Felipe Carrillo Puerto
Juicio y Asesinato
Desde que fue aprehendido Felipe Carrillo Puerto,
telegrafió don Adolfo de la Huerta al gobernador de Yucatán, coronel Juan
Ricárdez Broca, que respetaran la vida del prisionero. Envió asimismo a Gustavo Arce con
instrucciones precisas de que lo llevara a Veracruz al término del proceso que
se le instruye.
Pero resulta
que el movimiento de Yucatán, aunque se ha sumado al delahuertismo, aparece
ahora como un conflicto local, pues, el señor De la Huerta no tenía noticia de
que esos sublevados estarían dispuestos a secundarlo; hasta entiende que el
general Guadalupe Sánchez, jefe militar del movimiento delahuertista, nunca los
invitó a adherirse al movimiento.
El gobernador
de Yucatán, Ricárdez Broca, se ha disculpado ante De la Huerta, a quien ha
escrito para explicarle que, de hecho, aunque gobernador del Estado, es un
prisionero del jefe del 18º batallón sublevado, el general Hermenegildo
Rodríguez, jefe de la guarnición de Mérida y quien está al servicio de los
grandes capitalistas del Estado.
La única orden
de Ricárdez Broca que el general Rodríguez con su repulsiva cara obedece, es la
de convocar al personal del juzgado de instrucción militar para que en un
consejo de guerra se juzgue a los detenidos, en lugar de fusilarlos sin
formación de causa como era la intención de los desalmados capitalistas
henequeneros.
Se trata de un
Consejo de Guerra extraordinario y sumarísimo en el local de la escuela de la
penitenciaría de Mérida y se inicia hoy miércoles día 2 de enero de 1924 a las diez
de la mañana.
El expediente ha
sido formado por el delito de violación de garantías individuales (hoy son
derechos humanos) que otorga la Constitución General de la República y delitos
graves contra la paz pública, esto último por un levantamiento de los
habitantes de Motul con objeto de liberarlo encabezado por su hermana Elvia.
Finalmente, el
jurado inicia sus deliberaciones y al término de las mismas y, por unanimidad
de votos, pide la pena capital para los reos influido por los grandes
capitalistas terratenientes, y por intereses relacionados con la reacción
yucateca.
La inconformidad del gobernador coronel
Ricárdez Broca, la acallan los oficiales del 18º batallón reduciéndolo a la
impotencia pistola en mano. A punto de
ser asesinado también, el gobernador se limita a dar disculpas a De la Huerta
por su fracaso de detener la mano asesina y enviarle a Carrillo Puerto con el
licenciado Arce, según sus instrucciones.
A las cuatro y
media de la madrugada del día siguiente, 3 de enero, son sacados de dos en dos de
la penitenciaría de Mérida. Yucatán, Felipe, Benjamín, Edesio y Wilfrido
Carrillo Puerto; Licenciado Manuel Berzunza, Julián Ramírez, Rafael Urquía,
Daniel Valerio, Antonio Cortés, Lázaro Cecilio y Pedro Ruiz.
En dos grupos,
se les introduce en dos camiones y escoltados por veinte hombres del 18º
batallón y por varios jefes y oficiales, y se les conduce al cementerio. Allí, frente al paredón situado en la entrada
oriente, a pocos metros del edificio del despacho de la administración, se
consuman las ejecuciones.
El licenciado
Berzunza pide se le fusile sólo, pero no se accede. Urquía manifiesta ser inocente de todo. Benjamín Carrillo Puerto pide le tiren al
corazón. Felipe Carrillo Puerto no emite
una sola palabra. Todos mueren con
valor. El cadáver de Felipe queda
recostado sobre el muro. Marciano
Barrientos, a su derecha, es desfigurado por una bala que le toca en el
rostro. A los pies de Barrientos yace el
cadáver del licenciado Berzunza.
Wilfrido Carrillo Puerto queda encima de su hermano Benjamín. Todos reciben el tiro de gracia, en la cabeza
unos, en el corazón los otros.
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