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martes, 13 de septiembre de 2022

EFEMÉRIDES MEXICANAS // Rafael Urista de Hoyos


13
 de Septiembre de 1813

El Congreso de Chilpancingo

  Don José María Morelos y Pavón, viendo el fracaso de la Junta de Zitácuaro, expuso La necesidad de reemplazarla por un cuerpo de sabios varones que con la denominación de Congreso Nacional, fuera representante de la soberanía, centro del gobierno y depositario de la suprema autoridad, que debían obedecer todos los que proclamaban la independencia de México.

  Los diputados de las distintas provincias que eran gobernadas por la insurgencia y que resultaron electos como congresistas fueron:  Don Ignacio López Rayón, por Guadalajara; Don José Sixto Verduzco, por Michoacán; Don José María Liceaga, por Guanajuato; Don Andrés Quintana Roo, por Puebla; Don Carlos María Bustamante, por México; Don José María Coss, por Veracruz; Don José María Munguía, por Oaxaca y Don José Manuel Herrera, por la nueva provincia de Tecpan; y como secretarios Don Cornelio Ortiz de Zarate y Don Carlos Enríquez del Castillo.

  El señor Juan N. Rosains, secretario de Morelos, leyó después la manifestación que éste hacía al Congreso con el nombre de “Sentimientos de la Nación” que en 23 artículos da una clara visión de la obra de un hombre de Estado que no era muy conocida en Morelos y que en este articulado hace una verdadera constitución, pues proclama a México libre de España en su primer inciso, da a conocer su sentimiento católico reconociendo a esta religión como la única en la nación, después advierte que la soberanía de la nación reside en el propio pueblo.  Proclama la abolición de la esclavitud y declara que el 16 de septiembre sea una fiesta nacional.

  Con respecto a la organización política, Morelos establece que la soberanía dimanaba del pueblo como hemos dicho, y que éste la confiaba a sus representantes; Además, señalaba que el gobierno debería de dividirse, para su ejercicio, en tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; los miembros del Congreso, nombrados por las provincias, durarían en su cargo cuatro años, saliendo por turnos los más antiguos y disfrutarían de un sueldo suficiente y no exagerado.  Los mexicanos deberían de ocupar los puestos públicos y no se admitirían mas extranjeros que los artesanos, capaces de instruir en sus profesiones y libres de toda sospecha.

  Las leyes generales deberían de comprender a todos sin excepción alguna, pues los privilegiados serían sólo en relación con su profesión o ministerio y decía: “. . . como una ley, es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a la constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, y aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto. . .”

  Debía ser respetada la propiedad privada y el domicilio declárase inviolable.  La tortura, las penas infames, todas esas crueldades, invenciones del despotismo, proscritas, y más aún, condenadas; abolidos los estancos, la alcabala, el tributo, pues creía que con un derecho de importación del 10% en los puertos, una contribución de 5% sobre las rentas y la buena y honesta administración de los bienes confiscados a los españoles era más que suficiente en lo que a impuestos se refiere.

  Es admirable encontrar estas avanzadas teorías políticas y sociales en el manifiesto de Morelos que planeaba las bases de una república y los deberes de un hombre de estado, que sería increíble pensar que un clérigo que comenzó su carrera de sacerdote a los treinta años en el Colegio de San Nicolás en Valladolid, pudiera comprender tales sentimientos tan avanzados para su tiempo y aún en el de nosotros.

  Estos son los principios que Morelos redactó y dio a su secretario Rosains a leer y que fueron aprobados como si fuera una Constitución; basta por si solos para elevarle al Generalísimo en el lugar más notable de nuestra Patria; al precursor que dio a México una de las Constituciones más notables de su época y del presente, por lo que hemos luchado por más de doscientos años por obtener este principio que se dio en aquella fecha del 13 de septiembre de 1813.

  El Congreso en su primera sesión y bajo la Presidencia de don José Sixto Verduzco, votó primero la aprobación de la proclama de Morelos llamada “Sentimientos de la Nación” y la hizo oficialmente suya, y posteriormente se nombró a Morelos por unanimidad “Generalísimo” y Primer Jefe del Ejército del Poder Ejecutivo.

  Morelos entró en el poder del mando supremo jurando que: defendería a costa de su sangre la religión católica (no hay que olvidar que Morelos era un auténtico y fiel sacerdote católico); la pureza de María santísima; los derechos de la nación americana y desempeñar lo mejor que pudiera el cargo que la nación le había conferido.  Diósele entonces el tratamiento de Alteza, que no quiso admitir y que jamás usó, adoptando por sus creencias el modesto título de ”Siervo de la Nación”.  Si nuestros gobernantes durante estos doscientos años de nación independiente hubieran adoptado los anteriores preceptos de Morelos, México actualmente seria una potencia de primer mundo.

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