23 de Junio 1571
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisiciòn.
En el año 1184 el Papa Lucio III y el
Emperador Federico Barbarroja acordar actuar conjuntamente para combatir la
herejìa. En 1197 el rey Pedro II de
Aragòn decreto la máxima pena para los herejes.
En 1238 se decretò en Alemània la muerte en la hoguera como castigo para
la herejìa. En 1270 el rey Luis IX de
Francia dispuso también la pena de muerte para los herejes,
Los Papas Inocencio
III y Gregorio IX concluyeron en fundar el Tribunal de la Inquisiciòn con el
nombre de : “Congregaciòn del Santo
Oficio” para combatir los delitos contra la fe.
En España los reyes católicos Fernando e Isabel establecieron la
Inquisiciòn en 1480 para combatir la herejìa de los moros, la extendieron
después para todos su dominios, incluyendo, desde luego, la Nueva España.
Hasta 1570, en la
Nueva España había funcionado la Inquisiciòn en forma provisional, siendo hasta
1571 en que por cèdula real fue
constituido el “Tribunal del Santo
Oficio de la Inquisiciòn”, siendo designado el arzobispo de México, don Pedro
Moya de Contreras, Inquisidor General.
Los dominicos
cedieron su primitivo convento para que se estableciera el mal llamado “Santo
Tribunal de la Inquisiciòn. El edificio
estaba ubicado en la plaza de Santo Domingo (el que más tarde llegara a ocupar
la Escuela Nacional de Medicina) tenía un patio llamado de los naranjos que
daba a la calle de La Perpetua (hoy República de Venezuela) que circundaban 19
calabozos, atrás de este patio salìan los reos a tomar sol; la sala de audiencias, una sala que
comunicaba con las prisiones y la sala de los tormentos donde había unos
agujeros por los cuales los testigos y el delator no pudieran ser vistos por
los reos.
Se empleaban los
procedimientos de los jueces civiles y las leyes eclesiásticas para perseguir a
los herejes. Este Tribunal del Santo
Oficio, tenía privilegios nunca conocidos ya que ni los reyes, la justicia
civil y ningún otro tribunal podía conocer lo que hacían los inquisidores.
En 1813 este
“demoniaco” tribunal catòlico fue suprimido, restablecido en 1814 por el rey
Fernando VII, y clausurado definitivamente en 1820.
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