7 de Mayo de 1920
Carranza se queda solo – Sale de la
Ciudad de México
Comienza el
embarque de las tropas formadas en los andenes y en los patios de las
estaciones Colonia y Buenavista. Los
alumnos del Colegio Militar llegan con el director del plantel, general Joaquìn
Mucel. Se embarcan los pertrechos y la
maquinaria de los establecimientos fabriles militares. Se advierten varias
deserciones y cuando llegan avisos de que algunos rebeldes alcanzan ya el
cuartel de San Ildefonso, a eso de las diez u once de la mañana, principian a
moverse los trenes.
Comisiones de algunos organismos metropolitanos, deseosos de que no
hubiera un encuentro entre los que entraban y entre los que salían, fueron de
unos a otros para dar tiempo para la evacuación total. Ven al general Jacinto B. Treviño, que en Los
Reyes les dice que sólo espera hasta las doce para iniciar su avance. El Presidente Carranza se pasea gravemente en
los andenes de la Estaciòn Colonia, le dicen que acaban de hablar con el
general Treviño y al saber su decisión expresa que el no saldrá hasta que se
echen a andar todos los trenes.
Por fin el tren dorado del Presidente parte, y, a la retaguardia de
todos, el de la Secretarìa de Guerra, cuyo personal ha desertado casi
totalmente. Al llegar a la Villa de Guadalupe,
una maquina loca lanzada por unos ferrocarrileros desde México, alcanza al tren
donde viaja el 2º Regimiento de infanterìa Supremos Poderes y mueren más de
doscientos soldados y mujeres, mientras que fuerzas de caballerìa del general
desertor Jesús Guajardo atacan al convoy, resultando heridos de gravedad el general
Agapito Barranco y el coronel Alberto Salinas.
Queda cortada la mitad de los trenes del convoy con casì toda la
artillería, todas las municiones de los almacenes generales, las fàbricas de
cartuchos, parte de la aviación, mil hombres del referido regimiento,
cuatrocientos de la guardia presidencial, dos caballos del Presidente Carranza,
todos los de los oficiales de su Estado Mayor y los autos del general Francisco
Murguìa. En San Juan Teotihuacàn se hace
un alto para confirmar tales estragos; se llega a Apam, Hidalgo, por la noche.
Hace su entrada “triunfal” a la Ciudad de México el general Jacinto B.
Treviño, con los generales Sidronio Mèndez, Samuel de los Santos y otros. En el
Palacio Nacional, desde uno de los balcones, quizá creyéndose un èmulo de Don
Benito Juárez, pronuncia una arenga frente a una plaza casì desierta. Mientras tanto el general Àlvaro Obregòn, con
otros altos jefes, y con las fuerzas zapatistas de los generales Genovevo de la
O y Valentìn Reyes, llega a Xochimilco, para seguir a Tacubaya.
Acuerdan aceptar en Torreòn, Coahuila, el Plan de Agua Prieta los
generales Cèsareo Castro, Jesús Agustìn Castro, Manuel Medinaveytia y Pedro
Fabela. Los dos primeros traidores carrancistas y los dos segundos traidores
villistas. Los cuatro, hechuras de esas dos grandes figuras, aparentemente
fieles cuando van ganando y traidores cuando van perdiendo, pero siempre
arrodillándose ante el ganador; lo dicho, las ratas abandonan el barco cuando
empieza a naufragar.
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