2 de Enero de 1521
Cuauhtémoc. Último
Emperador Azteca.
En enero de 1521, es electo el
onceavo y último Tlatoani (emperador) de los aztecas, Cuauhtémoc (águila que
cae). Era hijo de Ahuizotl, octavo
emperador azteca, y de la princesa Tilalcapatl.
Era de un valor
indomable y de carácter enérgico. Ante
la situación que corría su patria, envió embajadores a otro Señoríos (reinos)
para combatir al común invasor, más, estos, por envidia de su grandeza y por
odio que profesaban a sus sojuzgadores aztecas se negaron a prestarle ayuda,
resolviendo Cuauhtémoc sacrificarse con sus leales mexicanos y combatir a los
invasores españoles.
Enseguida dispuso el
adiestramiento del ejército para hacer frente a la amenaza española, puesto que
Cortés había dispuesto la marcha hacia Tenochtitlan y se había asentado en
Texcoco. Cortés se entrevistó con
Cuauhtémoc pidiéndole se sometiera a fin de evitar la destrucción de la ciudad,
pero el joven Tlatoani se negó; luego informó a los suyos que se disponía a
defender la religión, la patria y las familias.
Cortés inició el
sitio de la ciudad por tierra y por agua, pues había fabricado una serie de
bergantines (velero pequeño y rápido de dos palos) para hacer frente a cientos
de canoas aztecas.
Los combates librados
durante los largos días que duró el sitio, setenta y tres de junio 1º a agosto
13, constituyen uno de los momentos mas emocionantes de la historia de la
humanidad, por los actos de valor desplegados en uno y otro bando como por la
heroica resistencia de los mexicas, que encabezados por su Tlatoani hacían
frente a la fuerza devastadora de las armas españolas, tecnológicamente muy
superiores a las suyas; además, las tácticas militares de los aztecas, que
pretendían ante todo hacer prisioneros, principalmente a Cortés, eran
impotentes para detener a los españoles, cuya acción militar tenía como
objetivo matar al contrario.
Cortés y los suyos
arrasaron literalmente a la Gran Tenochtitlan, a la que además hicieron padecer
hambre y sed bloqueando el paso de alimentos y segando los acueductos que
suministraban agua potable. El 13 de agosto de 1521, cuando la resistencia
alentada por Cuauhtémoc se mostró inútil, el propio Tlatoani comprendió que
debía escapar para mantener viva la lucha desde otra parte. Se embarco luego en una canoa, pero fue
alcanzado y capturado.
Presentado ante
Cortés, Cuauhtémoc pronunció estas palabras: “Malinche, he hecho lo que estaba
obligado ha hacer en defensa de mi ciudad y vasallos y puesto que no puedo más,
vengo por fuerza preso ante tu persona y poder.
Toma luego ese puñal que tienes en el cinto y mátame”.
Conmovido ante la
derrotada pero altiva y heroica figura de Cuauhtémoc, Cortés le perdonó la vida
y lo hizo prisionero; condición en la que el caudillo permaneció casi cuatro
años. Durante ese lapso Cuauhtémoc fue
sometido a crueles tormentos, como el de quemarle los pies para obligarlo a
confesar donde estaba el cuantioso y supuesto tesoro de los aztecas, que no
existía.
Cuando Cortés
emprendió una expedición a Las Hibueras (actual Honduras) para castigar a uno
de sus subordinados, decidió llevar consigo a Cuauhtémoc. Las inclemencias del camino, la mala
preparación de la campaña, los percances, la hambruna y el temor a una
sublevación de los aztecas, que se decía pretendían matar a Cortés y recuperar
el trono para su Tlatoani Cuauhtémoc, decidieron al conquistador a ejecutarlo. Cuauhtémoc el último Tlatoani azteca fue
ejecutado en Itzancanc Honduras el 26 de febrero de 1525 Este día marca la muerte del gran Emperador azteca
Cuauhtémoc, ya que es cruel e injustamente ahorcado por orden de Cortés junto
con Tetlepanquetzal, Señor de Tacuba y otros Señores mexicanos. Estos asesinatos constituyen una gran mancha
en la memoria de Hernán Cortés, ya que no tenía ningún motivo para ordenar tan
crueles ejecuciones indignas para aquel que se preciaba de ser todo un honorable
caballero español.
Bernal Díaz del Castillo, autor de “La
Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España”, dejó escrito en su
monumental obra: “y fue esta muerte que
les dieron muy injustamente dada, y pareció mal a todos los que íbamos en
aquella jornada”.
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