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martes, 13 de septiembre de 2022

EFEMÉRIDES MEXICANAS // Rafael Urista de Hoyos


13
 de Septiembre de  1848

La batalla del Castillo de Chapultepec.

  El general invasor, Winfield Scott, después de practicar varios reconocimientos en las garitas del Niño Perdido, San Antonio Abad y La Viga, ya que la defensa de la ciudad se había limitado a su perímetro, ordenó el ataque a Chapultepec, que había quedado aislado y que como es bien sabido, es una montaña cubierta de bosque, en cuya cima existía una casa de recreo de los virreyes, destinada por entonces a Colegio Militar y ligeramente fortificada.  La guarnición de ese punto la formaban ochocientos treinta y dos, con siete cañones, incluyendo entre aquellos a los cadetes de dicho colegio, y que estaba mandada por el general Nicolás Bravo.

  Distribuyó éste sus fuerzas dejando quinientos y tantos en la parte baja y doscientos y tantos en el castillo; pues las fuerzas de su mando quedaron muy reducidas por una deserción verdaderamente escandalosa, la noche del 12 de septiembre.  De todo el Batallón de Toluca, que ascendía a cuatrocientos cincuenta hombres, sólo quedaron veintisiete debido a esa deserción, y fue preciso hacer fuego sobre los que se descolgaban por las bardas del edificio, para contener aquella deserción.  La tropa quedó visiblemente desmoralizada, y aunque el general Bravo pidió refuerzos, otra vez sospechosamente, Santa Anna se negó a dárselos.

   Al amanecer de este día, los angloamericanos comenzaron a bombardear Chapultepec antes de dar el asalto, de tal manera que cuando las columnas de ataque ascendieron la montaña, el desorden se comunicó a los soldados que había en la cima, sin que bastara ningún esfuerzo para contenerlos.  En la falda del cerro se había batido heroicamente el Batallón de San Blas, mandado por el coronel Santiago Xicoténcatl que murió con gran número de sus soldados.

  Los alumnos del colegio se batieron con valor hasta el fin, muriendo seis de ellos, siendo heridos cuatro, y quedando prisioneros el director del colegio, general José María Monterde, varios de sus subordinados y treinta y siete alumnos de fila, entre ellos Miguel Miramón.  De ellos dice el oficial Mansfield quien tomó parte en la batalla: “entre los prisioneros había cincuenta oficiales y como cien cadetes de la academia militar de México. Eran estos, guapos muchachitos de entre diez y diez y seis años de edad.  Algunos de ellos fueron muertos, peleando como demonios y en verdad que dieron un ejemplo de valor, digno de ser imitado por algunos de sus superiores”.

  Ocupado el Castillo de Chapultepec, inmediatamente el general Scott hizo avanzar sobre México dos columnas, una al mando del general Worth por la calzada de La Verónica y San Cosme, y otra al mando del general Quitman por la calzada de Belem.  La garita de este nombre fue cobardemente abandonada por el general Terrés, en tanto que la de San Cosme fue valientemente defendida por el general Rangel, aunque también al fin la ocupó el enemigo.

  Con la toma de las garitas, puede decirse que cesó la resistencia.  El mayor desaliento reinaba;  por lo que Santa Anna, impelido por su naturaleza, como siempre decidió huir marchando precipitadamente con rumbo a Puebla, deteniéndose en la Villa de Guadalupe, y dejando el Ayuntamiento para que demandara garantías a los vencedores, como lo hizo.

  Aunque Santa Anna designó a personas para que se encargaran del Poder Ejecutivo, sus órdenes no fueron obedecidas;  sino que el licenciado don Manuel de la Peña y Peña, por ministerio de ley, y como Presidente de la Suprema Corte de Justicia, se hizo cargo de la Presidencia de la República, marchando a Querétaro, declarada provisionalmente capital de la República, a establecer su gobierno. El Ayuntamiento de la ciudad de México hizo entrega del Palacio Nacional a los invasores yanquis.

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