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domingo, 18 de septiembre de 2022

EFEMÉRIDES MEXICANAS // Rafael Urista de Hoyos


18
 de Septiembre de 1846

  Monterrey cae ante los angloamericanos

  Después de las derrotas del general Mariano Arista en Palo Alto y Resaca de Guerrero, es nombrado el general Pedro Ampudia para substituirlo en el mando del Ejército del Norte.  Se reunieron unos cuatro mil infantes y dos mil caballos con cuarenta y seis cañones para la defensa de la plaza de Monterrey, la que se fortificó hasta donde le fue posible con obras de tierra, aunque sin un plan fijo.  Hoy al mediodía se presentan los angloamericanos en número de seis mil quinientos hombres y diez y nueve cañones, al mando del general Zacarías Taylor.

  Dos días después (20 de septiembre), las fuerzas de Taylor emprenden las acciones sobre la ciudad de Monterrey, siendo las acciones más notables las de La Tenería, Fortín del Diablo, el puente de La Purísima y las del Obispado.

  Tanto las fuerzas mexicanas como los paisanos (voluntarios regiomontanos) y aún algunas mujeres, entre las que se distinguió doña Josefa Zozaya, se batieron con valor, pero desgraciadamente el jefe de la plaza dio muestras de incapacidad, pues cuando apenas había sido tomado algún punto de la primera línea de fortificaciones, ordenó se abandonara ésta y la segunda línea de defensa, concentrando sus tropas dentro del recinto fortificado.  Entonces las fuerzas invasoras comenzaron a horadar edificios, los que se disputaron palmo a palmo e incluso rechazando al enemigo hasta obligarlo a acogerse a sus posiciones originales.

  La defensa de la ciudad de Monterrey se sostuvo por tres días más y pudo haberse prolongado todavía más, pues la líneas invasoras comenzaban a debilitarse y era el momento en que muy posiblemente un ataque generalizado de los mexicanos hubiera obligado a los angloamericanos a retirarse e incluso a dispersarse, pero precisamente en los momentos de más empuje de los mexicanos el general Ampudia, mostrando una gran cobardía aunada a una inexplicable ineptitud, solicitó una capitulación que, desde luego, fue aceptada felizmente por los exhaustos invasores, pues vieron que estando a punto de la derrota, la victoria se les ofrece en charola de plata por un medroso general mexicano. La llamada “capitulación” consiste en una negociación entre las fuerzas enfrentadas, donde los sitiados ofrecen entregar la plaza disputada, a cambio de permitirles retirarse con sus armas en forma pacífica y tranquila; o lo que es lo mismo: en completa derrota.

  Esta vergonzosa capitulación, aparte de dar a los angloamericanos la importante y estratégica plaza de Monterrey, permití a los defensores retirarse con armas y bagajes y sólo seis cañones de los cuarenta y seis que tenían y ningún tipo de municiones, comprometiéndose los invasores a no avanzar más allá de cierta línea antes de ocho semanas, que era el tiempo que necesitaban los miserables gringos para reponerse de la derrota que ya les había llegado en el campo de batalla.

  Las pérdidas de los angloamericanos fueron cuatrocientos ochenta hombres entre muertos y heridos, incluso un general, Butler, y noventa y seis oficiales, en tanto las de los mexicanos no llegaron a doscientos.  La batalla de Monterrey es una fehaciente muestra de la incongruencia y criminal negligencia de los militares mexicanos, que siendo victoriosos tuvieran que abandonar la plaza a un enemigo prácticamente derrotado.

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