8 de Septiembre de 1862
Muerte del general Ignacio Zaragoza.
El general Zaragoza estaba
organizando la defensa de Puebla, cuando contrajo en las trincheras la fiebre
de tifo. Desde el día primero se empezó
a sentir mal y para el día 3 no podía sostenerse en pie siendo conducido en una
carretela a Puebla. Toda la ciencia médica se puso en acción, pero la
enfermedad no pudo ser dominada, muriendo hoy ante el pesar y la consternación
de todo el ejército mexicano.
Sólo cuatro meses
después de su máximo triunfo como militar, el joven general Ignacio Zaragoza
ardía en su lecho de muerte, derrotado al fin por la fiebre tifoidea, enemigo
que resultaría más formidable que las balas francesas y conservadoras.
La República perdía a
uno de sus mejores generales, pero ganaba una bandera, un símbolo que sería
utilizado por el gobierno de Juárez para inspirar la resistencia. El joven general fue convertido rápidamente
en el héroe republicano por excelencia, inmediatamente fue bautizada con su
nombre la ciudad de su gran triunfo. La
República tenía ahora un héroe: el vencedor de los invasores, el joven patriota
que encarnaba todas las virtudes que la Patria necesitaba en los duros años por
venir. Para substituir al General
Zaragoza, fue nombrado el general Jesús González Ortega, jefe del Cuerpo de
Ejército de Oriente.
El 11 de septiembre
de 1862, amortajado en un ataúd de madera, el cuerpo del general Ignacio
Zaragoza fue llevado de Puebla a la ciudad de México. La escolta que custodiaba el cuerpo era
mandada por un coronel cuyo nombre muy pocos conocían entonces: Mariano Escobedo.
El Presidente Juárez
decretó luto nacional y pidió a los gobernadores de los Estados que celebraran
honras fúnebres en honor del héroe fallecido.
El Congreso lo llamó Benemérito de la Patria en Grado Heroico, y anunció
su ascenso “post mortem”, a General de División. El propio Congreso determinó que la única
hija del general Zaragoza recibiera una dote de cien mil pesos, más una pensión
anual de seis mil pesos. Sendas
pensiones fueron acordadas también en beneficio de la madre y la hermana del
General.
Por decisión de
Juárez se cambió el nombre Puebla. Dejó de llamarse “Puebla de los Ángeles”
para nombrarse en lo futuro “Puebla de Zaragoza. La calle de La Acequia en la capital, cambió
su nombre por el de Zaragoza; y una
nueva vía que se había abierto en La Profesa se llamó calle del 5 de Mayo. Del Palacio Nacional el cuerpo fue llevado al
panteón de San Fernando. El elogio fúnebre lo pronunció don José María
Iglesias, el más sonoro orador de su tiempo.
A las tres de la
tarde terminó la ceremonia. Hasta las
cinco quedó expuesto el cadáver a la veneración o a la curiosidad de la
muchedumbre. Después se le dio tierra,
en medio de cañones y artillería. Cuando
la gente volvió a sus casas empezaba a caer la tarde.
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