26 de Noviembre de 1919
General Felipe Ángeles
Juicio y fusilamiento
Tres días antes (noviembre 23) en el
Teatro de los Héroes de la ciudad de Chihuahua, se instala para su
procesamiento un remedo de Consejo de Guerra bajo la consigna y orden
terminante de Venustiano Carranza de condenar a muerte al general Ángeles y
fusilarlo inmediatamente.
Se prestan a la farsa
puros incondicionales carrancistas: General Gabriel Gavira, como presidente;
vocales los generales Miguel M. Acosta (oriundo de Múzquiz, Coahuila.),
Fernando Peraldi, Silvino M. García y José Gonzalo Escobar; juez instructor
general y licenciado Salvador Franco Urías, asesor Tomás López Prieto,
defensores, licenciados Alberto López Hermosa y Alonso Gómez Luna y agente del
ministerio público, licenciado Víctores Prieto.
Al entrar al teatro
el prisionero al teatro el prisionero, la multitud se agolpó y ocupó todas las
localidades. El general Ángeles se
mostró muy tranquilo. Contesto sin
titubear todos los cuestionamientos que se le hicieron, y se le regresó a su
celda al término del juicio donde lee “La Vida de Jesús” por Renán.
A las diez y tres cuartos de la noche de hoy (noviembre 25),
el general Gabriel Gavira, Presidente del Consejo de Guerra, reanuda la sesión
pública que había sido suspendida para deliberar en sesión secreta, y con las formalidades
debidas mandar dar lectura a la sentencia: Ésta condena al general Felipe
Ángeles a sufrir la pena capital.
De nada valió un
oficio del ciudadano juez segundo de lo penal que disponía se suspendiera la
audiencia, en virtud del amparo interpuesto por el acusado, oficio que también
se dirigió a la Cámara de Diputados donde los licenciados Toro y Leal hicieron
ver que ellos (los diputados) no debían quedarse cruzados de brazos ante la
inminente muerte de tres hombres, tres mexicanos, entre los cuales se encuentra
uno que ha prestado grandes servicios a la Revolución y cuyos méritos han sido
reconocidos aún por las potencias europeas.
Salió también
sobrando el ocurso dirigido por un grupo de hijos del Colegio Militar, entre
ellos Enrique Flores Alatorre, Federico Méndez Rivas y Arturo Lazo de la Vega
que pedían clemencia a Venustiano Carranza.
También estuvo de más un extenso telegrama dirigido al Presidente
Carranza y firmado por los principales miembros de las colonias extranjeras de
Chihuahua, para pedir la vida del general Ángeles.
Pudo más un insidioso
telegrama del asesino Álvaro Obregón al general Diéguez en el que, volcando
todo su rencor y su envidioso resentimiento, le decía: “lo borraré a usted del
número de mis amigos si hace alguna gestión en favor de Ángeles”. Fue decisivo un mensaje de Venustiano
Carranza en el que, mostrando toda su pequeñez moral, ordenaba al Consejo de
Guerra el asesinato del general Ángeles.
El general Felipe
Ángeles escuchó impávido su sentencia de muerte. En su celda, pidió papel y lápiz para
escribir a su familia y entregó la carta a sus defensores que le informaron
haber telegrafiado a México en solicitud de amparo al juez de distrito para que
suspenda la ejecución. Sonrió y expresó
que era inútil, que la orden de ejecutarlo ya estaba hecha desde antes de que
se instalara el Consejo de Guerra, que iría al paredón y que ya estaba
preparado y dispuesto. Agradeció, sin embargo, todas esas gestiones; y se
dispuso a reposar.
Como a las seis de la
mañana (noviembre 26) comenzaron a llegar al cuartel que sirvió de capilla al
sentenciado, diversas facciones de tropa, así como el pelotón encargado de
consumar la ejecución, compuesto de diez soldados al mando de un teniente,
todos pertenecientes al 21º Regimiento.
La luz mortecina del
día apenas iluminaba la estancia en que el general Ángeles se hallaba sentado,
rodeado ya de muchas personas que, silenciosas, trémulas de emoción, miraban al
reo, que, tranquilamente aguardaba la señal para ir a ponerse frente a sus
ejecutores.
A una señal que le
hizo el jefe del día mayor Ignacio L. Campos, Ángeles se levanto de su asiento
y dando un fuerte abrazo a su defensor licenciado Gómez Luna, dijo en voz
alta “¡ya es tiempo!”. Salió erguido, con rapidez, quizá por no
prolongar más su agonía, se dirigió al lugar de la ejecución, y después de
dirigirle a los soldados del pelotón unas breves palabras, se puso frente al
mimo al tiempo que se oyó la voz de mando del teniente Ramón Ortiz sonando
inmediatamente la descarga, cayó el general Ángeles sobre el costado izquierdo,
en una postura de semiflexión, con la cabeza sobre uno de sus brazos. El doctor García se acercó y como notara que
aún no moría se le aplicó el tiro de gracia en la frente, que terminó con la
vida de quien fuera gloria de nuestro Ejército Nacional.
El general Ángeles al
caer ya casi muerto dejó ver los terribles efectos de las balas, pues sobre la
camisa de lana que portaba, se podía ver parte del hígado y los
intestinos. Su sonrisa; esa eterna
sonrisa parece que se estereotipó en él hasta después de muerto.
El doctor L. M.
Gómez, testigo del fusilamiento, dice que diez hombres formaron el pelotón que
le arrancó la vida, quienes le dispararon sobre el estomago en vez de hacerlo
en el pecho, como se los había pedido el general Ángeles, y que el oficial
encargado de darle el tiro de gracia, cuando aún estaba agonizante, le puso el
pie en el cuello, descargando su pistola sobre la cabeza de la víctima y no
sólo un disparo; Este es el hecho más brutal que he contemplado, dice el doctor
Gómez.
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