21 de Octubre de 1866
(Primera parte)
Francia abandona a Maximiliano.
A la nota
diplomática que el día 4 de agosto pasado envían los Estados Unidos al
Emperador Napoleón III, sucede tiempo después otra aún más grave y
trascendental, girada por Mr. William H. Seward, secretario de Estado del
Presidente Abraham Lincoln, contestando a las pretensiones de Napoleón III, de
que el gobierno estadounidense reconociera al de Maximiliano.
En esta nota se asienta que: “La verdadera razón del descontento de los
Estados Unidos consiste en que el ejército francés, al invadir México, ataca a
un gobierno republicano, profundamente simpático a los Estados Unidos, y
elegido por la nación, para reemplazarlo por una monarquía que, mientras
exista, será considerada como una amenaza a nuestras propias instituciones
republicanas”, y se pide luego la retirada de las tropas francesas de nuestro
país.
Además del acoso de la opinión pública, en el ánimo de Napoleón III
abrigaba el temor de que Prusia, cuyo poderoso ejército había sido incrementado
y reorganizado por el canciller de hierro alemán, Otto Von Bismarck, iniciara
en un plazo no muy largo la guerra contra Francia, sus enemigos tradicionales
(y en efecto, en 1870 los franceses fueron aplastados por los prusianos en la
batalla de Sedan).
Acosado así en tres frentes (México, Estados Unidos y Prusia), Napoleón
III anunció en el Parlamento que, cumplida su generosa misión civilizadora en
México, las tropas francesas serían repatriadas en el plazo más breve. Así las cosas, en carta enviada a Maximiliano,
aparte de anunciarle la terrible noticia del retiro de sus tropas, explico que
la repatriación se llevaría a cabo en etapas sucesivas, para evitar que se
perturbara la tranquilidad pública y se pusiera en peligro el imperio (el de
Maximiliano).
Al final sólo quedaría al servicio del emperador la Legión extranjera
con ocho mil hombres. Maximiliano reprochó a Napoleón III su poca. . .
(censurado) seriedad. Como respuesta se le dijo que el primero en violar el
convenio había sido él, por no pagar las sumas que adeudaba al gobierno francés,
y porque no se vislumbraban probabilidades de que en un plazo razonable llegase
a estar en condiciones de solventar sus compromisos.
Napoleón III aprovechó la coyuntura (oportunidad) para dar por terminado
el Convenio de Miramar, arrojando toda la responsabilidad a la patética personalidad
de Maximiliano y así presentar ante Europa como una retirada digna y decorosa,
lo que en realidad había sido un rotundo fracaso su capricho monárquico en
México.
El imperio de Maximiliano sin la ayuda de Francia, era insostenible, ya
que se había descuidado la organización de un ejército nacional; y a Napoleón
III no le convenía en manera alguna comprometerse en un enfrentamiento con los
Estados Unidos y menos cuando en Europa era inminente la guerra con Prusia.
La comunicación de Napoleón III, participando a Maximiliano la retirada
de las tropas francesas cayó como un rayo en la Corte Imperial. El Emperador de México, en el primer momento,
se inclina a abdicar; pero Carlota no se resigna a volver a Europa a desempeñar
un papel secundario: “A contemplar el mar desde una roca en Miramar hasta
envejecer” jamás.
Carlota se enardece ante la sola idea de la abdicación y volver a Europa
fracasados y sufrir la conmiseración y las burlas de la gente. La Emperatriz, con su ardor de soberana que
defiende su corona, se declaró dispuesta a ir a Europa para hacer que el
soberano de Francia revocara su decisión.
Cuando se cumplen dos años de su entrada triunfal en México, Carlota se
puso en marcha con rumbo al continente europeo.
Sólo a grandes rasgos conocería el marido los detalles sobre aquella
terrible experiencia: la fría recepción que le dieron los franceses y la manera
insultante con que Napoleón III y Eugenia, la emperatriz, rehuyeron
entrevistarse con ella hasta que ya no les fue posible escabullirse y
enfrentaron a la mujer.
La emperatriz Carlota celebra en el palacio de Saint Cloud en parís, una
entrevista con Napoleón III, exigiéndole el cumplimiento de los compromisos contraídos,
pero el gobernante francés se mostró inquebrantable en su resolución. Carlota salió para Miramar y después se fue a
Roma donde vio al Papa Pio IX, sin ningún resultado favorable. Después de esas entrevistas infructuosas,
Carlota pierde la razón y al ser declarada por los médicos mentalmente
incapacitada es internada en el Castillo De Bouchot, en Bélgica, hasta su
muerte ocurrida el 19 de enero de 1927 a los 85 años de edad.
(Segunda parte)
Maximiliano ni
siquiera fue informado de que, después de salir de París, Carlota empezó a
tener arranques de locura: decía estar
rodeada de espías franceses y padecía terrores de que fuera envenenada. Sólo a mediados de octubre, por telegrama, el
emperador recibió aviso de que su mujer había sufrido en Roma una congestión
cerebral, por lo que la habían trasladado a Viena. Como dato curioso se consigna que Carlota ha
sido la única mujer en la historia del papado que ha pasado una noche en el
Vaticano, ya que el Papa Pio IX al verla tan trastornada no tuvo mas remedio
que alojarla mientras el hermano de ella llegaba para llevársela.
El gobierno de los Estados Unidos reconoce al licenciado Benito Juárez
como Presidente de México. Entre tanto,
el mariscal Bazaine, general en jefe de la ocupación francesa, ordena la
concentración de las tropas para embarcarlas y esto hace que las tropas
republicanas vayan ocupando, casi sin combatir, una gran cantidad de ciudades
importantes; y bien pronto el gobierno republicano queda en posesión de toda la
frontera norte con Estados Unidos. Es
como una marea que va subiendo y que acabará por tragarse al gobierno imperial.
Así las cosas, y abandonado Maximiliano por el emperador de los
franceses, se echó en brazos del partido conservador cuando recibe la fatal
noticia de la locura de la emperatriz, y se mantiene aislado por unos días de
todo el mundo no dejándose ver ni de sus ministros, resolviéndose luego a
abdicar y embarcarse con el mariscal Bazaine, que aún no había partido.
Con este objeto y sin comunicar a sus partidarios tal proyecto, hoy
(octubre 21) a las cuatro de la mañana y escoltado por trescientos húsares
austriacos, avanzando por las orillas de la capital y procurando no hacerse
notar, Maximiliano sale de la ciudad de México rumbo a Orizaba; allí recibe
noticias de Europa que le hacen vacilar en su resolución.
El Barón de Lago, ministro de Austria en México, le comunica que el
emperador austro-húngaro, su hermano Francisco José, no le permitirá entrar en
sus dominios, y aún ha dado órdenes de que se le aprehenda si en ellos se
presente. Por otra parte, su madre, la
Archiduquesa Sofía, le escribe que haga honor a su raza, y primero se sepulte
bajo los escombros de México, que sujetarse a las exigencias de Napoleón III
volviendo a Europa entre los bagajes del ejército francés.
El mariscal Bazaine lo apremiaba continuar hasta Veracruz, entregar la
abdicación a cualquier autoridad local y embarcarse. Claro, reflexionaba Maximiliano, con eso
podrían anunciar en Europa que, por la abdicación, la presencia de las tropas
francesas había dejado de tener objeto, y Napoleón se ahorraría la vergüenza de
exhibirse ante el mundo como el político desleal que abandona al socio en
peligro.
Los político conservadores, comprendiendo que
la abdicación de Maximiliano sería la ruina para ellos, exageran sus recursos,
y pintan la situación de tal manera bonancible, que el emperador se decide a
continuar la lucha, llamando para que se pongan al frente de sus tropas a los
generales Miguel Miramón y Leonardo Márquez que acaban de llegar de Europa,
donde se les ha mantenido en un disimulado destierro: al primero desempeñando una misión militar en
Prusia, y al segundo, como diplomático en Tierra Santa (Jerusalén) y Turquía. Entonces se inicia realmente la organización
de un Ejército Imperial con elementos mexicanos; aunque admitiendo en él gran
número de franceses, belgas y austriacos
A finales del año 1966, diciembre 4,
sale el primer contingente del ejército francés rumbo a Veracruz para
embarcarse a Francia. Para inicios de
1967 las tropas francesas ya habían evacuado los Estados de Jalisco, San Luis
Potosí, Guanajuato y Zacatecas. El
Presidente Juárez establece su gobierno en l ciudad de Zacatecas. El círculo republicano se iba estrechando en
torno del agonizante imperio; sólo quedaban a los imperialistas cuatro ciudades
importantes: Veracruz, Puebla, Querétaro
y México.
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