15 de Mayo de 1867
Sitio de Querétaro
y Rendición de Maximiliano
Desde principios
de mes la agonía de la plaza de Querétaro se había presentado. Faltaban víveres, agua y municiones, y el
hambre hacía estragos entre los sitiados.
Parte de la caballería está desmontada, porque los caballos han muerto
de hambre, y diariamente desertan los soldados y se van a presentar al enemigo,
en tanto las fuerzas de éste van aumentando día con día, hasta contar con más
de treinta mil hombres en torno a Querétaro.
La situación de los sitiados ya era desesperada, en vano esperaban la
llegada de Leonardo Márquez, espiando los vigías de las altas torres de los templos. Para sostener la moral de la
guarnición, que a pesar del hambre se batía valientemente, era indispensable
publicar falsos avisos sobre la llegada del Lugarteniente del imperio (Leonardo
Màrquez) con importantes auxilios.
Por fin, cuando se supo de la mala maniobra de Márquez y su derrota, se
decidió en Consejo de Guerra intentar una salida e internarse en la Sierra
Gorda, como lo propuso el general Tomàs Mejía. La mala maniobra de Márquez
consistió que en vez de dirigirse a Querétaro en auxilio de los sitiados, tomó
rumbo a Puebla donde fue derrotado por las fuerzas del general Porfirio Díaz.
Los
últimos momentos de Querétaro son oscuros, los imperialistas han sostenido
siempre que la plaza fue entregada este 15 de mayo por la traición del coronel
Miguel López, que disfrutaba de la confianza del emperador, y entregó el
Convento de La Cruz dando entrada por allí a las fuerzas republicanas. Pero,
según un informe presentado por el general Mariano Escobedo al Presidente de la
República, veinte años más tarde, el 8 de Julio de 1887 (para entonces el
Presidente era Porfirio Díaz), Lòpez obró por instrucciones secretas recibidas
del Emperador Maximiliano.
Según esta versión, Maximiliano, al ver los sufrimientos de los soldados
y de la población, temeroso de que los generales que le acompañaban no
quisieran rendirse, se dispuso a entregar la plaza, en la creencia de que se le
permitiría marchar a Europa, bajo su palabra de honor, de que nunca haría armas
nuevamente contra la República.
El Emperador, después de la ocupación del Convento de La Cruz por
fuerzas liberales, se dirigió al Cerro de Las Campanas en unión de algunos de
sus generales, comenzando luego una intensa metralla del enemigo sobre aquella
eminencia, hasta que enarboló una bandera blanca presentándose luego al general
Ramón Corona como prisionero y éste lo llevó entonces ante el general Mariano
Escobedo, a quien el Emperador rindió su espada
En la entrevista que ambos sostuvieron, Maximiliano pidió se le
permitiera trasladarse a Europa, pero el jefe de los sitiadores le contestó que
no era él a quien correspondía disponer de los prisioneros, sino al gobierno de
la República, y lo remitió preso al Conventa de La Cruz, y de allí al de Santa
Teresa. Este mismo día es aprehendido el
general Miguel Miramón en una casa donde era atendido por el doctor Licea de
una herida en una de las piernas; el general Tomàs Mejìa se entregó junto con
su Emperador.
Días más tarde los prisioneros, el Archiduque Maximiliano y los
generales Miguel Miramón y Tomàs Mejía, son conducidos al Convento de
Capuchinas en misma ciudad de Querétaro, en espera de ser juzgados conforme a
la Ley del 25 de enero de 1862.
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