18 de Noviembre de 1910
Aquiles Serdán.
Enfrentamiento y aniquilación.
Las autoridades poblanas
transmitieron la orden de catear la casa de la familia Serdán en busca de armas
y publicaciones subversivas. El jefe de
la policía de la ciudad de Puebla, coronel Miguel Cabrera, se dispuso llevar a
cabo la diligencia la mañana del 18 de noviembre de 1910. Le acompañaban el mayor Arturo Fregoso y los
ayudantes del primero, Martín Aguirre, Blas López y Vicente Murrieta.
Una vez frente a la
casa de Aquiles Serdán llamaron fuertemente a la puerta que acto seguido fue
abierta de par en par. Penetraron en el
Zaguán, y después de atravesar el patio de la residencia fueron recibidos con
una descarga de fusilería, que ocasionó la muerte de Cabrera y su ayudante
Murrieta. Los que seguían a Cabrera
salieron huyendo de la casa para dar parte a sus jefes.
Mientras esto
ocurría, los hermanos Aquiles, Máximo y Carmen Serdán, la madre de éstos, la
esposa del primero y el grupo de conjurados, ocuparon la azotea de la casa,
excitando desde allí al pueblo para que tomara las armas en defensa de la
libertad. Sin embargo, en aquellos
momentos su exhortación no fue escuchada.
Las autoridades
dieron órdenes urgentes al Batallón Zaragoza para que tomara por asalto la casa
de los rebeldes. También se dio a los
soldados del Primer Regimiento de Caballería de ocupar las alturas del templo
de San Cristóbal, pues desde ese lugar se dominaban perfectamente las azoteas
de la calle de Santa Clara.
Los soldados del
Batallón Zaragoza, caminando por las azoteas contiguas a la casa de los Serdán
avanzaban con dificultad por el fuego que les hacían los defensores, que se
batían con extraordinario valor y que logaron por muchas horas tener a raya a
los asaltantes. Los federales del Primer
Regimiento abrieron un fuego muy denso contra las azoteas, lanzando sobre de
ellas una verdadera lluvia de plomo e imposibilitando la defensa de los
sitiados.
Las primeras víctimas
fueron Máximo Serdán y el joven estudiante Jesús Nieto, que cayeron muertos con
las armas en las manos. Resultó herida
Carmen Serdán. Los hombres, aunque
conservaban la serenidad, se hallaban agotados por la desigual pelea, pues eran
mucho más los atacantes que los defensores en una proporción de diez a uno, y
en esas condiciones todos los sitiador fueron acribillados y masacrados.
Cuando los soldados dieron muerte a los
últimos defensores varones, en una recamara encontraron juntas y desarmadas, a
Carmen, su madre y su cuñada, la esposa de Aquiles. Sin embargo, Aquiles no se encontraba por lo
que se hizo revisar toda la casa sin hallarlo; pero sabían que no pudo huir a
la calle, por lo que se organizó una búsqueda muy minuciosa por toda la casa
sin haberlo encontrado por lo que se decidió dejar una guardia permanente
vigilando el interior de la misma.
Aquiles, impotente,
herido y deshecho de cuerpo y espíritu, se refugia en un estrecho y disimulado
agujero bajo las duelas del piso inmediato a su recamara. Son las dos de la mañana del día sábado 19 de
noviembre de 1910. La soldadesca permanece en sus puestos de vigilancia. Cerca de la recamara del matrimonio Serdán se
escucha un tenue ruido y de repente, de la obscuridad asoma una cabeza humana,
es Aquiles que después de más de 15 horas de permanecer en un espacio no más
grande que el de un ataúd, presa de una fiebre altísima y con la mirada vaga,
levanta los brazos y con una voz apenas audible: ¡Soy Aquiles Serdán. . . hice lo que pude, lo
que debí hacer. . . no estoy obligado a más ¡
El vencido parece
otro hombre; su gesto es de tristeza, las fauces caídas , la altivez ha caído
ante la resignación, el dolor físico opaca el deseo de aparecer entero. Por toda respuesta se escucha un tiro, y
otro, y otro. El hombre se contrae de
dolor y se desploma.
El cadáver de Aquiles
Serdán fue llevado a la comisaría para ser expuesto a la curiosidad pública,
durante todo el día, tratando así el gobierno de escarmentar a los que se propusieran
confabularse contra las autoridades “democráticamente establecidas”.
En cuanto a las mujeres Serdán, ellas permanecieron cinco meses en prisión y serían liberadas en mayo de 1911, pocos días antes de la renuncia de Porfirio Díaz, y de inmediato se incorporaron a la lucha. La primera acción de Filomena del Valle, Viuda de Aquiles, fue promover un juicio contra el gobierno federal, acusándolo de asesinar a su esposo. Carmen, hermana de Aquiles, fundará y participará en varias juntas revolucionarias y María del Carmen, madre de Aquiles, aglutinaría a su vera a los sobrevivientes de la familia; y hasta la fecha, desconocemos que sucedió con estas mujeres, como murieron y donde reposan sus restos.
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