12 de Junio de 1864
Llega a México el Emperador
Maximiliano.
Después de una larga travesìa desde
Veracruz, los soberanos llegan a la Villa de Guadalupe donde abordan el
carruaje dorado y con decoraciones en rojo que ya había sido preparado para que
hiciesen su entrada triunfal a la ciudad de México.
La caravana inició su
marcha entre el estruendo de cañonazos y el repique de campanas. Al frente marchaban los lanceros de la
emperatriz, jefaturados por un coronel mexicano, y seguidos por los cazadores
de Àfrica con sus vistosos uniformes, así como los húsares, con uniformes más
vistosos aún; tras la carroza imperial
avanzaban más de doscientos carruajes con lo más granado de la sociedad
capitalina y seiscientos charros en traje de gala, montados en magníficos
caballos.
Poco después hacen su
entrada a la ciudad de Mèxìco, donde se les ofrece una magnifica recepción,
siendo delirante el entusiasmo de las altas clases sociales, que se esmeraron
juntamente con el ejército francés en disponer arcos de triunfo, himnos y
lluvias de flores.
En el atrio de la
catedral aguardaban a los soberanos el arzobispo don Antonio Pelagio de
Labastida y Dàvalos y los obispos de Michoacàn, Querètaro, Oaxaca y Tulancingo. Tras de asistir al reglamentario Te-Dèum, los
emperadores pasaron bajo dosel y sobre alfombra roja al Palacio Imperial (antes
Palacio Nacional, antes Palacio delos virreyes y antes Palacio de Cortès) para
sentarse por primera vez en el Trono.
Por la noche hubo verbena popular en el Zòcalo; todas las casas y
edificios visibles estaban iluminados y Maximiliano tuvo varias veces que salir
al balcòn para agradecer las aclamaciones.
Pero en México nada
podía salir completamente bien. La cama
destinada a Maximiliano en el Palacio Imperial estaba llena de chinches y el
soberano tuvo que pasar la noche acostado sobre una mesa de billar. En su alcoba, contigua a la del marido, Carlota
también dormitò sobre un incomodo sillòn.
Como dato final y adicional se consigna que, sólo los gastos de esta
recepción, unidos a algunas obras hechas en el Palacio ( que por lo visto no incluyó
la limpieza o el cambio de colchones en las camas de la alcoba imperial)
importaron $ 336,473.00 pesos oro mexicano.
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