14 de Septiembre de 1848
La ciudad de México ocupada por los yanquis.
Este día, víspera de la fecha en que
México conmemora la iniciación de la lucha por la independencia, fue izado en
el Palacio Nacional el indigno pabellón angloamericano, y aunque el
Ayuntamiento había recomendado la mayor prudencia al vecindario, indignado éste
al ver a los invasores, rompió fuego de fusil sobre ellos, durando la lucha
todo el día.
Scott mandó hacer
fuego de cañón sobre las casas de donde salían los disparos, y aún ordenó que
fueran voladas, y varias de ellas fueron abiertas a hachazos y fusilados sus
moradores. Al fin, al tercer día de
ocupación, ces-o la lucha; pero el pueblo bajo, siempre que podía, asesinaba a
los invasores. El general Winfield Scott
dio muestras de humanidad y acierto en aquellas difíciles circunstancias,
otorgando garantías al municipio que quizá no hubiera concedido otro vencedor.
Seis mil
estadounidenses únicamente, ya que tres mil murieron o quedaron heridos en las
batallas del Valle de México, ocupaban la capital. Santa Anna, quien conservó la comandancia
general del ejército, evitó enfrentárseles y marchó sobre Puebla ocupada
entonces por quinientos angloamericanos.
El ataque fracasó por
haber desertado la mayoría de los soldados mexicanos y renunciando al mando del
ejército se retiró casi sólo a Tehuacán.
Aparentemente quería trasladarse a Guatemala y para esto necesitaría
pasar por Oaxaca, pero el gobernador del Estado, licenciado Benito Juárez, le
prohibió pisar tierra oaxaqueña.
En Tehuacán estuvo
inactivo varias semanas, hasta que huyó cuando le avisaron que se acercaba un
escuadrón de texanos deseosos de vengar las matanzas del Álamo y Goliad. Anduvo escondiéndose por varias poblaciones,
hasta que el 9 de abril de 1848 se le permitió embarcarse en La Antigua,
Veracruz, por el gobierno mexicano de Querétaro, y trasladarse al exilio en la
colonia inglesa de Jamaica.
El agresor sufrió
mayores daños de los que podían esperarse dadas las debilidades de su
víctima. La guerra costó a los Estados
Unidos 130 millones de dólares, una cifra astronómica para la época y
circunstancias. Necesitó movilizar noventa mil hombres, de los cuales murieron
en acciones de guerra doce mil quinientos y once mil por efectos de la
“maldición de Moctezuma”, o sea la diarrea o la disentería. En cuanto a las bajas de los mexicanos no hay
cálculos confiables que permitan establecer el número de ellas, pero con
seguridad que fueron muchísimas menos que los 23,500 gringos muertos en México.
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