30 de Octubre de 1873
Presidente Don Francisco I. Madero
(Primera parte)
Noviembre 6 de 1911 a Febrero 19 de
1913.
Nace en la Hacienda de El Rosario, en Parras, Coahuila. Presidente de la República e iniciador del
movimiento revolucionario de 1910. Hijo
de rancheros acomodados. Estudió
comercio en Baltimore, Estados Unidos y en el Liceo de Versalles, Francia. Finalizó sus estudios en la universidad de
San Francisco, California. Vivió en San
Pedro de las Colonias, en la región lagunera administrando propiedades
familiares. De afición espiritista, en 1906 fue delegado al primer congreso
nacional espiritista.
Colaboró en la
prensa de oposición de Coahuila y en 1908 publica un libro sobre la situación
política mexicana: “La Sucesión Presidencial en 1910”. Nombrado candidato presidencial por el
Partido Nacional Antirreeleccionista y estimulado por la entrevista
Diaz-Creelman donde aquel afirma que no se reelegirá, hace una extensa campaña
presidencial.
Detenido en
Monterrey y trasladado a San Luis Potosí se fuga y lanza el Plan de San Luis el
5 de octubre de 1910 llamando a la revolución al pueblo de México contra la
dictadura. En el plan se fijaba la fecha
del 20 de noviembre a las seis de la tarde para iniciar el movimiento. Siguió su exilió en los Estados Unidos para
desde allí esperar el resultado inicial del levantamiento.
Primero
Aquiles Serdán y su familia en Puebla y más tarde Francisco Villa, Pascual
Orozco y Abraham González en Chihuahua y Emiliano Zapata en Morelos, se
levantaron en armas. Madero ingresó a
territorio mexicano y fue herido en la batalla de Casas Grandes. Asistió a la toma de Ciudad Juárez por Villa
y Orozco. Tras la caída de Porfirio Díaz
y su destierro en Francia y durante el interinato de León de la Barra, Madero
realizo su campaña presidencial y fue electo Presidente con José María Pino
Suárez como Vicepresidente el 6 de noviembre de 1911.
Madero no
vislumbró los alcances del proceso revolucionario iniciado un año antes y se
limitó a promover transformaciones insustanciales, dando lugar a que Zapata los
desconociera y continuara su lucha en el sur ahora lanzando el Plan de Ayala en
el mismo año de 1911. Los militares
porfiristas continuaron manteniendo el poder del ejército mientras que las
milicias revolucionarias, que habían logrado el derrocamiento del dictador,
eran disueltas.
Después de la
de Zapata Madero tuvo que enfrentar una serie de rebeliones: la del general
Bernardo Reyes en diciembre; la de Emilio Vázquez Gómez, con los planes de
Tacubaya y Santa Rosa; la de Félix Díaz en Veracruz, y la más seria de todas,
la de Pascual Orozco en el norte, durante casi todo 1912, en la que Victoriano
Huerta alcanzó relevancia nacional al conseguir el triunfo maderista, aunque
con la ayuda del general irregular Francisco Villa.
Madero,
ingenuamente, había considerado al ejército federal como elemento básico para
el sostenimiento de las instituciones, pero el resentimiento de los militares
derrotados en la revolución maderista, se concentró en varios altos oficiales
de dicho cuerpo. Así el 9 de febrero de
1913 estalló otro movimiento en su contra en la misma capital: El general Manuel Mondragón, al frente de los
infieles cadetes de la Escuela Nacional de Aspirantes, liberó a Bernardo Reyes
y Félix Díaz que estaban presos después de sus fracasados alzamientos; luego
atacaron el Palacio Nacional que defendía el general Lauro Villar, muriendo el
general Bernardo Reyes en el combate del que salieron derrotados los rebeldes.
Félix Díaz y Mondragón se retiraron a La
Ciudadela y Madero, extraña y cándidamente, designó a Victoriano Huerta en
substitución del general Lauro Villar, que resultó herido en la defensa del
Palacio Nacional. La política del
gobierno de Madero había provocado la aversión del embajador angloamericano
Henry Lane Wilson, quien protegió a los rebeldes y negoció un acuerdo político
entre Díaz y Huerta. El funesto
Aureliano Blanquet aprehendió a Madero Y Pino Suárez el día 18. Estos, a cambio de que se les permitiera
salir al extranjero, firmaron su renuncia un día después, el 19 de febrero de
1913; no obstante, fueron asesinados por
órdenes del chacal Huerta tres días después, el 22.
(Segunda parte)
La revolución de Madero había triunfado, sus hombres
lo apoyaban irrestrictamente, tenía el derecho y la facilidad, como caudillo
triunfador, de asumir el poder y acabar con sus enemigos. Sin embargo, su convicción democrática era
más fuerte; sólo ocuparía la Presidencia de la República si la nación le
otorgaba esa responsabilidad mediante el voto.
Respetuoso de
la ley, Madero asumió el poder cinco mes después del triunfo de la Revolución
tras salir victorioso en el proceso electoral y consentir durante ese tiempo un
interinato a cargo de un acendrado porfirista como León de la Barra, que hizo
todo por obstaculizar la buena marcha del país, dejándole a Madero una nación
sumida en el caos y propicia para un cuartelazo militar.
Su gobierno
pretendía realizar un ejercicio de equidad política, delimitar los poderes de
la Unión, defender el federalismo, aplicar correctamente la justicia y
fortalecer las instituciones. Uno de los
pilares de su gobierno fue el de respeto a las libertades públicas. Los obreros se beneficiaron con el
reconocimiento irrestricto a su derecho de huelga e incluso lograron crear La
Casa del Obrero Mundial para defender sus intereses.
A los ojos de
la sociedad mexicana, acostumbrada al servilismo ante la dictadura, Madero
parecía todo menos un Presidente. No
usaba escoltas ni hacía ostentación de su investidura presidencial, no abusaba
del poder ni se mostraba autoritario.
Era cariñoso con su esposa, practicaba el espiritismo, era un excelente
conversador y mejor bailarín. Era, en
suma, un anticaudillo.
Con todo y las
buenas intenciones y un inquebrantable optimismo, no era un hombre hecho para
gobernar, al menos no en un país tan caótico como el México de esos
tiempos. A su juicio, la terrible
desigualdad social imperante en el país sería solucionada, simple y llanamente,
con la instauración de le democracia y el respeto a la ley. Lo demás vendría por añadidura. No quiso ver que los restos políticos del
porfirismo, más vivos que nunca, intentaban acabar, a toda costa, con su
gobierno.
Los
desaciertos políticos del nuevo gobernante propiciaron su caída. En los escasos quince meses de su gobierno,
Madero enfrentó las rebeliones de Emiliano Zapata, Bernardo Reyes, Félix Díaz y
Pascual Orozco. No quiso hacer uso de su
autoridad con la que legítimamente estaba investido y perdonó a Reyes y a Díaz,
sentenciados a muerte por un tribunal militar por el delito de sedición. En beneficio de la libertad de expresión
aceptó el ataque sistemático de la prensa, que llego hasta el libertinaje al
criticar hasta los detalles mas íntimos de su persona, de su esposa y de toda
su familia.
Aceptó la
renuncia de sus colaboradores más importantes y dio la espalda a otros que
pudieron abrirle el camino para gobernar acertadamente; coexistió con dos
congresos distintos, generalmente adversos a sus propuestas políticas, que por
momentos paralizaron su administración;
Resistió la presión de los Estados Unidos mediante el embajador
dipsómano Henry Lane Wilson que detestaba a Madero porque de su administración
no recibió un solo centavo, contrariamente a lo que sucedía bajo el régimen
porfirista.
La Decena Trágica ---febrero 9 a 19 de 1913--- fue el
acto final del fallido ensayo democrático de don Francisco I. Madero. El Presidente, ingenuamente, puso la
seguridad de las instituciones en manos de Victoriano Huerta, a pesar de que
éste le había dado muestras mas que suficientes de su odio y rencor hacía él y
que además ya antes lo había traicionado cuando Huerta era apoyado por el
funesto criminal católico León de la Barra.
Bajo esa
situación, el 18 de febrero se consumó abiertamente la traición. Un día después el Presidente firmó su
renuncia y el día 22 fue asesinado. En
vísperas de su muerte, el embajador de Cuba don Manuel Márquez Sterling lo
visitó y le escucho decir: “Un presidente electo por cinco años, derrocado a
los quince meses, sólo debe quejarse a si mismo. La causa es esta, y así la historia, si es
justa, lo dirá: no supo sostenerse”.
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