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sábado, 26 de noviembre de 2022

EFEMÉRIDES MEXICANAS // Rafael Urista de Hoyos


26
 de Noviembre de 1919

General Felipe Ángeles                              

Juicio y fusilamiento

  Tres días antes (noviembre 23) en el Teatro de los Héroes de la ciudad de Chihuahua, se instala para su procesamiento un remedo de Consejo de Guerra bajo la consigna y orden terminante de Venustiano Carranza de condenar a muerte al general Ángeles y fusilarlo inmediatamente. 

  Se prestan a la farsa puros incondicionales carrancistas: General Gabriel Gavira, como presidente; vocales los generales Miguel M. Acosta (oriundo de Múzquiz, Coahuila.), Fernando Peraldi, Silvino M. García y José Gonzalo Escobar; juez instructor general y licenciado Salvador Franco Urías, asesor Tomás López Prieto, defensores, licenciados Alberto López Hermosa y Alonso Gómez Luna y agente del ministerio público, licenciado Víctores Prieto.

  Al entrar al teatro el prisionero al teatro el prisionero, la multitud se agolpó y ocupó todas las localidades.  El general Ángeles se mostró muy tranquilo.  Contesto sin titubear todos los cuestionamientos que se le hicieron, y se le regresó a su celda al término del juicio donde lee “La Vida de Jesús” por Renán.

   A las diez y tres cuartos de la noche de hoy (noviembre 25), el general Gabriel Gavira, Presidente del Consejo de Guerra, reanuda la sesión pública que había sido suspendida para deliberar en sesión secreta, y con las formalidades debidas mandar dar lectura a la sentencia: Ésta condena al general Felipe Ángeles a sufrir la pena capital. 

  De nada valió un oficio del ciudadano juez segundo de lo penal que disponía se suspendiera la audiencia, en virtud del amparo interpuesto por el acusado, oficio que también se dirigió a la Cámara de Diputados donde los licenciados Toro y Leal hicieron ver que ellos (los diputados) no debían quedarse cruzados de brazos ante la inminente muerte de tres hombres, tres mexicanos, entre los cuales se encuentra uno que ha prestado grandes servicios a la Revolución y cuyos méritos han sido reconocidos aún por las potencias europeas.

  Salió también sobrando el ocurso dirigido por un grupo de hijos del Colegio Militar, entre ellos Enrique Flores Alatorre, Federico Méndez Rivas y Arturo Lazo de la Vega que pedían clemencia a Venustiano Carranza.  También estuvo de más un extenso telegrama dirigido al Presidente Carranza y firmado por los principales miembros de las colonias extranjeras de Chihuahua, para pedir la vida del general Ángeles.

  Pudo más un insidioso telegrama del asesino Álvaro Obregón al general Diéguez en el que, volcando todo su rencor y su envidioso resentimiento, le decía: “lo borraré a usted del número de mis amigos si hace alguna gestión en favor de Ángeles”.  Fue decisivo un mensaje de Venustiano Carranza en el que, mostrando toda su pequeñez moral, ordenaba al Consejo de Guerra el asesinato del general Ángeles.

  El general Felipe Ángeles escuchó impávido su sentencia de muerte.  En su celda, pidió papel y lápiz para escribir a su familia y entregó la carta a sus defensores que le informaron haber telegrafiado a México en solicitud de amparo al juez de distrito para que suspenda la ejecución.  Sonrió y expresó que era inútil, que la orden de ejecutarlo ya estaba hecha desde antes de que se instalara el Consejo de Guerra, que iría al paredón y que ya estaba preparado y dispuesto. Agradeció, sin embargo, todas esas gestiones; y se dispuso a reposar.

  Como a las seis de la mañana (noviembre 26) comenzaron a llegar al cuartel que sirvió de capilla al sentenciado, diversas facciones de tropa, así como el pelotón encargado de consumar la ejecución, compuesto de diez soldados al mando de un teniente, todos pertenecientes al 21º Regimiento.

  La luz mortecina del día apenas iluminaba la estancia en que el general Ángeles se hallaba sentado, rodeado ya de muchas personas que, silenciosas, trémulas de emoción, miraban al reo, que, tranquilamente aguardaba la señal para ir a ponerse frente a sus ejecutores.

  A una señal que le hizo el jefe del día mayor Ignacio L. Campos, Ángeles se levanto de su asiento y dando un fuerte abrazo a su defensor licenciado Gómez Luna, dijo en voz alta  “¡ya es tiempo!”.  Salió erguido, con rapidez, quizá por no prolongar más su agonía, se dirigió al lugar de la ejecución, y después de dirigirle a los soldados del pelotón unas breves palabras, se puso frente al mimo al tiempo que se oyó la voz de mando del teniente Ramón Ortiz sonando inmediatamente la descarga, cayó el general Ángeles sobre el costado izquierdo, en una postura de semiflexión, con la cabeza sobre uno de sus brazos.  El doctor García se acercó y como notara que aún no moría se le aplicó el tiro de gracia en la frente, que terminó con la vida de quien fuera gloria de nuestro Ejército Nacional.

  El general Ángeles al caer ya casi muerto dejó ver los terribles efectos de las balas, pues sobre la camisa de lana que portaba, se podía ver parte del hígado y los intestinos.  Su sonrisa; esa eterna sonrisa parece que se estereotipó en él hasta después de muerto.

  El doctor L. M. Gómez, testigo del fusilamiento, dice que diez hombres formaron el pelotón que le arrancó la vida, quienes le dispararon sobre el estomago en vez de hacerlo en el pecho, como se los había pedido el general Ángeles, y que el oficial encargado de darle el tiro de gracia, cuando aún estaba agonizante, le puso el pie en el cuello, descargando su pistola sobre la cabeza de la víctima y no sólo un disparo; Este es el hecho más brutal que he contemplado, dice el doctor Gómez.

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