11 de Enero de 1858
Inicio de la Guerra de Reforma.
El pasado 5 de
febrero de 1857 se promulgó la nueva Constitución General de la República, obra
del Congreso constituyente, por la que se organizaba el país en forma de
República Representativa Federal. La
nueva Constitución no correspondía en forma alguna al estado social del pueblo
mexicano; pero encerraba los ideales democráticos más avanzados; era “un bello
traje que se nos había hecho sin tomarnos medidas”.
Desde el 1º de diciembre de 1857 tomaron posesión de sus cargos el
general Ignacio Comonfort y el licenciado Benito Juárez como presidente y
vicepresidente de la República, respectivamente, y éste último también como
Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la nación.
Al Presidente Comonfort le parecía muy radical la Constitución y creía
que era imposible gobernar conforme a ella.
Entonces, soñando siempre con la reconciliación de los partidos (liberal
y conservador), entró en tratos con los conservadores para derogarla, creyendo
que podía convocar a un nuevo Congreso Constituyente en que estuvieran
representadas todas las tendencias y estado de la sociedad mexicana.
El Presidente Comonfort se reúne privadamente con el Secretario de
Hacienda, Manuel Payno; el general Félix Zuloaga, el ex santanista que se pasó
a la Revolución de Ayutla y con el gobernador del Distrito Federal, Juan José
Baz, uno de los “puros” más furibundos.
Al analizar la situación, todos ellos coincidieron en que sería
imposible gobernar con la Constitución y decidieron derogarla mediante un Golpe
de Estado; dándose así el curioso caso
de que un Presidente de la República patrocinara un golpe de Estado contra su
propio gobierno.
El día 17 de diciembre de 1857 el general Félix Zuloaga proclama un plan
político (el Plan de Tacubaya) desconociendo la Constitución y exigiendo al
Congreso una nueva Carta Magna, plan aceptado por el presidente que así rompía
sus títulos legales para convertirse en un vulgar rebelde, mediante un plan que
se reducía a anular la Constitución, debiendo continuar el mismo Comonfort en
la presidencia, y convocar al Congreso que expediría la nueva Constitución, de acuerdo con la
idiosincrasia, costumbres y necesidades del país.
El ejército tomó las principales instalaciones civiles y militares de la
capital y escenificaron el añejo ritual de publicar un manifiesto en el que
proclamaron presidente provisional a su caudillo Ignacio Comonfort; una
auténtica mascarada.
El movimiento consiguió las adhesiones de Veracruz, Puebla, Toluca,
Cuernavaca, San Luis Potosí y otros puntos menos importantes. El Presidente de la Suprema Corte de Justicia
y aún vicepresidente, Benito Juárez, mostró una sospechosa inactividad en el
conflicto y no se declaró ni a favor ni en contra, y por lo tanto fue
aprehendido y confinado en el Salón de Embajadores del Palacio Nacional.
Lo primero que hace el presidente provisional, Ignacio Comonfort,
publicar un manifiesto adhiriéndose al Plan de Tacubaya, creyendo ingenuamente
en la fusión de liberales y conservadores.
De esta manera, Comonfort, conduciéndose muy cándidamente, reconoce y
apoya el plan subversivo contra su propio gobierno asestándose a sí mismo un
golpe de Estado renunciando a toda legalidad y convirtiéndose en un instrumento
de la reacción.
A partir del
11 de enero, con el paso de los días, lejos de aceptar incorporarse a un
gobierno de unidad nacional, como el anhelado por Comonfort en su golpe de
estado, las distintas facciones se prepararon para librar la batalla que,
suponían, iba a ser la que les daría el triunfo definitivo.
Como condición
para apoyar a Comonfort, los liberales a ultranza exigieron la aplicación del
programa “puro” (radical) en su integridad y el aplastamiento de sus
oposicionistas. Los conservadores, por
su parte, reclamaban la derogación anti- fueros, la desamortización y, en fin,
todos los ordenamientos legales que olieran a liberalismo; por añadidura
exigían que el Gabinete se formara con elementos conservadores exclusivamente.
Ante esta
situación, Comonfort se convenció que la maniobra del golpe de estado había
sido una manipulación contra el de parte de Zuloaga (su compadre) y los
conservadores, y se decidió actuar en consecuencia.
Un día de los
primeros de este año (1858), Comonfort se trasladó lo más discretamente que
pudo hasta el salón donde Juárez cumplía su arresto. Reconoció su error al dar el golpe de estado
y pidió al preso que se trasladara a Guanajuato a pedir su ayuda a Manuel
Doblado. En unión de los elementos
leales que conservaba el gobierno, dijo el presidente, el ejército
guanajuatense ayudaría a dar el golpe de gracia a los conservadores, quienes ya
habían pasado a ser la peor amenaza contra el gobierno.
Juárez aceptó
el encargo y marchó al bajío sin encontrar obstáculos en el camino. Félix Zuloaga se enteró de la maniobra y se
apresuró a conjurarla y para el efecto, en la madrugada de este día 11 de enero
de 1858, se pronuncia en la Ciudadela proclamando la destitución del presidente
Comonfort y poniéndose él mismo como encargado del Poder Ejecutivo, mientras la
Junta de Representantes de la Nación o Consejo de Gobierno nombraba presidente
interino.
Los soldados
que aún eran leales a Comonfort desertaron pasándose al bando conservador, y
éste, al verse abandonado por todos, decidió abandonar la lucha. El 21 de enero, marchó a Veracruz y a la
primera oportunidad tomó un barco con destino a los Estados Unidos.
Así se inicia la llamada Guerra de Reforma o guerra de los tres años entre los liberales con su presidente don Benito Juárez y los conservadores con Félix Zuloaga como su abanderado presidencial.
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