13 de Junio de 1867
Proceso a Maximiliano, Miguel Miramòn
y Tomàs Mejìa
Hoy en el teatro
Iturbide de la ciudad de Querètaro se inicia el proceso contra el Emperador Maximiliano de Habsburgo y los
generales Miguel Miramòn y Tomàs Mejìa.
El Presidente del Consejo de Guerra es el coronel Platòn Sànchez; los
vocales, capitanes Josè Vicente Ramìrez, Emilio Lojero, Ignacio Jurado, Juan
Rueda y Auza, Josè Veràstegui y Lucas Villagran; asesor, Licenciado Joaquìn
Marìa Escoto; Fiscal, licenciado Manuel Azpiroz; escribano, soldado Jacinto
Mèndez; defensores, los licenciados Mariano Riva Palacio, Rafael Martìnez de la
Torre, Eulalio Ortega, Jesús Marìa Vàzquez, así como invitados observadores los
Ministros de Austria, Prusia, Bèlgica, Italia y el Cònsul de Francia.
Comparecieron los acusados Miramòn y Mejìa, no así Maximiliano por estar
enfermo.
Al día siguiente,
junio 14 de 1867, a las once y media de la noche es pronunciada la sentencia de
muerte para Maximiliano, Miramòn y Mejìa.
Los defensores solicitaron indulto al Presidente Juárez pero èste lo
negó concediéndoles sólo tres días de vida.
Confirmada la sentencia por el Jefe de la Plaza, y negado el indulto por
el Presidente de la República, la princesa de Salm Salm (su nombre real era
Agnes Leclèrc) proyectò la fuga de Maximiliano, pretendiendo sobornar a los
oficiales encargados de su custodia pero fracasò la tentativa.
Personajes como el
Emperador Francisco Josè de Austria-Hungrìa, hermano de Maximiliano; la reina
Victoria de Inglaterra y el Emperador de Francia Napoleòn III pidieron, por
mediación del Secretario de Estado de Estados Unidos, Mr. Seward, el indulto
para Maximiliano, y lo mismo hicieron por cuenta propia el patriota italiano
Giuseppe Garibaldi y el literato Francès Victor Hugo. Sin embargo, Juárez negó el perdón “por
oponerse a este acto de clemencia las más graves consideraciones de justicia y
la necesidad de asegurar la paz de la nación”.
Consideraciones reflexivas sobre el
proceso.
El proceso de
Maximiliano, Miramòn Y mejìa fue una farsa legaloide pues la sentencia de
muerte ya la había dado Juárez desde el momento mismo de su captura. El Consejo de Guerra simulado durò solamente
un poco más de 24 horas pues el cumulo de irregularidades jurídicas de que
estuvo plagado el proceso que los juaristas efectuaron para dar aspecto legal a
las ejecuciones de los tres prisioneros provocarìa una especie de indignación
espiritual en un abogado que conociera las leyes procesales de aquel tiempo, pues
se percatarìa a primera vista de que todos los ordenamientos se violaron:
Vicios de incompetencia y falta de jurisdicción; continua violación de las
garantías individuales de los procesados; privación de sus derechos; denegación
de oportunidades de defensa que podían ejercitar: todo eso hace del proceso uno
de los más inicuos actos que puedan hallarse en la historia de la
jurisprudencia en México.
La Constituciòn
prohibía la aplicación de leyes privativas, y a los tres reos se les juzgaba en
arreglo a una ley privativa. La
Constituciòn prohibía el funcionamiento de tribunales especiales, y para juzgar
a los acusados se constituyò un tribunal especialísimo con violación flagrante
de todos los principios de competencia y jurisdicción. A partir de esos puntos elementales el
proceso por el cual se condenò a muerte al Emperador y a los dos generales era
nulo desde su origen.
El proceso contra
Maximiliano, Miramòn y Mejìa fue por delitos “…contra la independencia y
seguridad de la nación, contra el orden y la paz pública y contra el derecho de
gentes y las garantías individuales…”.
Mal podían hacer al Emperador esa acusación de atentar “contra la
independencia y seguridad de la nación” quienes no habían vacilado en aceptar
los términos del infame Tratado MacLane-Ocampo por el cual prácticamente se
entregaba la soberanía de Mèxico a los angloamericanos: Benito Juárez y Miguel
Lerdo de Tejada.
Sin embargo, ahora
que había triunfado, bien podía Juárez imputar a sus enemigos lo mismo que
ellos le habrìan echado en cara de haber sido Maximiliano el vencedor. Dicen que el triunfo es como el bautizo:
borra todos los pecados. Más aún:
permite arrojar sobre el derrotado todas las culpas, aun las que nunca cometió.
Nota: Estas consideraciones reflexivas “no son històricas,
son verídicas” de su autor Armando Fuentes Aguirre: “Catòn”.
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