6 de Septiembre 1847
Los invasores a las puertas de la Ciudad de Mèxico.
Con las derrotas de las lomas de
Padierna y del convento de Churubusco, unidas a las escaramuzas de las
haciendas de Portales y San Antonio, perdieron los mexicanos su primera línea
defensiva por el lado sur de la ciudad; pero el ejército angolamericano sufrió
perdidas de consideración que no pudo evitar, pues sus bajas entre muertos y
heridos no fueron menos de mil cien hombres.
Después de estas
jornadas, se pactó un armisticio, y se iniciaron las negociaciones a fin de
conocer las proposiciones de paz de los Estados Unidos, nombrándose como
plenipotenciarios por parte de México, el general José Joaquín de Herrera, el
licenciado José Bernardo Couto, el general Ignacio Mora y Villamil y el
licenciado don Manuel Atristáin, y por parte de los invasores yanquis, a Mr.
Nicholas P. Trist que con plenos poderes de su gobierno acompañaba al ejército.
Las instrucciones de
los comisionados mexicanos se limitaban a convenir en la cesión de Texas,
origen de la guerra, pero como el gobierno de Washington con el pedestre
esclavista James Polk al frente, pretendiera ya no sólo ese territorio, sino
además la Alta California, Nuevo México, parte de los Estados de Tamaulipas,
Coahuila, Chihuahua, Sonora y toda la península de Baja California; aparte de
otras exigencias por demás excesivas, como el libra tránsito a perpetuidad por
el istmo de Tehuantepec, una onerosa indemnización por los gastos de la guerra,
así como pensiones vitalicias para las viudas y familias de todos los invasores
muertos, el gobierno mexicano desde luego que se negó a consentir en
ellas. Se dio por concluido el
armisticio este día (6 de septiembre) y dos días después se rompen las
hostilidades.
Santa Anna decidió
presentar una línea de batalla desde Casamata a Molino del Rey, en tanto que la
caballería al mando del general Juan Álvarez, debía quedar en la hacienda de
Los Morales, cerca de Chapultepec, para proteger dicha línea y atacar, llegado
el caso, al enemigo por su flanco izquierdo.
Tanto el Molino del Rey, que linda al oriente con Chapultepec, como La
Casamata, son edificios de piedra de muy sólida construcción, y ambos habían
sido fortificados.
Desgraciadamente, y
otra vez en actitud sospechosa, Santa Anna desbarata la línea, retirando la
mayor parte de los cuerpos que la formaban, quedando aislados en los dos puntos
mencionados unos cuatro mil hombres al mando del general Antonio León. Los invasores con tres mil quinientos hombres,
atacaron ambos puntos, y aunque primero se les rechazó peleando los mexicanos
heroicamente, acabaron al fin los invasores por tomar las dos posiciones, si
bien con perdidas muy considerables, pues sus bajas entre muertos, heridos y
dispersos no fueron menos de novecientos hombres, y mayores hubieran sido y aún
se les podía haber derrotado, si la caballería de Juan Álvarez, no guarda una
actitud pasiva y cobarde en los momentos más críticos de la batalla. Ahora sólo Chapultepec, con los cadetes del
Colegio Militar, se interponía entre los invasores y la ciudad capital.
Es de absoluta
justicia mencionar los nombres de algunos defensores mexicanos que en los
combates de Molino del Rey y la Casamata realizaron acciones de heroicidad
extrema y de sublime patriotismo: los
generales Antonio León y Miguel Echegaray, el coronel Lucas Balderas y los
civiles Arivillaga, de oficio relojero; y Margarito Suazo, de oficio artesano,
que cayeron acribillados por el agresor asesino, pero dando muestras de su
ardiente patriotismo al escalar las más altas cumbres de la heroicidad humana.
El día 8 de
septiembre el Estado de Yucatán declara la segregación de su territorio de la
República mexicana, declarándose, traidoramente, neutral en la guerra que
sostenía México contra los Estados Unidos.
El traidor gobernador de Yucatán, un individuo de nombre Santiago Méndez,
envió a los Estados Unidos a los no menos traidores Juan Robira y Justo Sierra,
padre, a ofrecer la anexión de la península de Yucatán a la Unión Americana, y
al no aceptar éstos, tuvo la indignidad de hacer tal ofrecimiento a España e
Inglaterra, que tampoco aceptaron.
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