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martes, 21 de junio de 2022

EFEMÉRIDES MEXICANAS // Rafael Urista de Hoyos


21
  de Junio de 1916

Combate de El Carrizal.

  Los escuadrones segundo, tercero y cuarto del primero y segundo Regimientos de la Brigada Canales, formando un total de cien hombres destacamentados en la Estaciòn Carrizal del Ferrocarril Central Mexicano, a tres leguas al norte de Villa Ahumada, Chihuahua, y a las órdenes del general Fèlix Uriostegui Gòmez, ex convencionista y ahora carrancista, acatan la circular de la Secretarìa de Guerra de no permitir a las fuerzas de la Expediciòn Punitiva yanqui movilizarse al sur, oriente y poniente de Casas Grandes, y se enfrentan a 200 soldados negros (afroamericanos), muchos de ellos veteranos de la guerra de Filipinas, pertenecientes a una fuerza de caballerìa dirigida por los capitanes Charles T. Boyd y Lewis S.Morey, que se empeñaban en pasar por la Estaciòn Carrizal hacia Villa Ahumada.

  Desde anoche empezaron a llegar los invasores, y el general Fèlix U. Gòmez advirtió al capitán Boyd que tenía órdenes de batirlos si intentaban avanzar hacia la Estaciòn.  El capitán Boyd, jefe de la fuerza yanqui,  arrogantemente y contra la opinión del capitán Morey, contestò al general Gòmez que pasarìa por Carrizal hasta por “sobre las balas”, y cuando el general Gòmez le dijo que quería evitar un conflicto armado, le contesta que “para morir eran los hombres”, a lo que el general Gòmez le replica que también los mexicanos sabían morir y que si creìa pasar por la fuerza lo intentara.

  En estos momentos, ambos jefes firmaron su sentencia de muerte que fue cumplida unos cuantos minutos después. Silenciosamente y paso a paso de sus caballos, se retiraron cada quien al ldo de sus fuerzas: el jefe yanqui dispuesto a pasar y el mexicano a impedirlo; eran 200 angloamericanos  contra 100 mexicanos.

  El jefe de las tropas afroamericanas llego primero a su línea y toda la caballada se plegò con rapidez en formación de pelotones como para iniciar la marcha; pero no fue para eso sino para encadenar su caballada, maniobra ejecutada con maestrìa y prntitud.

  Mientras tanto la fuerza mexicana de 100 hombres permanecía montada aún, sin ejecutar ningún movimiento de defensa o de ataque y con esa natural ansiedad que fustiga a las tropas que no saben ni hallan que hacer cuando su jefe no toma iniciativa de ningún género.  Bien se pudo haber deshecho violentamente a la compañía invasora cuando atacara barriéndolos con el fuego de ametralladoras, cargando inmediatamente sobre ellos cuando se plegaron para encadenar su caballada, ya que en esos momentos presentaban un magnifico blanco y el triunfo hubiera sido mexicano en pocos minutos, sin sufrir la espantosa pérdida que tuvo en muertos, heridos y caballada.

  Pero el destino quiso que las cosas pasaran de otro modo. El general Gòmez se portò en esta ocasión como un completo y asustado inepto, puesto que permitió a toda la tropa yanqui encadenar su caballada frente a los mexicanos y se echaron pie a tierra extendiéndose en línea de tiradores con toda inmunidad.  Desde ese momento ya la ventaja la llevaban los invasores dada la gran superioridad en hombres y armas y la posición de tiradores pie a tierra que traìan.

  Todavìa más, inmediatamente que la fuerza angloamericana fue puesta pie a tierra y extendida en línea de tiradores, avanzò a paso de ataque sobre los mexicanos con sus armas embrazadas; ante aquel espectáculo, el general Gòmez permanecía enmudecido y lívido y la tropa mexicana como imbéciles estatuas, montada en sus flacas cabalgaduras esperando la orden de ataque de aquel jefe aterrorrizado por el miedo.

  Finalmente, el general Gomèz, sobreponiéndose a su terror, dà la orden de ataque en el momento que recibe un tiro en la cabeza muriendo instàntaneamente.  Son las ocho de la mañana de este día 21 de junio de 1916 cuando el teniente coronel Genovevo Rivas Guillèn (el verdadero heròe de esta batalla) toma el mando e inmediatamente carga sobre los angloamericanos quienes al verse por fin repelidos echan pecho a tierra haciendo uso de sus pistolas calibre 45 de balas expansivas a sólo 10 metros de distancia.

   Muchos mexicanos cayeron pero los demás rechazaron el ataque mientras otro grupo flanqueaba a los yanquis.  El capitán Boyd cayo muerto de un balazo en un ojo substituyendolo el teniente Addair, mientras el teniente coronel Rivas Guillèn luchaba bravamente contra las fuerzas del capitán Morey, quien tiene que retirarse con un balazo en el pecho muriendo poco después ese mismo día. 

  Los soldados negros van rindiéndose a discreción al verse sin jefes.  Sòlo un grupo vende caras sus vidas cuando advierte que tiene cortada la retirada encabezados por el teniente Addair quien finalmente cae muerto y el triunfo mexicano se decide.  Los invasores se retiran rumbo a Casas Grandes dejando 44 muertos y 24 prisioneros, sin contar los heridos y los dispersos, cuyo número se ignora.  Fueron 100 contra 200 en desventajosas condiciones los mexicanos, de los que quedan 26, pues entre muertos y heridos se cuentan 64.

  El cadáver del general Fèlix U. Gòmez, fue conducido a Chihuahua en donde fue recibido de todas maneras con todos los honores debido a su jerarquía.  Nuestros muertos fueron sepultados en el cementerio de Carrizal, en una gran fosa abierta al efecto, y ahí permanecen hasta la fecha abandonados de la gratitud del pueblo chihuahuense, sin que ni una tosca cruz de madera perpetùe su memoria y sus nombres olvidados de la gratitud nacional quienes ofrendaron sus vidas por defender nuestra integridad nacional. “Paz a su espìtitu”.

  La lista de lo capturado en el combate de El Carrizal, quitado a las fuerzas anglosajonas, es la siguiente:  22 caballos, 31 mausers Springfields, 3236 cartuchos algunos expansivos, 7 pistolas escuadra calibre 45, 7 almartigones, 3 frenos, 22 cananas, 19 maletas para provisiòn, 15 cantinas para silla, 13 impermeables, 7 tiendas de campaña, 21 monturas, 2 aparejos, 7 fundas para carabina, 5 cadenas y 16  caronas (sudaderas).  Fueron 24 los prisioneros enemigos entre los que se encontraba el mormón interprete del capitán Boyd, apellidado Spillsbury.

  Por órdenes superiores fueron conducidos a Chihuahua (material y prisioneros) en donde el interprete Spillsbury declaró por escrito en el sentido de que el combate pudo haberse evitado si no hubiera sido por la intemperancia y la arrogancia caprichosa del jefe de la fuerza invasora capitán Boyd; señalaba a su capitán como único responsable, absolviendo a los jefes mexicanos de toda culpa, quienes agotaron todos los recursos de prudencia y caballerosidad.

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