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viernes, 13 de mayo de 2022

EFEMÉRIDES MEXICANAS // Rafael Urista de Hoyos

 


13 de Mayo de  1920

Continúa la odisea de Carranza rumbo a Veracruz

  Luego de un desayuno con huevos revueltos con frijoles y café aguado, el Presidente Carranza convoca a un consejo de generales, en el que se aprueba la proposición del general Murguía de abandonar los trenes y la impedimenta que no se pueda conducir; transportar a lomo de mula o en carruajes el dinero y las municiones y emprender la marcha a caballo hasta Veracruz.

  Mientras la mayoría de la tropa hace sus maletas para iniciar la salida, las caballerías del general Guadalupe Sánchez (otro carrancista traidor), se vienen encima a marcha cerrada pero son contenidas por la infantería del Colegio Militar y los cañones y ametralladoras del teniente coronel Hinojosa. Los generales Murguía y Urquizo intentar organizar la resistencia pero sus fuerzas son diezmadas por la intensa metralla proveniente de los cerros de la derecha y entonces sobreviene la confusión y el pánico dispersándose la tropa entre los civiles que huyen.

  Viendolo todo perdido, los generales Murguía y Urquizo se dirigen a la plataforma del carro presidencial.  El Presidente Carranza, sentado en uno de los sillones del hall del carro y sin mostrar ninguna alteración, observa por una de las ventanillas el desastre. Todos han huido de él y lo han dejado solo.  Urquizo y Murguía lo instan desde afuera para que salga:  “No—responde—no salgo yo de aquí, aquí me quedo”.

  Una lluvia de balas cae sobre el tren y el no se mueve de su sillón, ni su voz denuncia el más ligero temor.  Pero ante la insistencia de sus leales generales finalmente acepta salir y montar un caballo que le ofrece el general Urquizo.  Mientras el enemigo desciende de los cerros y el tiroteo arrecia, algunas balas rebotan en las ruedas del tren o en el barandal de la plataforma pero el Presidente, ya montado en el caballo, no se mueve, localiza a su asistente y le ordena: “Mira, busca en mi camarote una petaca con papeles que tengo allí; tráela tu mismo”.  Después de una angustiosa espera el asistente regresa con la petaca y el Presidente ordena: “Ahora sí, vámonos”. Al iniciar la marcha, Urquizo comenta con Murguìa: “No toma para nada en cuenta la apremiante y espantosa situación. Tal parece que va a dar su acostumbrado paseo diario a caballo, allá en la capital”.

  Bajan paso a paso el terraplén de la vía del ferrocarril y a la cabeza de un pequeño grupo, se toma el rumbo del rancho de Santa María.  El jefe del Escuadrón de Caballería del Colegio Militar pide órdenes al general Urquizo, que le indica que con su escuadrón escolte al señor Presidente.

  Llega Carranza y su comitiva a la hacienda de Zacatepec hoy por la noche. Se da agua y maíz a los caballos y solamente se aflojan las monturas. La servidumbre de la hacienda se pone en movimiento. En torno a la tosca mesa y a la luz de un quinquè se espera lo que buenamente den de cenar al Presidente de la República y a sus fieles en derrota.  Carne asada, frijoles, tortillas y café, una buena cena dadas las circunstancias aunque insuficiente pero, repartida con equidad.

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