerto, Román Guerra, que cayo abatido por
los disparos del coronel Ramón Contreras en su retirada. Finalmente el coronel Contreras logró
sobrevivir aunque perdió un brazo debido a sus heridas.
Aparte de Obregón y
Calles que organizaron el crimen a la sombra, actuó como autor intelectual
inmediato el comerciante parraleño y masón grado 33 Gabriel Chávez, con la
complicidad de Jesús Herrera, hermano de los generales Maclovio y Luis Herrera; Eduardo Rico, propietario de los almacenes
“Las fábricas de Francia”; Guillermo
Gallardo Portillo, dueño de los cuartos de los emboscados y Jesús Corral Valles,
quien facilitó el corral para los caballos de los asesinos.
Pero está plenamente
comprobado que fue Melitón Lozoya quien organizó la partida en la hacienda “La
Cochinera” y encabezó al grupo. Salas
Barraza sólo fue un cómplice encubridor y nunca estuvo en el grupo de los
asesinos emboscados, aunque él ahora asegura que sí e incluso que dirigió la
agresión.
Francisco Villa
recibió doce balas en el cuerpo y dos en la cabeza. Murió en la única forma en que no habría deseado morir. Siempre creyó que su muerte ocurriría en el
campo de batalla.
El jefe de la
guarnición de parral, general J. Félix Lara, que se hizo “ojo de hormiga” con
sus soldados durante el tiroteo, confirmó años después al periodista y poeta
Justino M. Palomares que la trama de la muerte de Villa había sido dirigida
“desde arriba”. Nunca se persiguió a los
matadores del caudillo, cuyo nombre de guerra fulge grabado en letras de oro en
el recinto de la Representación Nacional.
Así murió el más
desconcertante de los revolucionarios mexicanos, que dio a la etapa de
violencia de la Revolución un brillo estratégico y victorioso. Pereció a fuego y balas y entre el humo de la
pólvora, como había vivido.
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