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jueves, 11 de mayo de 2023

ENTRE LA ESPERANZA Y LA PESADILLA: EL DRAMA DE LOS MIGRANTES EN LA FRONTERA TRAS EL FIN DEL TÍTULO 42


EDITORIAL

La situación hoy en la frontera entre Estados Unidos y México es dramática. Miles de personas que huyen de la miseria, la violencia y la opresión en sus países de origen, sobre todo de Venezuela, Nicaragua, Cuba, Guatemala y Honduras, han llegado hasta ahí con la esperanza de encontrar una oportunidad en el país del norte.

Pero se han encontrado con un muro de rechazo y hostilidad. La Administración Biden no solo ha movilizado tropas a la frontera sino que ha advertido que devolverá a México a todo aquel que cruce de forma irregular su territorio. Esto se debe al fin del Título 42, una norma que permitía expulsar inmigrantes por motivos de salud pública debido a la pandemia del Covid 19.

El Título 42 fue establecido por el gobierno de Trump en Marzo de 2020 y desde entonces se ha aplicado más de 2.8 millones de veces para deportar a los migrantes. El gobierno de Biden anunció en Enero que pondría fin a esta medida, pero su decisión ha generado una fuerte polémica política y social.

Mientras los defensores de los derechos humanos y algunos demócratas celebran el fin del Título 42 como una forma de restituir el derecho al asilo, los republicanos y otros sectores lo cuestionan como un error peligroso que empeorará la inseguridad y el desorden en la frontera ante la llegada masiva de inmigrantes.

Lo cierto es que el fin del Título 42 no implica una apertura total de la frontera ni una garantía de asilo para todos los migrantes. El gobierno de Biden ha implementado nuevas medidas para limitar el acceso al asilo, como el uso de brazaletes electrónicos, multas y procesos judiciales. Además, ha solicitado a México que refuerce su control migratorio y le ha ofrecido ayuda económica y humanitaria para enfrentar la crisis.

Pero estas medidas no son suficientes para evitar una verdadera tragedia humanitaria. Miles de familias con niños siguen cruzando el río sin saber nadar y atravesando el desierto bajo temperaturas infernales, sin refugio, ni agua, ni comida a su alcance. Muchos sufren la violencia, el abuso y la explotación de las redes criminales. Otros mueren en el intento o desaparecen sin dejar rastro.

La situación que vivimos es solo un reflejo del drama que padecen estos seres humanos que escapan de la pobreza, la violencia y la represión en sus países de origen. No podemos cerrar los ojos ante su dolor ni cerrarles las puertas. Necesitamos una respuesta integral y solidaria que reconozca su dignidad y sus derechos.

Estados Unidos tiene la responsabilidad moral e histórica de liderar esta respuesta, pero no puede hacerlo solo. Se requiere un esfuerzo conjunto con México y los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y el Salvador), así como con otros actores internacionales, para abordar las causas estructurales de la migración y ofrecer alternativas legales y seguras para quienes buscan protección.

No podemos permitir que la situación se repita. No podemos permitir que la frontera se convierta en un cementerio. No podemos permitir que el sueño americano se convierta en una pesadilla.

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