Entradas populares

domingo, 30 de octubre de 2022

EFEMÉRIDES MEXICANAS // Rafael Urista de Hoyos


30 de Octubre de 1873

Presidente Don Francisco I. Madero              

(Primera parte)

Noviembre 6 de 1911 a Febrero 19 de 1913.

  Nace en la Hacienda de El Rosario, en Parras, Coahuila.  Presidente de la República e iniciador del movimiento revolucionario de 1910.  Hijo de rancheros acomodados.  Estudió comercio en Baltimore, Estados Unidos y en el Liceo de Versalles, Francia.  Finalizó sus estudios en la universidad de San Francisco, California.  Vivió en San Pedro de las Colonias, en la región lagunera administrando propiedades familiares. De afición espiritista, en 1906 fue delegado al primer congreso nacional espiritista.

  Colaboró en la prensa de oposición de Coahuila y en 1908 publica un libro sobre la situación política mexicana: “La Sucesión Presidencial en 1910”.  Nombrado candidato presidencial por el Partido Nacional Antirreeleccionista y estimulado por la entrevista Diaz-Creelman donde aquel afirma que no se reelegirá, hace una extensa campaña presidencial.

  Detenido en Monterrey y trasladado a San Luis Potosí se fuga y lanza el Plan de San Luis el 5 de octubre de 1910 llamando a la revolución al pueblo de México contra la dictadura.  En el plan se fijaba la fecha del 20 de noviembre a las seis de la tarde para iniciar el movimiento.  Siguió su exilió en los Estados Unidos para desde allí esperar el resultado inicial del levantamiento.

  Primero Aquiles Serdán y su familia en Puebla y más tarde Francisco Villa, Pascual Orozco y Abraham González en Chihuahua y Emiliano Zapata en Morelos, se levantaron en armas.  Madero ingresó a territorio mexicano y fue herido en la batalla de Casas Grandes.  Asistió a la toma de Ciudad Juárez por Villa y Orozco.  Tras la caída de Porfirio Díaz y su destierro en Francia y durante el interinato de León de la Barra, Madero realizo su campaña presidencial y fue electo Presidente con José María Pino Suárez como Vicepresidente el 6 de noviembre de 1911.

  Madero no vislumbró los alcances del proceso revolucionario iniciado un año antes y se limitó a promover transformaciones insustanciales, dando lugar a que Zapata los desconociera y continuara su lucha en el sur ahora lanzando el Plan de Ayala en el mismo año de 1911.  Los militares porfiristas continuaron manteniendo el poder del ejército mientras que las milicias revolucionarias, que habían logrado el derrocamiento del dictador, eran disueltas.

  Después de la de Zapata Madero tuvo que enfrentar una serie de rebeliones: la del general Bernardo Reyes en diciembre; la de Emilio Vázquez Gómez, con los planes de Tacubaya y Santa Rosa; la de Félix Díaz en Veracruz, y la más seria de todas, la de Pascual Orozco en el norte, durante casi todo 1912, en la que Victoriano Huerta alcanzó relevancia nacional al conseguir el triunfo maderista, aunque con la ayuda del general irregular Francisco Villa.

  Madero, ingenuamente, había considerado al ejército federal como elemento básico para el sostenimiento de las instituciones, pero el resentimiento de los militares derrotados en la revolución maderista, se concentró en varios altos oficiales de dicho cuerpo.  Así el 9 de febrero de 1913 estalló otro movimiento en su contra en la misma capital:  El general Manuel Mondragón, al frente de los infieles cadetes de la Escuela Nacional de Aspirantes, liberó a Bernardo Reyes y Félix Díaz que estaban presos después de sus fracasados alzamientos; luego atacaron el Palacio Nacional que defendía el general Lauro Villar, muriendo el general Bernardo Reyes en el combate del que salieron derrotados los rebeldes.

    Félix Díaz y Mondragón se retiraron a La Ciudadela y Madero, extraña y cándidamente, designó a Victoriano Huerta en substitución del general Lauro Villar, que resultó herido en la defensa del Palacio Nacional.  La política del gobierno de Madero había provocado la aversión del embajador angloamericano Henry Lane Wilson, quien protegió a los rebeldes y negoció un acuerdo político entre Díaz y Huerta.  El funesto Aureliano Blanquet aprehendió a Madero Y Pino Suárez el día 18.  Estos, a cambio de que se les permitiera salir al extranjero, firmaron su renuncia un día después, el 19 de febrero de 1913;  no obstante, fueron asesinados por órdenes del chacal Huerta tres días después, el 22.

 Francisco I Madero                                                  

(Segunda parte)

  La revolución de Madero había triunfado, sus hombres lo apoyaban irrestrictamente, tenía el derecho y la facilidad, como caudillo triunfador, de asumir el poder y acabar con sus enemigos.  Sin embargo, su convicción democrática era más fuerte; sólo ocuparía la Presidencia de la República si la nación le otorgaba esa responsabilidad mediante el voto. 

  Respetuoso de la ley, Madero asumió el poder cinco mes después del triunfo de la Revolución tras salir victorioso en el proceso electoral y consentir durante ese tiempo un interinato a cargo de un acendrado porfirista como León de la Barra, que hizo todo por obstaculizar la buena marcha del país, dejándole a Madero una nación sumida en el caos y propicia para un cuartelazo militar.

  Su gobierno pretendía realizar un ejercicio de equidad política, delimitar los poderes de la Unión, defender el federalismo, aplicar correctamente la justicia y fortalecer las instituciones.  Uno de los pilares de su gobierno fue el de respeto a las libertades públicas.  Los obreros se beneficiaron con el reconocimiento irrestricto a su derecho de huelga e incluso lograron crear La Casa del Obrero Mundial para defender sus intereses.

  A los ojos de la sociedad mexicana, acostumbrada al servilismo ante la dictadura, Madero parecía todo menos un Presidente.  No usaba escoltas ni hacía ostentación de su investidura presidencial, no abusaba del poder ni se mostraba autoritario.  Era cariñoso con su esposa, practicaba el espiritismo, era un excelente conversador y mejor bailarín.  Era, en suma, un anticaudillo.

  Con todo y las buenas intenciones y un inquebrantable optimismo, no era un hombre hecho para gobernar, al menos no en un país tan caótico como el México de esos tiempos.  A su juicio, la terrible desigualdad social imperante en el país sería solucionada, simple y llanamente, con la instauración de le democracia y el respeto a la ley.  Lo demás vendría por añadidura.  No quiso ver que los restos políticos del porfirismo, más vivos que nunca, intentaban acabar, a toda costa, con su gobierno.

  Los desaciertos políticos del nuevo gobernante propiciaron su caída.  En los escasos quince meses de su gobierno, Madero enfrentó las rebeliones de Emiliano Zapata, Bernardo Reyes, Félix Díaz y Pascual Orozco.  No quiso hacer uso de su autoridad con la que legítimamente estaba investido y perdonó a Reyes y a Díaz, sentenciados a muerte por un tribunal militar por el delito de sedición.  En beneficio de la libertad de expresión aceptó el ataque sistemático de la prensa, que llego hasta el libertinaje al criticar hasta los detalles mas íntimos de su persona, de su esposa y de toda su familia.

  Aceptó la renuncia de sus colaboradores más importantes y dio la espalda a otros que pudieron abrirle el camino para gobernar acertadamente; coexistió con dos congresos distintos, generalmente adversos a sus propuestas políticas, que por momentos paralizaron su administración;  Resistió la presión de los Estados Unidos mediante el embajador dipsómano Henry Lane Wilson que detestaba a Madero porque de su administración no recibió un solo centavo, contrariamente a lo que sucedía bajo el régimen porfirista.   

  La Decena Trágica ---febrero 9 a 19 de 1913--- fue el acto final del fallido ensayo democrático de don Francisco I. Madero.  El Presidente, ingenuamente, puso la seguridad de las instituciones en manos de Victoriano Huerta, a pesar de que éste le había dado muestras mas que suficientes de su odio y rencor hacía él y que además ya antes lo había traicionado cuando Huerta era apoyado por el funesto criminal católico León de la Barra.

  Bajo esa situación, el 18 de febrero se consumó abiertamente la traición.  Un día después el Presidente firmó su renuncia y el día 22 fue asesinado.  En vísperas de su muerte, el embajador de Cuba don Manuel Márquez Sterling lo visitó y le escucho decir: “Un presidente electo por cinco años, derrocado a los quince meses, sólo debe quejarse a si mismo.  La causa es esta, y así la historia, si es justa, lo dirá: no supo sostenerse”.

0 comentarios:

Publicar un comentario