8 de Octubre de 1913
Asesinato de Don Belisario Domínguez
Retrocediendo en el tiempo hasta el 4 de octubre cuando
circulan secretamente dos escritos del senador chiapaneco Don Belisario
Domínguez, impresos por una señorita de nombre María Hernández Zarco, que, como
el autor, demuestra un desprecio absoluto de la vida.
Estos escritos
fueron presentados ante las Cámaras desde el 23 de septiembre, y como estas se
negaron a recibirlos y menos aún a darles lectura en sesión, hoy el senador
Domínguez los hace circular poniéndolos en conocimiento del dominio público.
En estos
documentos el senador Domínguez acusa a Victoriano Huerta de mandar asesinar a
Madero y Pino Suárez para mediante sucias maniobras políticas entronizarse con
el poder del Estado, usurpando una Presidencia que no le corresponde, y
tildándolo de dipsómano, desequilibrado, asesino, traidor e inepto como
gobernante.
En el
documento el senador Domínguez se refiere al informe de Huerta ante el Congreso
de la Unión, como un cúmulo de falsedades robustecidas por la prensa
“amordazada o cobardemente vendida al gobierno”. Dice que el pueblo no puede resignarse a
tener como presidente a Huerta, que se hizo del poder por medio de la traición
y como primer acto al subir a la presidencia fue asesinar cobardemente al presidente
y al vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular.
Observa que
Huerta al prometer que hará la paz cueste lo que cueste, quiere decir que
derramará torrentes de sangre mexicana, al mismo tiempo que provoca un
conflicto con el pueblo de Estados Unidos en el que encontrarán la muerte los
mexicanos sobrevivientes de las matanzas de Huerta y su diabólico lugarteniente
Aureliano Blanquet, “porque esos desgraciados están manchados con el estigma de
la traición”.
Señala a la
representación nacional, como única salvación, la urgencia de deponer a Huerta
como Presidente de la República por ser “un impostor inepto y malvado” y
convocar a los jefes revolucionarios ---para entonces ya se había generado la
Revolución Constitucionalista--- para que designen delegados y elijan todos al
presidente que convoque a elecciones presidenciales.
El senador
Belisario Domínguez, consiente de que le esperaba la muerte, formuló las
requisitorias y escribió a un amigo, don Jesús Fernández, que sabía que tenía
los días contados; le daba a guardar sus disposiciones testamentarias para
entregarlas a su hijo Ricardo y se dispuso a esperar a los asesinos del chacal
Huerta.
Don Belisario
Domínguez demostró hasta el último día de su vida su honradez, su valentía, su
patriotismo y ser un hombre de una sola pieza, ya que pudiendo huir de sus
potenciales asesinos e incorporarse a la revolución del norte, prefirió
quedarse en su lugar y asumir valientemente la responsabilidad de sus
acusaciones y de esa manera darle validez a las mismas y dejar constancia con
su muerte al derecho de todos los mexicanos a tener gobernantes justos y
honestos. “Justos y honestos” lopitos,
toma nota porque estos datos si son auténticos.
Así las cosas,
el día de ayer (octubre 7 de 1913) a las veintidos horas es aprehendido en el
hotel Jardín de la ciudad de México el senador Belisario Domínguez. Al salir dice al administrador del hotel que
si lo busca su hijo le diga que se fue con los de la secreta.
Una vez que
dio lectura al discurso escrito por don Belisario Domínguez, el día 7 Huerta
ordenó a Francisco Chávez organizar el asesinato y desaparición del doctor
Domínguez. Al día siguiente (hoy mismo)
ya con esa orden, Chávez recurrió al teniente coronel Alberto Quiroz y Gabriel
Huerta, este último sobrino del chacal.
Esa misma noche ambos, acompañados de Gilberto Márquez y José Hernández,
se dirigieron al hotel Jardín y secuestraron al senador. Luego lo subieron a un auto y lo llevaron al
panteón de Coyoacán, donde Márquez le dispara un balazo en la parte posterior
de la cabeza y, ya en el suelo, lo remató con dos disparos más; después lo
medio sepultaron allí mismo y quemaron sus ropas. Un año después, el 7 de octubre de 1914, ya
bajo el gobierno constitucionalista, son inhumados los restos de don Belisario
Domínguez en el panteón Francés de la ciudad de México en solemne ceremonia.
Un rumor
señala que el sicario huertista Aureliano Urrutia cortó la lengua al cadáver y
se la envío a Huerta, otra versión indica que dicha muestra de crueldad fue
hecha en vida delante del propio Huerta; la “verdad histórica” es que ambas
versiones son sólo rumores inventados por la voz del pueblo.
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