EDITORIAL
El suicidio
es la tercera causa de muerte entre los jóvenes mexicanos, según datos del
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Solo en 2020, se
registraron mil 150 fallecimientos por esta causa en niñas, niños y
adolescentes, casi el triple que los causados por el COVID-19. ¿Qué está pasando
con la niñez y la juventud de hoy?, ¿Qué factores influyen en esta problemática?,
¿Qué se puede hacer para prevenir esta tragedia?.
El suicidio
es un fenómeno complejo que tiene múltiples causas y consecuencias. No se trata
de un acto impulsivo o irracional, sino de una decisión que surge de un
profundo sufrimiento psicológico y emocional. Algunas de las condiciones que
pueden generar este sufrimiento son la depresión, el trastorno de ansiedad, el trastorno
por estrés postraumático, el abuso de sustancias, los problemas familiares,
sociales o académicos, la violencia, el acoso, la discriminación o la falta de
apoyo.
Estas
condiciones se agudizaron durante la pandemia del Covid-19, que trajo consigo
aislamiento, incertidumbre, miedo y pérdidas afectivas. Por otro lado, el uso
exceso de las redes sociales y los medios digitales puede generar una
distorsión de la realidad, una baja autoestima y una mayor exposición a
contenidos nocivos o violentos.
Para
prevenir el suicidio infantil y juvenil es necesario implementar acciones desde
diferentes ámbitos: individual, familiar, escolar, comunitario e institucional.
Algunas de estas acciones, son:
-Promover la
educación para la salud mental desde la infancia, con énfasis en la prevención
del suicidio y el consumo de drogas.
-Sensibilizar
a la población sobre la importancia de detectar y atender los signos de alerta
del suicidio en niñas, niños y adolescentes.
-Capacitar a
los profesionales de la salud, la educación y la protección social para que
puedan identificar y referir oportunamente a los casos sospechosos o
confirmados de suicidio.
-Garantizar
el acceso a servicios especializados de atención psicológica y psiquiátrica
para las personas que lo requieren, así como el seguimiento adecuado de los
casos.
-Fortalecer
las redes de apoyo familiar y social para las personas en riesgo o con
antecedentes de suicidio.
-Generar
espacios seguros e inclusivos para que las niñas, niños y adolescentes puedan
expresarse libremente y desarrollar su potencial.
-Combatir el
estigma y la discriminación hacia las personas que sufren problemas de salud
mental o que han intentado suicidarse.
-Impulsar
políticas públicas integrales e intersectoriales que aborden las causas estructurales
del suicidio, como la pobreza, la desigualdad, la violencia o la exclusión
El suicidio
infantil y juvenil es una pandemia silenciosa que requiere una respuesta
coordinada y multisectorial. Es responsabilidad de todos cuidar la vida y el
bienestar de nuestras niñas, niños y adolescentes. Si conoces a alguien que
esté pasando por una situación difícil o que tenga pensamientos suicidas, no lo
juzgues ni lo ignores. Escúchalo con atención y empatía. Ofrece tu apoyo
incondicional. Ayúdalo a buscar ayuda profesional. Recuerda que no estás solo.
Hay esperanza.
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