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lunes, 13 de junio de 2022

EFEMÉRIDES MEXICANAS // Rafael Urista de Hoyos


13
  de Junio de 1867

  Proceso a Maximiliano, Miguel Miramòn y Tomàs Mejìa

 Hoy en el teatro Iturbide de la ciudad de Querètaro se inicia el proceso contra  el Emperador Maximiliano de Habsburgo y los generales Miguel Miramòn y Tomàs Mejìa.  El Presidente del Consejo de Guerra es el coronel Platòn Sànchez; los vocales, capitanes Josè Vicente Ramìrez, Emilio Lojero, Ignacio Jurado, Juan Rueda y Auza, Josè Veràstegui y Lucas Villagran; asesor, Licenciado Joaquìn Marìa Escoto; Fiscal, licenciado Manuel Azpiroz; escribano, soldado Jacinto Mèndez; defensores, los licenciados Mariano Riva Palacio, Rafael Martìnez de la Torre, Eulalio Ortega, Jesús Marìa Vàzquez, así como invitados observadores los Ministros de Austria, Prusia, Bèlgica, Italia y el Cònsul de Francia. Comparecieron los acusados Miramòn y Mejìa, no así Maximiliano por estar enfermo.

  Al día siguiente, junio 14 de 1867, a las once y media de la noche es pronunciada la sentencia de muerte para Maximiliano, Miramòn y Mejìa.  Los defensores solicitaron indulto al Presidente Juárez pero èste lo negó concediéndoles sólo tres días de vida.  Confirmada la sentencia por el Jefe de la Plaza, y negado el indulto por el Presidente de la República, la princesa de Salm Salm (su nombre real era Agnes Leclèrc) proyectò la fuga de Maximiliano, pretendiendo sobornar a los oficiales encargados de su custodia pero fracasò la tentativa.

  Personajes como el Emperador Francisco Josè de Austria-Hungrìa, hermano de Maximiliano; la reina Victoria de Inglaterra y el Emperador de Francia Napoleòn III pidieron, por mediación del Secretario de Estado de Estados Unidos, Mr. Seward, el indulto para Maximiliano, y lo mismo hicieron por cuenta propia el patriota italiano Giuseppe Garibaldi y el literato Francès Victor Hugo.  Sin embargo, Juárez negó el perdón “por oponerse a este acto de clemencia las más graves consideraciones de justicia y la necesidad de asegurar la paz de la nación”.

  Consideraciones reflexivas sobre el proceso.

  El proceso de Maximiliano, Miramòn Y mejìa fue una farsa legaloide pues la sentencia de muerte ya la había dado Juárez desde el momento mismo de su captura.  El Consejo de Guerra simulado durò solamente un poco más de 24 horas pues el cumulo de irregularidades jurídicas de que estuvo plagado el proceso que los juaristas efectuaron para dar aspecto legal a las ejecuciones de los tres prisioneros provocarìa una especie de indignación espiritual en un abogado que conociera las leyes procesales de aquel tiempo, pues se percatarìa a primera vista de que todos los ordenamientos se violaron: Vicios de incompetencia y falta de jurisdicción; continua violación de las garantías individuales de los procesados; privación de sus derechos; denegación de oportunidades de defensa que podían ejercitar: todo eso hace del proceso uno de los más inicuos actos que puedan hallarse en la historia de la jurisprudencia en México.

  La Constituciòn prohibía la aplicación de leyes privativas, y a los tres reos se les juzgaba en arreglo a una ley privativa.  La Constituciòn prohibía el funcionamiento de tribunales especiales, y para juzgar a los acusados se constituyò un tribunal especialísimo con violación flagrante de todos los principios de competencia y jurisdicción.  A partir de esos puntos elementales el proceso por el cual se condenò a muerte al Emperador y a los dos generales era nulo desde su origen.

  El proceso contra Maximiliano, Miramòn y Mejìa fue por delitos “…contra la independencia y seguridad de la nación, contra el orden y la paz pública y contra el derecho de gentes y las garantías individuales…”.  Mal podían hacer al Emperador esa acusación de atentar “contra la independencia y seguridad de la nación” quienes no habían vacilado en aceptar los términos del infame Tratado MacLane-Ocampo por el cual prácticamente se entregaba la soberanía de Mèxico a los angloamericanos: Benito Juárez y Miguel Lerdo de Tejada.

  Sin embargo, ahora que había triunfado, bien podía Juárez imputar a sus enemigos lo mismo que ellos le habrìan echado en cara de haber sido Maximiliano el vencedor.  Dicen que el triunfo es como el bautizo: borra todos los pecados.  Más aún: permite arrojar sobre el derrotado todas las culpas, aun las que nunca cometió.

Nota: Estas consideraciones reflexivas “no son històricas, son verídicas” de su autor Armando Fuentes Aguirre: “Catòn”.

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