30 de Septiembre de 1765
Semblanza biográfica.
Sacerdote y caudillo insurgente nace
en la ciudad de Valladolid (hoy Morelia).
Su padre fue el señor don Manuel Morelos, que ejercía el oficio de
carpintero, y era originario de la hacienda de Zindurio, inmediata a Valladolid,
y su madre la señora doña Juana María Guadalupe Pérez Pavón, hija de un maestro
de primeras letras, había nacido en Querétaro.
Tuvo Morelos un hermano mayor, Nicolás, y dos hermanas menores, María
Antonia y Juana María Vicenta, quien murió en la infancia. José María aprendió a leer y escribir en la
escuela de su abuelo materno José Antonio. De joven se dedicó a la agricultura
y la arriería. Estudió la carrera de
sacerdote en el colegio de San Nicolás y en el seminario de Valladolid. Fue cura de Nocupétaro y Caracuaro en
Michoacán.
Al iniciarse el
movimiento de independencia, se puso a las órdenes de don Miguel Hidalgo, quien
le encargó levantar a las poblaciones del sur del país. A fines de 1811 ya ocupaba gran parte de la
provincia de Michoacán, Oaxaca y Puebla.
Bajo su Mando combatieron Hermenegildo Galeana, Mariano Matamoros, los
hermanos Bravo (Nicolás, Leonardo y Victor) y Vicente Guerrero, todos ellos
notables insurgentes.
Sitiado en Cuautla,
resistió varios meses antes de romper el sitio.
Tomó el puerto de Acapulco y la ciudad de Oaxaca. En 1813 declaró en Chilpancingo la
independencia de México. Derrotado por
Iturbide en Valladolid, se replegó a Apatzingán donde promulgó la primera
Constitución del país y se hizo llamar “Siervo de la Nación”. En 1815 fue hecho prisionero en Tezmalaca; y
murió fusilado en San Cristóbal Ecatepec el 15 de diciembre.
Este fatídico día,
después de comer algo y prevenido del momento fatal, se confesó con el padre
Salazar y rezó el salmo que empieza: “Misericordia, Dios mío, por tu bondad”. Tocaron los tambores. Dio un abrazo al brigadier De la Concha, su
aprehensor. Eran las tres de la tarde,
pidió un crucifijo y le dirigió estas palabras: “Señor, si he obrado bien, tu
lo sabes; y si mal, yo me acojo a tu infinita misericordia”.
No quería que le
vendaran los ojos diciendo “no hay necesidad de eso, aquí no hay nada que me
distraiga”, pero al insistir el oficial el mismo lo hizo. Arrastrando sus cadenas y con los brazos
atados, llegó al lugar donde le ordenaron que se hincara. “Haga usted de cuenta que aquí fue nuestra
redención”, le dijo por último al padre Salazar. Enseguida dos descargas, de cuatro disparos
cada una, y el Generalísimo José María Morelos y Pérez Pavón dejó de existir.
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