27 de Noviembre de 1919
General Felipe Ángeles
Sucesos post-mortem.
Es asesinado el general Felipe
Ángeles con balas expansivas que destrozaron horriblemente su cuerpo. Caído de costado, sobre el lado izquierdo, se
dejaron ver las más impresionantes heridas.
Una de ellas hizo escapar parte de sus entrañas por el abdomen,
lastimosamente hecho criba. La sangre
brotaba a borbotones, las convulsiones de su cuerpo y el ronco estertor que
salía de su garganta exigieron el tiro de gracia al ajusticiado que se
convirtió en una descarga completa.
No sabemos quien fue
ese monstruo de maldad que ordenó balas expansivas en el fusilamiento, aunque
no se necesita ser un dechado de inteligencia para imaginárnoslo: el bestial
Álvaro Obregón.
La ambulancia recogió
el cadáver para conducirlo al hospital militar de la ciudad de Chihuahua,
seguido de inmenso cortejo de hombres, mujeres y niños. Los defensores Gómez Luna y López Hermosa
colocaron el cuerpo en decoroso féretro y lo trasladaron a la casa del señor
Leonardo Revilla, amigo del general.
Después de velarlo, es sepultado por la tarde en el panteón municipal de
la ciudad de Chihuahua, acompañado de una inmensa multitud formada por todas
las clases sociales de Chihuahua.
La misma mañana de la
ejecución se recibió en la Suprema Corte de Justicia de la Nación del juez de
distrito de Ciudad Juárez que informa que ayer (noviembre 25), al conocer la
sentencia de muerte, los defensores del general Ángeles interpusieron el
recurso de amparo; que inmediatamente se dio entrada a la demanda y desde luego
ordenó a las autoridades militares suspender todo procedimiento. El Presidente de la Corte contestó, muy
convenientemente, que cuando esa respuesta llegó a Ciudad Juárez, ya el general
Ángeles había dejado de existir.
Lo dicho, la orden
del asesinato ya estaba dada por el “jefe de la nación” Venustiano Carranza, lo
que viene a comprobar que el fusilamiento del general Felipe Ángeles fue un
auténtico asesinato, un verdadero linchamiento.
El linchamiento popular es una manifestación morbosa de la libertad
democrática; el linchamiento oficial es la más cruel manifestación del
despotismo de un poder autoritario, absoluto e irresponsable
Los linchamientos
oficiales en México toman ordinariamente la forma que el pueblo designa con el
mote de “ley fuga”; pero en el caso del general Ángeles la autoridad quiso, por
tratarse de un mexicano ilustre, dignificar el linchamiento con la farsa
solemne de un procedimiento judicial.
Carranza así lo dispuso y telegrafió a sus
sicarios de Chihuahua estas pomposas e hipócritas palabras: “Cúmplase la ley (o
sea, su ley) sin admitir influencias de ninguna especie, ni a favor ni en
contra del reo” lo cual traducido a su verdadero significado quiere decir:
asesínese a Ángeles, sin hacer caso de las leyes; y así se hizo.
Cuando el general
Francisco Villa estando en ese momento (diciembre 11) en la población de
Múzquiz, Coahuila, se entera de que el general Ángeles ha sido víctima de la
venganza de Carranza, no pudo contener las lágrimas, al tiempo que exclamaba:
“le dije que no se anduviera con confiancitas”.
Antes de morir y al
despedirse el general Ángeles de uno de sus defensores, el licenciado Alberto
López Hermosa, le pidió a éste un favor muy especial que consistía en que fuera
a México, pidiera audiencia con el presidente y al tenerlo enfrente le dijera
lo siguiente: que no le perdono el crimen que ha cometido conmigo, que no lo
siento por mi, sino por mi mujer y mis hijos, que, por su capricho, van a
quedar una viuda y unos huérfanos desamparados y que es el deseo de un muerto que “Quien a hierro mata a hierro muere”.
El licenciado López
Hermosa en sus memorias relata que Carranza se enfureció tanto por ese recadito
que lo mando fusilar, pero ya estando cerca del Paredón se dio cuenta el
general Juan Barragán, que era su amigo, y enterado de la situación logró que
Carranza cambiara su orden de fusilamiento por el destierro a los Estados
Unidos. Meses después y cuando Carranza
fue asesinado, volvió a México a continuar con las actividades de su profesión.
Seis meses después de
la muerte de Felipe Ángeles se cumplía su sentencia: Venustiano Carranza caía asesinado el 21 de
mayo de 1920 en el pueblo de Tlaxcalantongo, en la sierra de Puebla, como
consecuencia de la traición y golpe de estado de su “hijo” predilecto Álvaro
Obregón al que hizo militar y políticamente lo formó y sacó del anonimato: “El que a hierro mata, a hierro muere”.
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