7 de Enero de 1907
Las Huelga de Rio Blanco
Masacre de trabajadores
Los trabajadores de Río Blanco, Santa Rosa y Nogales,
Veracruz, se declararon en huelga solicitando un razonable aumento de salarios;
mejoramiento en sus condiciones de trabajo, y especialmente la abolición de las
odiosas tiendas de raya.
Los
trabajadores se agruparon en el “Círculo de obreros libres” y fue nombrado
arbitro en el conflicto el Presidente de la República, el que, en un laudo
ominosos, falló en contra de la huelga y a favor de las empresas y yendo
todavía más allá, proscribía todas las huelgas.
Al conocer el
arbitrario laudo presidencial, los trabajadores convocan hoy por la noche a una
magna asamblea en el teatro Gorostiza de Orizaba donde desconocen a sus líderes
por ser parciales a las empresas, y desconociendo el laudo presidencial se
lanzan a la huelga. Así más de tres mil
trabajadores recorren las calles de Orizaba en dirección a la zona de Río
Blanco, para tomar venganza en las personas y propiedades de los dueños propietarios
extranjeros de las empresas y tiendas de raya y entregándose después a los más
desenfrenados actos de represalia.
El Jefe
Político de Orizaba, señor Francisco Ruiz, pidió ayuda a Veracruz y México
siendo enviado con órdenes enérgicas de la Secretaría de Guerra y del propio
Presidente Díaz, el temible y sanguinario pistolero general Rosalino Martínez
con tropas del 4º batallón, así como de Veracruz y Jalapa el general Joaquín
Mass y el coronel Felipe Mier con el 13º batallón.
La represión
fue brutal y sangrienta donde las tropas masacraron a las masas huelguistas
quienes, después de una resistencia desesperada, tuvieron que refugiarse en los
cerros de Santa Catarina y San Cristóbal, escondiéndose entre cuevas y
barrancas. La mano de hierro del feroz
asesino general Rosalino Martínez, se conoció de pronto con toda su pavorosa
fuerza.
Hubo escenas
dantescas, patéticas y conmovedoras. El
teniente Gabriel Arroyo, al mando de un grupo de rurales, recibió órdenes de
hacer fuego, pero se negó con énfasis a disparar contra aquella multitud
compuesta por mujeres y niños en su mayor parte; a la mañana siguiente éste
oficial y sus rurales fueron fusilados por desobediencia.
En menos de
tres días se ejecutó a mas de doscientos trabajadores, los que, atados,
desfallecidos y sangrantes, y sin someterlos siquiera a un interrogatorio sumarísimo,
eran fusilados de diez en diez. Tres
días después, los propietarios de las fábricas de Río Blanco, Santa Rosa y
Nogales, Reynaud, Mitchel y otros, todos extranjeros, ofrecieron un banquete en
Santa Rosa al sanguinario asesino Rosalino Martínez por su “eficiencia
militar”.
El día 9 de
mayo, los obreros, humillados y vencidos, fueron volviendo a las fábricas, con
excepción de los trabajadores de Río Blanco.
El asesino Martínez murió tiempo después y fue enterrado con todos los
honores militares.
“La armonía
entre los intereses de la clase obrera y los de los industriales constituye
actualmente un problema delicado que por desgracia explotan algunas personas
mal intencionadas; pero el gobierno está pendiente de la situación y sí, contra
todas las previsiones y contra todos los antecedentes de la clase obrera
mexicana, llegasen a producirse nuevos disturbios, el Ejecutivo continúa
dispuesto a hacer respetar los derechos de todos y mantener el orden público”.
Con estas
palabras concluyó Porfirio Díaz su informe presidencial acerca de los
acontecimientos sucedidos en Río Blanco, Veracruz, el 7 de enero de 1907. Aquellas personas “mal intencionadas” a las
que se refería el dictador, fueron miles de trabajadores que se lanzaron a la
lucha heroica para acabar con la explotación de que eran víctimas.
En ese
entonces perdieron la batalla, de modo que el tutelaje de Díaz siguió pesando
sobre sus hombros. Durante los treinta
años del porfiriato se dio un fuerte impulso a la industria manufacturera en
México. Esto, al costo de que muchos
hijos del pueblo fueran explotados en las fábricas, las cuales estaban
fundamentalmente en manos de extranjeros.
Los
trabajadores cumplían jornadas de doce y catorce horas diarias, en las
realizaban gigantescas cargas de trabajo, en condiciones insalubres. No obstante, al mismo tiempo, la
concentración de miles de trabajadores bajo un mismo techo permitió que estos
se organizaran en la lucha por sus reivindicaciones de clase.
Aquel enero de 1907 el país supo de la huelga de Río
Blanco, así como había sabido ya de la reciente masacre perpetrada por la
dictadura contra los mineros de Cananea; Pero de este suceso no sólo quedó la
memoria de una derrota momentánea en la historia.
En estos
mismos lugares continuó la agitación de los hermanos Flores Magón y del Partido
Liberal Mexicano, así como la conspiración revolucionaria, a pesar de la
presencia permanente de la represión y a pesar también de que muchos obreros de
Río Blanco habían sido enviados a los campos de trabajo de Yucatán y Quintana
Roo.
Las huelgas de
Río Blanco y Cananea, aunque fueron sofocadas en ese mismo momento, sirvieron
al pueblo para constatar, una vez más, que no podía esperar nada del gobierno
porfirista y, por lo tanto, que tenía que encontrar una salida en la rebelión.
Durante los
tres años siguientes, sucedieron varias conspiraciones hostigamiento de las guerrillas
del Partido Liberal Mexicano y de otros grupos políticos, fundamentalmente en
el norte del país. Las cárceles se
llenaron de obreros, campesinos y seres valerosos, pero la efervescencia no
pudo ser contenida: esta culminaría con
el proceso revolucionario de 1910.
0 comentarios:
Publicar un comentario